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Home ›Anexo 2o - Algunas aportaciones complementarias para el artículo “Financiarización”
Referiremos algunos planteamientos que versan alrededor de pasajes del artículo Financiarización, mismo que consideramos de gran importancia por su concentrada reconstrucción de la trayectoria del capital financiero ficticio a partir de las primeras señales de declive de la tasa de ganancia industrial. Realzo, por supuesto, esto último ya que es lo que las toneladas de estudios y libros que se han producido desde la academia burguesa, con gran lujo de tecnicismos y detalles, siempre han ignorado, obviado o anulado intencionalmente.
Sin embargo, deseamos profundizar y complementar un pasaje que, desde nuestro punto de vista, puede al mismo tiempo conducir a equívocos. En particular, nos preocupa que se deslice al interior de la interpretación marxista la idea en boga de que la “globalización”, en este caso, la globalización financiera, supone una pérdida de influencia de los Estados con capacidad de gestión de los mercados, esto es, de los Estados imperialistas. La concepción de que los Estados imperialistas, en particular EUA, aprovechan la dinámica financiera a su favor (alimentándose de tajadas de plusvalor mundial mediante su predominio en la esfera monetaria-financiera), coincide con la línea de argumentación y las conclusiones del análisis contenido en Financiarización, por lo que creemos que se requiere con mayor razón profundizar en la aseveración contenida en el siguiente párrafo:
La masa de capitales que circula cotidianamente en los mercados monetarios de todo el mundo ha adquirido una magnitud tan imponente que hoy escapa a cualquier control, de suerte que si en una época los bancos centrales eran los que orientaban el movimiento del capital financiero, en nuestros días es el capital financiero el que orienta la política monetaria de los bancos centrales y también, en consecuencia, la política económica de los Estados. Esto ha significado, sobre todo para los países más pequeños y débiles, la pérdida total de la posibilidad de formular autónomamente su política económica.
Coincidimos con la última oración puesto que, efectivamente, los países débiles y subordinados en la cadena imperialista han perdido, aún más, soberanía en el terreno monetario-financiero; pero la tesis es más debatible en el caso de los bancos centrales de los países centrales e imperialistas. En este último caso, no compartimos la tesis de que los bancos centrales han perdido el control de los movimientos del capital financiero. Por el contrario, consideramos que son los bancos centrales, y con esto nos estamos refiriendo a organismos estatales, esto es, instrumentos del poder estatal, quienes determinan los parámetros y coordenadas entre los cuales se realiza la especulación y los flujos especulativos. En estos momentos, la suerte de los flujos comerciales y financieros está en dependencia directa de la “arquitectura” del sistema monetario actual, sostenido por decisiones de Estado de los países del este asiático y EUA. Prácticamente, los países del este asiático - en particular China y Japón - más los países exportadores de petróleo, están sosteniendo la hegemonía del dólar mediante la adquisición de cantidades ingentes de dólares como moneda de reserva. Esto es, por la conveniencia de mantener monedas subvaluadas frente al dólar para seguir sosteniendo su crecimiento exportador en el caso de los países exportadores de la Cuenca del Pacífico. Las importaciones de EUA hacen de este país el mercado de salida de este crecimiento exportador ya sea por vía directa, que los países asiáticos exporten a EUA, o bien por vía indirecta, que unos países puedan exportar a otros gracias al ambiente de crecimiento económico que se ha hecho posible por la válvula de escape que implica contar con un país consumidor y endeudado como es EUA.
Por esta razón, se refiere a la zona del Pacífico como zona del dólar (si bien no se descartan las presiones hacia una autonomización monetario-financiera regional como las que empujaron a Europa a crear una moneda común), ya que la absorción de dólares por parte de estas economías ha mantenido con vida una especie de sistema Bretton Woods parcial - se le llama incluso Bretton Woods II - en el que algunos países sostienen el valor del dólar imprimiendo moneda propia para mantener devaluada su moneda y absorbiendo todos los dólares que reciben como moneda de reserva. China y los países del este asiático se hallan en el trance de acumular papel-dólar y convertirse cada vez más en cómplices de una moneda que pierde valor, dado que tienen el interés doble de mantener su mercado de exportación y porque han adquirido miles de millones de dólares como reservas que se podrían desplomar en valor por culpa suya.
En síntesis, si las dos grandes locomotoras de la economía mundial, China como “taller del mundo” y EUA como comprador “en última instancia”, han decidido sostener esta dinámica ha sido porque los centros de decisión estatales, por vía de los bancos centrales, así lo han hecho. Esto es, es el banco central chino el que compra dólares a mansalva e imprime yuanes para comprar esos dólares y mantener baja la cotización del yuan, y es la Fed de EUA la que ha decidido imprimir billetes alocadamente. Mientras tanto, los inversionistas privados - y habría que escudriñar que tan “privados” son los inversionistas privados - se mueven tratando de sacar provecho de unas condiciones financieras amoldadas por decisiones estatales.
Es verdad que el examen del sistema financiero es sumamente complejo y que hallaríamos argumentos para una y otra posición. Con la intención de abrir una veta de análisis y debate, es que traigo a colación una línea de interpretación que se remite a los años setenta y que ha adquirido relevancia entre analistas de la geopolítica adscritos, en términos muy generales, tanto a la izquierda como a la derecha. Como dato relevante, figura el hecho de que el libro de Michel Hudson, Super Imperialism. The Origin and Fundamentals of U.S. World Dominante (Londres, Pluto Press, 2003), editado en los años setenta haya sido publicado íntegramente a inicios del siglo XXI, ya que seguramente fue el interés suscitado por sus tesis lo que motivó la reimpresión del mismo. Hudson argumenta la centralidad que adquirieron los bancos centrales, en particular, como gestores del reciclaje de los petrodólares y del mecanismo mediante el cual EUA mantiene los enormes beneficios que le confiere el dólar apoyándose en lo que llamó un nuevo patrón dólar (patrón Dólar-Bono del Tesoro en lugar del patrón Dólar-oro de la época de vigencia de Bretton Woods).
Por otro lado, se puede argumentar que el protagonismo adquirido por los mercados financieros fue, en realidad, un designio orquestado intencionalmente por el gobierno de EUA para obtener ventajas propias. Es decir, para poder jugar un supuesto juego de azar con los dados cargados a su favor. Y es que dicho reciclaje corre no sólo por cuenta de la relación entre banca central-banca central, esto es, por la compra de bonos emitidos por el gobierno de EUA con las reservas monetarias del banco central de otro país, sino a través de inversionistas privados que no sólo compran bonos emitidos por el gobierno sino también bonos y acciones de corporaciones y bienes raíces estadounidenses. En vista de ello, otro analista de izquierda (entendida ésta en un sentido amplio), Peter Gowan (The Global Gamble. Washington’s Faustian Bid for World Dominance. Londres, Nueva York, Verso, 1999) denominó al nuevo patrón dólar como patrón Dólar-Wall Street, tomando en consideración el nuevo rol conferido a los mercados financieros internacionales. Según Gowan, el protagonismo adquirido por los mercados financieros figuraba dentro de los objetivos de la administración Nixon. Para esto había que asegurarse de que los movimientos financieros internacionales fueran sustraídos al control de los bancos centrales y se centraran crecientemente en los operadores financieros privados. (1) Anteriormente, los mercados financieros privados habían estado excluidos del sistema monetario internacional, pero con la política de desregulación y la eliminación de la “represión financiera” los bancos privados fueron catapultados al centro de las finanzas internacionales, permitiendo rápidamente el dominio internacional de los operadores financieros anglo-americanos. Parar Gowan, fue precisamente en tal dirección que la política de la administración Nixon procuró inducir el incremento en el precio del petróleo y canalizar los petrodólares a través de la banca privada como vehículo reciclante, y no del FMI como planteaban los demás miembros de la OCDE, e impulsó para ello el protagonismo de los bancos privados de EE.UU.
La crisis energética de inicios de la década de los setenta ocasionada por el aumento de los precios del petróleo impuesto por la OPEP, coincidió con el fin del régimen de paridades fijas de Bretton Woods. Este acontecimiento fue algo más que pura coincidencia. En realidad, el incremento de los precios del petróleo fue oportunamente capitalizado por la administración Nixon para refrendar el sistema de financiamiento del déficit de la balanza de pagos a través del reciclaje de dólares en los mercados financieros norteamericanos. Además, con la política adoptada para el reciclaje de petrodólares, Washington logró no sólo financiar su balanza de pagos mediante el capital de la OPEP, sino que además tuvo ocasión de remodelar el funcionamiento del sistema monetario-financiero post-Bretton Woods de acuerdo al nuevo régimen de paridades flexibles. (2)
En el nuevo sistema monetario-financiero remodelado por la administración Nixon, la hegemonía del dólar y del mercado financiero estadounidense combinarían sus fuerzas para aumentar la capacidad de control e influencia de Washington sobre la economía internacional, en un momento en el que el peso económico relativo de EE.UU. en el mundo capitalista había declinado. Mientras que, por un lado, la centralidad del dólar como moneda internacional dominante hace de esta divisa la opción más importante como reserva de valor para los inversionistas privados y los gobiernos, por otro lado, el poder de atracción que ejercen el tamaño y profundidad del mercado financiero estadounidense sobre los capitales internacionales opera en el sentido de reforzar el dominio del dólar. (3) De esta forma, el dólar y Wall Street se convirtieron en los dos polos complementarios del régimen monetario-financiero sucesor del patrón oro-dólar, al que Peter Gowan se refiere como patrón Dólar-Wall Street en la medida que ambos se retroalimentan y dan sustento al dominio monetario-financiero de EE.UU. sobre el resto del mundo. (4)
Gowan prosigue su exposición con los argumentos que se exponen a continuación. Los primeros pasos de la “globalización financiera” fueron objeto de debates al interior del FMI, en los que EE.UU. estuvo completamente aislado y enfrentó la oposición de los demás gobiernos así como de los directivos del FMI, quienes estaban por la retención de los controles estrictos sobre los movimientos financieros internacionales. No obstante, Washington prosiguió con sus medidas unilaterales y el reciclaje de petrodólares fue complementado con la propia abolición de los controles de capital (los flujos financieros desde y hacia EE.UU.) en 1974. La entronización de los mercados financieros y la “liberación” de los bancos privados de la “represión financiera internacional” no respondieron a la presión del cabildeo de los bancos norteamericanos para permitir que operaran las espontáneas fuerzas del mercado, sino que se trató de un política de Estado que posibilitó a EE.UU. explotar cabalmente la “ventaja comparativa” que representa contar con el sistema financiero más desarrollado. Los bancos de EE.UU. estaban inicialmente lejos de desear participar en el reciclaje de los petrodólares, y fue el gobierno estadounidense el que estimuló la proyección de los bancos mediante medidas como la remoción de la cantidad límite que un banco podía prestar a un solo deudor y el entendido de que el gobierno los rescataría en caso de enfrentar problemas de insolvencia.
En relación a la estrategia estatal planteada por el gobierno de los EUA, recomendamos la lectura de un expositor de “derecha”, David Spiro, alumno de Robert Gilpin, profesor estadounidense y teórico de la llamada Teoría de la Estabilidad Hegemónica (construcción teórica que busca fundamentar la necesidad de una hegemonía, se entiende que la estadounidense, para preservar la paz y el crecimiento económico armónico mundial). Curiosamente también y como él mismo confiesa al inicio de un libro suyo publicado en los años ochenta, Gilpin se inspiró en la necesidad de contrarrestar la capacidad del marxismo, en particular en su vertiente leninista (marxismo-leninismo), para interpretar la dinámica del sistema mundial desde una lectura política y económica, a diferencia de la incapacidad de la academia burguesa para lidiar con dos campos del conocimiento separados (se entiende la superioridad teórica a partir de la perspectiva de la totalidad sobre la que se fundó el marxismo desde su concepción y que se continúa con las teorías del imperialismo). En esos años ochenta, Gilpin cita una tesis de grado de Spiro, la cual se publicaría varios años después, a finales de la década de los noventa (The Hidden Hand of American Hegemony. Petrodollar Recycling and International Markets, Ithaca-Londres, Cornell University Press, 1999).
Recién demolido el régimen de Bretton Woods por la administración Nixon, el shock petrolero representó, en realidad, una oportunidad para golpear a Europa y Japón en uno de sus puntos más vulnerables, la dependencia del petróleo importado, (5) en momentos en que su desafío como potencias ascendentes contrastaba con el declive de la hegemonía estadounidense. (6) Por otra parte, la absorción del capital árabe excedente se presentó como la alternativa para financiar el creciente déficit presupuestario, otra de las expresiones del declive hegemónico estadounidense. (7) La distribución del impacto económico ocasionado por el ascenso de los precios del petróleo, esto es, la afectación en el déficit comercial, así como la pugna por el botín de los capitales excedentes de los países exportadores de petróleo, se convirtieron en puntos de disputa entre las grandes potencias en lo que se dio a llamar como el problema del reciclaje de los petrodólares.
En este contexto, el reciclaje de petrodólares habría de fungir, entonces, como un caso de financiamiento del ajuste de balanza de pagos para el período inmediatamente posterior al colapso de Bretton Woods, esto es, para un nuevo período en el que el papel adjudicado anteriormente al FMI, en tanto proveedor del financiamiento para el ajuste de la balanza de pagos habrían de asumirlo los mercados internacionales de capital. No obstante, los mercados de capital atravesaban en aquel momento serias dificultades como para encargarse de esa canalización masiva de recursos. En el momento del primer _shock _petrolero, la falta de confianza en la capacidad del mercado interbancario para redistribuir el dinero de la OPEP se veía agravada por las quiebras del Franklin National y el Herstatt en 1974, dos de los principales bancos del mundo. (8) Finalmente, los mercados resultaron incapaces de resolver el problema del reciclaje en el sentido en que debía haberse resuelto según la creencia convencional: como intermediarios que permitieran trasladar los superávit de capital de las naciones de la OPEP a los países menos desarrollados que requerían financiamiento de su balanza de capital para pagar las importaciones de petróleo.
Entre 1973 y 1981, efectivamente, una gran cantidad de petrodólares fluyeron a través de los mercados de capital, pero no se orientaron hacia las economías con mayores déficits sino al conjunto de países más desarrollados, en particular, EE.UU. Sólo una parte de los petrodólares circuló en forma de créditos a través de los bancos al sector de países subdesarrollados de mayores ingresos, los denominados países de reciente industrialización y los exportadores de petróleo (en cuyo caso se trató de un reciclaje de fondos de países exportadores de petróleo con excedentes hacia países exportadores de petróleo con necesidad de créditos). (9) Los países subdesarrollados más afectados por los déficits en cuenta corriente agravados por el aumento en los precios de petróleo simplemente no fueron sujetos de crédito de la banca internacional, y su endeudamiento corrió fundamentalmente por cuenta de los préstamos oficiales y el FMI. (10) Sólo un selecto grupo de países subdesarrollados se incluyó dentro de los receptores de financiamiento de la banca internacional y, de los fondos recibidos, sólo una parte fueron petrodólares depositados en los bancos internacionales por países de la OPEP, puesto que otra parte provino de las economías más desarrolladas del planeta, en particular, de las cinco más importantes, (11) las cuales gozaban de superávit en cuenta corriente debido en buena parte a la demanda de importaciones que este subgrupo de países subdesarrollados realizó con este financiamiento. (12)
La mayor porción de petrodólares fue absorbida por los mercados financieros de las naciones más desarrolladas. (13) La convocatoria para dejar que los mercados se encargaran de distribuir los recursos fue, en realidad, una estratagema bajo la cual se escondía el interés de capturar la mayor cantidad de inversiones de la OPEP. Las advertencias sobre el peligro de competir unilateralmente por capital extranjero (Francia ya había empezado a negociar bilateralmente con la OPEP) en lugar de presentar un frente común y establecer una política coordinada, fueron el preludio para una competencia en la que, como aseguraba Kissinger, EE.UU. estaba en posición dominante para atraer capital árabe asumiendo lo que William Casey, director de la Security and Exchange Commision, convirtió en consigna nacional: “tenemos que hacer de los títulos [financieros] un bien de exportación”. (14)
Las dos caras de la política unilateral estadounidense consistieron en validar la localización de capitales de acuerdo al precepto librecambista de “dejar a los mercados trabajar”, excepto cuando las fuerzas del mercado conducían a un cambio en la distribución de recursos que no resultaba conveniente para EE.UU. En los hechos, fue algo más que la oferta y demanda lo que permitió captar una porción significativa de los superávit de la OPEP en obligaciones del gobierno de EE.UU. No obstante contar con el mercado financiero más desarrollado, se requirieron de pactos políticos secretos que reforzaran y orientaran la dirección de los flujos financieros en el sentido que Washington deseaba. En 1974, mientras se realizaban promesas de no ofrecer a las naciones de la OPEP incentivos oficiales para atraer su capital hacia EE.UU., Washington promovió una negociación de banco central a banco central con Arabia Saudita mediante la cual se arregló que la compra de bonos del Tesoro por parte de la Agencia Monetaria de Arabia Saudita (Saudi Arabian Monetary Agency, SAMA) se realizaría sin necesidad de participar en las subastas competitivas en las que los demás Estados e inversionistas tenían que participar.
Como parte de una política comercial más agresiva, EE.UU. había desplegado una ofensiva para incrementar las exportaciones “artificialmente” (según el lenguaje de la OCDE) consistente en negociaciones bilaterales con diversos países dentro del marco de las denominadas Comisiones Económicas Conjuntas. Las Comisiones establecidas con Irán y especialmente con Arabia Saudita revistieron un carácter especial. A diferencia del resto de Comisiones establecidas con otros países con objeto de elevar el intercambio comercial, en el caso de estas dos naciones las Comisiones correspondientes no fueron asignadas al Departamento de Comercio sino del Tesoro, debido a que la función encomendada era no sólo comercial sino también financiera. En el caso de Irán, se obtuvieron en el primer año contratos para las compañías norteamericanas por un valor de 3 mmdd. La Comisión Conjunta con Arabia fue establecida en 1974 y formalmente oficializada en febrero de 1975. El objetivo era proveer asistencia técnica de EE.UU. e implementar estudios de factibilidad en el área energética. Para 1981, el Tesoro de EE.UU. había obtenido más de 500 millones de dólares del gobierno saudí para financiar estudios de factibilidad desarrollados por firmas estadounidenses. Para julio de 1974, el secretario del Tesoro, William Simon, había culminado las negociaciones del acuerdo “add-on” mediante el cual se otorgó al banco central saudiárabe la posibilidad de comprar obligaciones del gobierno de EE.UU. sin necesidad de participar en las subastas. (15) De acuerdo con un memorándum del Departamento de Tesoro enviado a Kissinger, SAMA compraría 2.5 mmdd de emisiones del Tesoro con una madurez de un año o más a través de la Reserva Federal de Nueva York o mediante canales privados. Y, efectivamente, el acuerdo “add-on” rindió frutos de inmediato: a partir de su aplicación y hacia finales de 1977 la proporción de inversiones de países exportadores de Medio Oriente en títulos del Tesoro ascendió de 43% a 65%; de las obligaciones del Tesoro mantenidas por los países de Medio Oriente, Arabia Saudita tenía el 90% y, hacia finales de 1977, dicho país mantenía el 20% de todas las tenencias del Tesoro mantenidas por bancos centrales extranjeros. Por otra parte, además del acuerdo “add-on”, las autoridades del Departamento de Comercio desempeñaban su trabajo ofreciendo a Arabia Saudita títulos de la Asociación Nacional Federal Hipotecaria (Federal National Mortgage Association, FNMA).
A diferencia de Arabia, cuyo diseño de inversión se basó en acuerdos políticos, la estrategia de inversión kuwaití, basada en principios propiamente financieros, exhibía un perfil más equilibrado. Así, mientras que en 1978 el 70% de todos los activos sauditas en EE.UU. estaban invertidos en la Reserva Federal de Nueva York, sólo 5% de las reservas de Kuwait habían sido invertidas en emisiones del Tesoro, ninguna proveniente de la Reserva Federal de Nueva York. (16) Estados Unidos había logrado acaparar una porción sustancial del portafolio de inversión árabe a través de incentivos que representaban lo que se denominan acciones discriminatorias y unilaterales. Sin embargo, como constata David Spiro, los incentivos unilaterales tampoco habrían sido razón suficiente para explicar la preferencia saudita por el Tesoro norteamericano. En realidad, fue un diseño político-militar lo que dio sustento a la relación financiera. A decir de un exembajador estadounidense destacado en Medio Oriente entrevistado por Spiro, las compras sauditas de bonos del Tesoro se atribuyen a un ofrecimiento explícito de EE.UU. de “proveer un paraguas de seguridad para el Golfo”. (17)
La unilateralidad en la política del reciclaje de petrodólares fue una herencia que la administración demócrata supo conservar de la administración republicana precedente. A pesar de que la administración Carter arribó al poder con la retórica del multilateralismo, con personajes en el gabinete influenciados por las conclusiones de la Comisión Trilateral y, al menos nominalmente, más comprometidos hacia la cooperación internacional, las políticas adoptadas mostraron el interés por seguir compitiendo por los fondos sauditas. Al respecto, el subsecretario de Estado para asuntos económicos, Richard Cooper, quien por su trayectoria fuera identificado como candidato idóneo para promover una actitud más cooperativa en la cuestión del reciclaje, dejó en claro su postura al describir su comportamiento como funcionario con estas palabras: “soy un firme partidario de la continuidad de la política exterior entre las administraciones”. (18) Dicha continuidad quedó de manifiesto en el celo con que el Departamento del Tesoro guardó la confidencialidad de la información sobre las inversiones árabes frente a los cuestionamientos que realizaron miembros del Congreso al Departamento del Tesoro en 1978.
Pero la continuidad de la administración Carter no sólo se manifestó en el respeto de la privacidad de los inversionistas, sino en la implementación de la doctrina de seguridad (la Doctrina Carter), promulgada poco después de la invasión soviética a Afganistán y la caída del Sha de Irán, que estrechaba los lazos militares entre EE.UU. y Arabia Saudita mediante la disposición de una Fuerza de Despliegue Rápido en el Golfo Pérsico. Washington obtuvo de esta forma acceso privilegiado al petróleo saudita así como un bastión en el Medio Oriente, a cambio de solapar y proteger de agresiones internas y externas al régimen represivo y corrupto de la familia real. Posteriormente, EE.UU. y Arabia Saudita trabajaron al unísono en el financiamiento de los mujahidines afganos, entre los que se encontraba Osama Bin Laden. (19)
En 1978, Blumenthal selló con los árabes un segundo pacto secreto de trascendental importancia, en esta ocasión para mantener la cotización del petróleo en dólares. La depreciación del dólar había hecho que la OPEP comenzara a percibir las ventajas de vincular el precio de petróleo a una canasta de monedas. En junio de 1975, la OPEP alcanzó un consenso para vincular el precio del petróleo a los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI, pero el dólar comenzó a repuntar y la decisión fue postergada. Además de la opción de los DEG, que al parecer fue la opción considerada más seriamente, existieron otras dos alternativas: una denominada “Canasta Ginebra II”, la cual habría estado compuesta por las monedas del Grupo de los Diez (los países miembros del Banco Internacional de Pagos) además de Suiza y Austria, y la otra conformada como “canasta de monedas fuertes” con la que se pretendía, aparentemente, vincular el precio del petróleo a la moneda que estuviera apreciándose.
Hacia finales de 1978, SAMA inició lo que la CIA llamó un “modesto programa de diversificación, convirtiendo pequeñas cantidades de dólares en otras monedas”, aunque de acuerdo con otras fuentes el cambio había sido más que modesto y se preparaba un traslado masivo hacia marcos alemanes y yenes japoneses. Entre diciembre de 1977 y septiembre de 1978, el poder adquisitivo de los activos de la OPEP denominados en dólares había disminuido en un 40% debido a la recaída del dólar. Por otra parte, sin embargo, la proporción en la que los árabes habían comprometido sus ahorros en dólares ligaba su suerte al destino del dólar. Arabia Saudita se había convertido en el país que más tenía que perder en caso de que la OPEP adoptara una canasta de monedas poniendo en entredicho la confianza en el dólar (las inversiones sauditas estaban denominadas en dólares en aproximadamente un 83% y el 90% de los ingresos del gobierno saudita en 1979 consistían en dólares). Fue por ello que el enfoque adoptado por el Departamento del Tesoro frente al debilitamiento del dólar estribaba en que EE.UU. y Arabia compartían el “interés común” de salvaguardar la posición del dólar: la
confianza en el dólar permanecía frágil. Los recientes y cada vez más frecuentes nuevos reportes acerca del desencanto de la OPEP con el uso del dólar trastornan el mercado. Si la OPEP cambia la unidad de cuenta de la cotización del petróleo precipitaría una gran reacción del mercado, lo cual no sería ni del interés de los árabes, ni de otros miembros de la OPEP ni de EE.UU. (20)
Finalmente, en el otoño de 1978 se realizó el acuerdo mediante el cual Arabia se comprometió a no permitir que los DEG (Derechos Especiales de Giro) se convirtieran en una reserva monetaria significativa. A cambio de la fidelidad al dólar y de crecientes sumas en créditos suministrados al FMI, se otorgó a los árabes una mayor representación en el reparto de votos del FMI. La cuota de Arabia se incrementó en 350%, lo cual permitió que este país ascendiera al sexto lugar dentro de los miembros del FMI. Al mismo tiempo, EE.UU. se aseguró de no perder su preponderancia dentro del FMI. En vista de que el porcentaje de voto de las naciones de la OPEP tenía que incrementarse de acuerdo con sus aportaciones y que EE.UU. perdería su poder de veto, Washington retrasó cuatro años la reforma en el sistema de votación (de cuando estaba programada en 1974 a 1978) hasta que se redujo el porcentaje de votos necesario para vetar una decisión (de 20 a 15% de los votos), lo que permitió a EE.UU. seguir manteniendo su poder de veto. (21)
Una vez despejada la amenaza de ruptura del vínculo entre el petróleo y el dólar, EE.UU. no sólo garantizó la continuación del reciclaje de petrodólares sino que dio un paso aún más trascendental: ofreció un firme apoyo al dólar como moneda hegemónica y con ello al señoreaje y financiamiento automático de su balanza de pagos. El mecanismo de reciclaje de reservas en dólares de bancos extranjeros en bonos del Tesoro quedó así amarrado a dos anclas clave del sistema que refuerzan el volátil sustento de la confianza. En primer lugar, la propia naturaleza del sistema de tipos de cambio flexible que sustituyó al sistema de tipos de cambio fijo de Bretton Woods, obliga a las naciones a acumular dólares en reservas para sostener el tipo de cambio de sus monedas y estar en posición de enfrentar ataques especulativos contra sus monedas. El otro gran refuerzo al papel del dólar como moneda de reserva es la cotización del petróleo en dólares. Esto quiere decir que EE.UU. imprime la moneda que utilizan las naciones para comprar petróleo a los países exportadores de petróleo y que los ingresos por concepto de exportación de petróleo obtenidos por estos países (petrodólares) son reciclados a EE.UU. vía bonos del Tesoro u otros activos como acciones y bienes raíces. Siendo la principal moneda de reserva de valor, esto es, la que tiene mayor aceptación entre los inversionistas para resguardar y capitalizar sus activos, el dólar es el destino principal de los ingresos por concepto de exportación de petróleo, particularmente de aquellos exportadores con grandes volúmenes de excedentes financieros como son los productores del Golfo Pérsico. El hecho de que los ingresos petroleros en dólares no sean objeto de conversión a otras monedas al invertirse en la misma moneda en la que fueron obtenidos, se combina con el atractivo que ejerce el grado de desarrollo del mercado de capitales norteamericano. Por otro lado, los países importadores de petróleo tienen en sus reservas en dólares el medio a través del cual se adquiere el insumo esencial con el cual se mueven sus economías: los energéticos, y en particular, el petróleo.
El dólar ha dejado de estar respaldado por el oro, pero ha pasado a estar respaldado por el petróleo y, ciertamente, por el petróleo ajeno, ya que a diferencia del patrón dólar-oro en el que EE.UU. resguardaba el oro propio que respaldaba sus dólares (aunque, como hemos visto, esto tampoco fue completamente así) ahora el petróleo que respalda al dólar es el petróleo del resto del mundo y, en particular, el de Medio Oriente. A nivel nacional, el dólar es una moneda fiduciaria, lo que quiere decir que su valor depende de la confianza u obligación legal para ser utilizada como medio de pago, (22) pero a nivel internacional ninguna moneda puede ser aceptada como medio de pago a menos que garantice la compra de alguna mercancía valiosa. (23) La importancia del petróleo en la economía moderna trasciende el hecho de ser la principal materia prima dado el efecto que ejercen las variaciones de su precio en los tipos de cambio, la cantidad de moneda en circulación, las tasas de interés y la distribución de los ingresos a nivel internacional. De hecho, el petróleo posee características que el oro nunca tuvo durante la era del patrón-oro, pues mientras que el precio del oro afectaba a la cantidad de dinero en circulación, el precio del petróleo afecta a la estructura de costos de toda la economía. (24)
La relación petróleo-dólar es, en realidad, una relación circular que se autorefuerza: no sólo ocurre que los ingresos por concepto de exportación de petróleo se resguardan en dólares en tanto que el dólar es la principal reserva de valor, sino que, a la inversa, la trascendencia de la vinculación del dólar con el petróleo reside en que esta relación se ha convertido en el ancla que da sustento al rol del dólar como principal reserva de valor. Del papel del petróleo como energético fundamental de las economías contemporáneas y, por tanto, como producto que registra las transacciones más importantes en el comercio internacional, se deriva la necesidad ineludible de contar con dólares para adquirir energía. Esto es, el consumo de energía es al mismo tiempo demanda de dólares. En ese sentido, el sustento energético del dólar como moneda internacional es de capital importancia para la definición del alcance del desafío que representa el euro en tanto que moneda internacional alternativa. La vinculación del dólar con el petróleo no es, sin embargo, un resultado fortuito determinado exclusivamente por la inercia o la racionalidad económica. En realidad, el fenómeno conocido como “hegemonía del dólar” es una creación geopolítica construida sobre la particularidad de que las mercancías críticas, principalmente el petróleo, están denominadas en dólares, y ha sido el ejercicio del poder político-militar estadounidense lo que ha permitido la vigencia y duración del petrodólar. (25)
(1) La segunda característica más importante del sistema Keynes-White de Bretton-Woods era la prohibición de que los operadores financieros privados realizaran movimientos de fondos libremente alrededor del mundo, confiriendo a los bancos centrales importantes facultades para controlar y evitar dichos movimientos financieros. Si se permitía, en cambio, el cruce de fronteras de fondos para la inversión extranjera productiva.
(2) Con objeto de hacer frente al rechazo del resto del mundo por la medida de “cerrar la ventana del oro”, la administración Nixon apoyó la realización de una conferencia sobre la reforma monetaria internacional, la cual fue auspiciada por el FMI a través del denominado Grupo de los Veinte entre 1972 y 1974. La idea principal era establecer un sistema reformado en el que los Derechos Especiales de Giro jugaran un papel central como ancla monetaria mundial a la cual se subordinaría el dólar. Pero en realidad, la administración Nixon sólo buscaba ganar tiempo para llevar a cabo su proyecto de remodelación del sistema monetario internacional.
(3) Para quien desee pedir o prestar dinero el tamaño del sistema financiero es un factor muy importante. Mientras mayores son los recursos y alcances del mercado es más probable que sea más competitivo en sus tasas para prestatarios. Para aquellos que buscan obtener ganancias de los títulos es más seguro un gran mercado con tasas muy altas de compra y venta, ya que se pueden retirar fácilmente en cualquier momento encontrando un comprador para sus bonos o acciones. Por otra parte, para el inversionista es mucho mejor colocar el dinero en un operador diversificado que absorba pérdidas en un área y las compense con ganancias en otra. Así, el tamaño y profundidad de los mercados financieros de EE.UU. actúan como un poderoso atractivo para que los inversionistas coloquen sus fondos en el centro financiero del dólar.
(4) Gowan, Peter. The Global Gamble. Washington’s Faustian Bid for World Dominance. Londres, Nueva York, Verso, 1999, pp. 19-25.
(5) Como resultado de la Segunda Guerra Mundial las naciones derrotadas quedaron privadas de acceso al petróleo, situándose con gran desventaja en las rivalidades económicas entre países industrializados. El petróleo quedó controlado por las “Siete Hermanas” anglosajonas (Exxon, Mobil, Chevron, Texaco, Gulf Oil, British Petroleum y Royal Dutch Shell). La Segunda Guerra Mundial deparó también un nuevo reparto entre EE.UU. y Gran Bretaña. Entre 1940 y 1967, las compañías de EE.UU. incrementaron su control sobre las reservas del Medio Oriente de 10% a 60% mientras que el control británico cayó de 72% a 30%. Washington logró arrancar concesiones del petróleo iraní que hasta el momento monopolizaba la compañía británica Anglo Persian. Este esfuerzo culminó con la expulsión del gobierno nacionalista de Mossadegh y la restauración del Sha, conseguido con participación de la CIA y el boicot estadounidense a las exportaciones de ese país. Estados Unidos logró así apoderarse del 40% de la industria petrolera iraní. Japón y los países europeos continentales buscaron en Irak e Irán la posibilidad de un acceso preferencial al suministro de petróleo, sobre todo a partir de la nacionalización de la industria petrolera a inicios de los setenta y el derrocamiento del rey iraquí en 1958 y del Sha iraní en 1979. No obstante, la preferencia por la URSS en el caso de Irak, la guerra Irak-Irán en los ochenta y las sanciones contra Irak en los noventa disminuyeron las posibilidades europeas (Tanzer, Michael, “Oil and Military Power in the Middle East and The Caspian Sea Region”, Parte I, 28 de febrero, 2002 y Parte II, 6 de marzo, 2002, Global Policy Forum, globalpolicy.org , globalpolicy.org ).
(6) A comienzos de la década de los setenta la nación más poderosa del mundo daba muestras de agotamiento y declive relativo frente a sus más importantes rivales económicos. La participación de EE.UU. en el ingreso mundial se redujo de 36% (comprendidos los países socialistas) en 1955 a 30% en 1971, mientras que la contribución dentro del total de las exportaciones de los seis principales países industrializados pasó de 22% en 1955 a 18.5% en 1970. Una tendencia que de haber mantenido su pendiente parecía condenar a la economía de EE.UU. a una pérdida de influencia con mayor velocidad aún que la registrada por Gran Bretaña y los Países Bajos en el pasado (Parboni, Riccardo. “El arma del dólar. De Nixon a Reagan”, Investigación Económica, vol. 47, no. 183, enero-marzo, 1988, p. 11).
(7) Aunque el incremento en los precios del petróleo en 1973 ha sido comúnmente atribuido a la reacción árabe frente a la guerra de Yom Kippur, en realidad, fue una medida inducida por EE.UU. y dirigida contra sus “aliados”, Europa occidental y Japón. La administración Nixon planeó el incremento de los precios por parte de la OPEP dos años antes de que la OPEP lo hiciera, y a inicios de 1972 la administración dispuso que los bancos privados de EE.UU. reciclaran los petrodólares después de que la OPEP elevara los precios (Gowan, Peter. The Global Gamble..., op. cit., p. 21; Terzian, Pierre. La increíble historia de la OPEP, Miami, Macrobit, 1988 y Kuburi, A.A. y S. Mansur. “The Political Economy of Middle Eastern Oil”, en Stubbs, R. y G.R.D. Underhill. Political Economy and the Changing Global Order. EE.UU., McLelland & Stewart, 1994).
(8) Las tasas de interés que ofrecían varios bancos al capital de la OPEP eran negativas. Por otra parte, los banqueros temían quedar ahorcados por el lado de los pasivos debido a la naturaleza cortoplacista de los depósitos árabes, y del lado de los activos debido al riesgo de sobrepasar los límites prudentes de crédito para cualquier prestatario (Spiro, David. The Hidden Hand of American Hegemony. Petrodollar Recycling and International Markets, Ithaca-Londres, Cornell University Press, 1999, p. 37).
(9) Los bancos no prestaron a todos los países y el FMI se encargó de proveer financiamiento para el ajuste de balanza de pagos de 150 miembros. En 1970, tan sólo 17 naciones representaron el 51% del crédito privado a todos los países subdesarrollados (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa de Marfil, Costa Rica, Ecuador, Filipinas, Jamaica, México, Marruecos, Nigeria, Perú, Uruguay, Venezuela y Yugoslavia). En 1975 se mantuvo la misma cifra y en 1980 subió a 53%. Para 1980, el 29% de todo el crédito garantizado por el Estado otorgado por prestamistas privados a países en desarrollo fue para los países exportadores de petróleo. En 1970, estas naciones representaban sólo 20% de estos créditos (ibidem, p. 64).
(10) El endeudamiento de los países subdesarrollados se incrementó en una tasa exponencial desde 1970: de 50 mmdd a cerca de un billón de dólares en 1990. Más de la mitad de esta deuda provino de acreedores oficiales, mientras que el porcentaje de crédito privado que participó en este endeudamiento no cambio notablemente. En 1970, los acreedores privados (esto es, bancos y compradores de bonos) representaron 40% de toda la deuda garantizada por los gobiernos de los países subdesarrollados. Esta cifra pasó a 55% en 1975 y 54% en 1980, alcanzó su pico en 1985 (58%) y cayó a 47% en 1990. De acuerdo con David Spiro, un incremento de 40 a 54% en una década es ciertamente significativo pero no representa un traslado global de fuentes de financiamiento oficiales a mercados privados. Esto quiere decir que los mercados privados de capital no fueron el principal conducto para el financiamiento del ajuste de balanza de pagos. Los déficit de cuenta corriente relacionados con el petróleo en los países subdesarrollados con menos ingresos fueron financiados fundamentalmente con ayuda externa de gobiernos e instituciones internacionales. Parte de esta ayuda provino de la OPEP pero la mayor parte de los miembros de la OCDE. Así la principal fuente de financiamiento de los déficit de cuenta corriente vinculados al petróleo provino de ayuda de las naciones industrializadas (ibidem, pp. 63, 73 y 68).
(11) Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Gran Bretaña.
(12) Entre 1973 y 1981, los cinco grandes tuvieron un superávit de 227.3 mmdd mientras que otras economías industrializadas tuvieron un déficit de 142.6 mmdd. Las naciones industrializadas en su conjunto quedaron con un superávit de 84.7 mmdd. Las naciones menos desarrolladas y no exportadoras de petróleo experimentaron un creciente déficit comercial entre 1973 y 1981. Las exportaciones de otras naciones industrializadas a los países subdesarrollados permanecieron comparativamente bajas en los setenta, mientras que las de los cinco grandes crecieron a una tasa exponencial. Los países industrializados, en competencia unos con otros para corregir su cuenta corriente, trasladaron su déficit estructural sobre los países de reciente industrialización. El capital sobrante del Primer Mundo fue depositado en los bancos que prestaron a las naciones del Tercer Mundo que importaban bienes del Primer Mundo y ello ocurrió con anterioridad al inicio del reciclaje de petrodólares. Las exportaciones de bienes manufacturados de los países desarrollados hacia estos países creció exponencialmente en los últimos treinta años (entre 1965 y 1980 una gran parte de estas exportaciones fue de maquinaria y equipo). Catorce países, casi todos de industrialización reciente y exportadores de petróleo, acapararon 75% de todo el crédito privado otorgado a países subdesarrollados antes de que diera inicio el reciclaje de petrodólares. El financiamiento de estos países permaneció más o menos constante, independientemente de los shocks petroleros. En realidad, el reciclaje de petrodólares hacia este grupo de países se sumó a una tendencia preexistente.
(13) Para 1981, 3/4 del superávit de la OPEP había sido invertido en las naciones industrializadas: 25% en EE.UU., otro 25% en el resto del mundo industrializado y 30% en los eurobancos (los cuales incluyeron sucursales de bancos de EE.UU.) De hecho, si se combinan las cifras de los depósitos de la OPEP en eurobancos, bancos de EE.UU. y Gran Bretaña, los depósitos bancarios representaron 38% de todas las inversiones de la OPEP (ibidem, p. 57).
(14) Ibidem, p. 31
(15) Aunque, en realidad, el precio promedio que las autoridades sauditas pagaron por lo bonos fue sólo marginalmente más barato que el precio pagado por las firmas privadas.
(16) Muy comúnmente se ha argumentado que las inversiones árabes obedecieron a estímulos que, aunque unilaterales, fueron estrictamente económicos. En ese sentido, se ha dado constancia de que el diseño financiero de SAMA fue elaborado por ocho asesores de inversiones (cuatro de la firma White Weld, posteriormente perteneciente a Merrill Lynch, y otros cuatro de Baring Brothers) cuyo criterio de evaluación fue estrictamente financiero. David Mulford, conocido como el “arquitecto del portafolio de SAMA”, declaró que no existía absolutamente ninguna influencia de carácter político en la toma de decisiones de las inversiones del banco saudiárabe. Sin embargo, hay pruebas que contradicen sus declaraciones. En 1974, por ejemplo, Mulford ni siquiera se dio por enterado de la adquisición de obligaciones del gobierno de EE.UU. por parte de SAMA por valor de mil millones de dólares. Las colocaciones fueron manejadas por la Reserva Federal de Nueva York después de ser aprobadas por el Departamento de Tesoro. Fue una compra pactada de banco central a banco central en la cual no participaron los asesores de inversión, lo cual deja entrever que muy probablemente ésta fue la práctica dominante (ibidem,114-115).
(17) Ibidem, p.116.
(18) Ibidem, p. 118.
(19) Klare, Michael. “La geopolítica de la guerra”, The Nation, 5 de noviembre, 2001, reproducido por La Jornada, 6 de noviembre, 2001, pp. 6-7.
(20) Comunicado de Fred Bergsten a Blumenthal, citado en Spiro, D. The Hidden Hand..., op. cit., p. 123. En respuesta al riesgo percibido, el secretario de Estado, Cyrus Vance, destacaba la importancia de la cooperación como medio para refrendar los lazos entre EE.UU. y Arabia, por lo que propuso que la Comisión Conjunta se encargara de producir proyectos para Arabia “con resultados altamente visibles y tangibles”. Sin embargo, a pesar de la ejecución de algunos proyectos, se temía que éstos no pudieran compensar la posible decepción de Riad por la falta de acuerdos de paz en Medio Oriente o la negativa del Congreso para venderles aviones F-15.
(21) En el FMI el poder del voto se determina de acuerdo con la cantidad de dinero que se aporta al organismo. En 1978, la participación de EE.UU. cayó por debajo de 20% por primera vez en la historia de este organismo. La cuota de EE.UU. había caído de 30% en 1949 a 25% en 1959, y a 19.52% en 1978.
(22) Según la definición de fiduciario: dícese de las cosas cuyo valor depende de la confianza o crédito que merezcan. Se denomina dinero fiduciario al emitido por el banco central, cuyo valor real o de mercado es inferior a su valor facial o de cuño (Suárez, Andrés. Diccionario de Economía y Administración. Madrid, McGrawHill, 1992, p. 129).
(23) “The War to save the dollar”, NoFear.org , 7 de abril, 2003: nofear.org
(24) “Control Over the Oil Market in a Epoch Where Finance Dominates”, Prometeo, 17 de junio, 1999 geocities.com .
(25) Harris, Paul,. “America’s War Against Europe”, Northstar Compass , y Liu, Henry, “Dollar hegemony has got to go”, Asia Times, 11 de abril, 2002 atimes.com .
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