IV

Para comprender a fondo la función de cada uno de estos niveles sería preciso abordar los problemas de la cosificación de la conciencia del proletariado y la función crítico-develadora de la praxis revolucionaria. La crítica marxiana de la falsificación de la conciencia de clase - e indirectamente del objetivismo determinista - comienza justamente con la denuncia del sistema que entraña la reificación de las personas, de sus relaciones sociales y la personificación de las cosas. A la cualidad económico-fetichista de la objetividad social en el capitalismo, inherente a las relaciones de mercado, es imputable la apariencia de una legalidad natural ciega que domina todos los eventos y fenómenos sociales relevantes en la época burguesa.Para comprender a fondo la función de cada uno de estos niveles sería preciso abordar los problemas de la cosificación de la conciencia del proletariado y la función crítico-develadora de la praxis revolucionaria. La crítica marxiana de la falsificación de la conciencia de clase - e indirectamente del objetivismo determinista - comienza justamente con la denuncia del sistema que entraña la reificación de las personas, de sus relaciones sociales y la personificación de las cosas. A la cualidad económico-fetichista de la objetividad social en el capitalismo, inherente a las relaciones de mercado, es imputable la apariencia de una legalidad natural ciega que domina todos los eventos y fenómenos sociales relevantes en la época burguesa. Marx había advertido la conexión interna guardada por los procesos conjuntos de alienación-reificación con la falsificación ideológica de la consciencia del proletariado. Según Marx, el carácter típico del universo fenoménico capitalista estriba en que las relaciones celebradas entre las personas se manifiestan y operan bajo el aspecto de relaciones materiales entre cosas; como consecuencia, las verdaderas relaciones sociales quedan ocultas bajo la envoltura externa de las cristalizaciones del trabajo humano. Por consiguiente, la cualidad específica de la estructura de la realidad capitalista es la inversión fetichista de las relaciones sociales a causa de la generalización del cambio de mercancías. En vez de aparecer directamente como un conjunto de relaciones humanas, las relaciones sociales aparecen como un sistema independiente de relaciones materiales. Por cosificación de la consciencia social debemos entender, por tanto, la posición acrítica en que permanece la consciencia bajo el influjo de las formas falsas de objetividad social emanadas de las relaciones sociales mercantilizadas del capitalismo (cuya mediación lleva implícita la mistificación de las estructuras sociales subyacentes a la economía de cambio). Prisionera de las formas fetichistas de objetividad social propias de la era burguesa, la consciencia no reproduce el proceso real de constitución de las cristalizaciones fenoménicas de la sociedad; nos presenta, en cambio, un conjunto de estructuras sociales y económicas existentes per se. Aunque, efectivamente, en sus orígenes estas formas y fenómenos dependen del desenvolvimiento histórico de las acciones y vínculos de las personas, al condensarse en el marco del sistema de relaciones fetichistas de mercado, adquieren, finalmente, una quididad cósica que los saca de la esfera de las relaciones humanas y del control consciente para colocarlos bajo el dominio aparente de una legalidad natural ciega. Su efecto inmediato es que las leyes de su propia práctica social se levantan ante los hombres como leyes naturales, exteriores y dominadoras, a despecho de haber sido engendradas por ellos. Desde el prisma de la consciencia inmediata, la "realidad social" aparece, por tanto, como un reflejo invertido de las relaciones sociales constitutivas del modo de producción capitalista.

Tal es razón por la cual Marx y sus seguidores más coherentes han denunciado y subrayado, entre las repercusiones más notables de la praxis burguesa, la existencia de una pseudoconcreción asociada al extrañamiento fetichista de los objetos y emanaciones de la actividad humana con la consiguiente emergencia de un universo de formas sociales materiales hipostasiadas, a las que se liga funcionalmente la conciencia operatoria de las clases del capitalismo. Junto a las restricciones mentales a que la división-parcelación del trabajo condena al sujeto, el fetichismo de las mercancías aporta la condición “natural” responsable de la mistificación del capitalismo y de la distorsión ideológica de la consciencia social.

Sin detenerse en este punto, las consideraciones de la crítica marxiana han atribuido a las condiciones arriba señaladas no sólo la causa de las distintas mistificaciones ideológicas burguesas, sino una función céntrica en el desajuste entre los niveles de comprensión humana y el grado de evolución de los procesos objetivos “externos” de la sociedad. La conspicua resección entre la consciencia y las fuerzas que dinamizan a la sociedad halla su explicación tanto en la forzada escisión del hombre en sapiens y faber por efecto de la división-parcelación del trabajo, como en la substantivación del mundo de relaciones materiales en el que se inserta la actividad humana. Uno de sus resultados principales es que la subjetividad humana y los procesos objetivos que se registran en la sociedad, al situarse en planos dicotómicos y opuestos, mantienen una relación asincrónica y marchan según líneas de desarrollo independientes. En virtud de esta peculiar ruptura, la consciencia asume, al mismo tiempo, un papel pasivo y deviene ajena a los procesos que ocurren en el “mundo externo”, sometiéndose irremediablemente al poder de las fuerzas que lo gobiernan. La disociación de la acción y la perspectiva individual respecto de la dirección seguida objetivamente por el proceso social y su encartujamiento en los compartimentos de la división del trabajo, muestran una de las fuentes de la mistificación ideológica del capitalismo. Gracias a ella, el mundo exterior aparece en la conciencia como mero reflejo ideológico invertido, si es lícita la expresión, de un universo hipostasiado de relaciones materiales en cuya creación no le cabe ningún rol decisivo. Además de fragmentar el conocimiento y la experiencia social en una multiplicidad de visiones parciales sin conexión interna entre sí, la parcelación y especialización abstracto-formal del trabajo imponen, por tanto, una extrema limitación mental al sujeto, acrecentando su postración y la función meramente reflexiva de la conciencia.

Bajo dicha óptica, el mundo permanece envuelto en un perpetuo caos y las tentativas de reconstruir el proceso real de génesis y desarrollo de la sociedad o de reproducir idealmente su estructura total de relaciones, se extravían en medio de una multitud de perspectivas limitadas y una masa abigarrada de hechos dispersos, carentes de núcleo, sin orden ni concierto comunes. La experiencia y la percepción de los hombres en la sociedad es totalizada por un mundo dividido en departamentos cerrados, en el que las constelaciones fácticas, por ser consideradas desde una óptica ciega a las articulaciones sociales, causan la impresión de existir por sí mismas, con absoluta suficiencia y autonomía respecto de los nexos y movimientos que, bajo una consideración histórica, deberían dar lugar a las concretas estructuras sociales. La consecuencia de ello es que la gran mayoría de los individuos vive sin consciencia del sistema de relaciones sociales que proporciona las estructuras para el continuo proceso de intercambio, producción y reproducción de la sociedad. (31)

He aquí por qué, pese a que el propio desarrollo de cada clase, en cuanto fuerza esencial de modo de producción capitalista, se halla en conexión inmanente con el desarrollo de la totalidad social y sus contradicciones, el estado de su conciencia suele ser inferior a las necesidades y demandas del proceso histórico. La formación de la subjetividad social en un universo de relaciones de enajenación y cosificación determina que la consciencia de los miembros de la clase esté por lo regular en retraso respecto del desarrollo de su ser social y de las exigencias y tareas que dimanan del proceso histórico mismo, en conexión íntima con ese ser. No obstante la posibilidad teórico-científica de reproducir idealmente la estructura de la realidad y de establecer, a nivel del método y la comprensión del desarrollo histórico, la prognosis del derrumbe del capitalismo, de la que hemos hablado a lo largo de estas notas - y que, conforme se verá después, brinda un espacio vital al partido revolucionario - existe una tendencia real a la ausencia de coordinación y concordancia directa entre ser y consciencia sociales relacionada con el desfase entre el ritmo regular de la conciencia del hombre alienado y el seguido por el mundo objetivo. Mientras que la conciencia individual está atrapada en el movimiento isócrono de una praxis reiterativa - aludimos aquí al ámbito de la cotidianidad y del trabajo - el mundo a su alrededor discurre de acuerdo a una incesante construcción y destrucción de fuerzas y objetos sociales en función de las necesidades de una totalidad suficiente per se e inalcanzable desde la óptica restricta del sujeto individual.

El influjo psíquica e ideológicamente deformante y mistificador que tienen el imperante fetichismo de las mercancías y la división del trabajo explica el curso asincrónico de los movimientos de la conciencia y los del mundo objetivo: en lugar de un nexo de correspondencia biunívoca, tiende a celebrarse entre ambos momentos una relación dialéctica, una unidad contradictoria y cambiante en el tiempo, caracterizada por la continua tensión entre la consciencia (por lo regular inadecuada y en retraso) y el ser social, cuyo desarrollo está referido al avance - y a los conflictos - de la estructura de la sociedad como un todo. El estado de continua tensión que caracteriza las relaciones de la superestructura mental de las clases (influida por una multiplicidad de factores históricos no siempre directamente vinculados a la época actual) con la estructura objetiva de la realidad es él mismo un subproducto de la alineación.

¿Es, cuando menos, corregible esta inadecuación? No mientras la praxis se sitúe en el contexto de condiciones sociales básicamente alienadas y reificadoras en las que los individuos están apartados y sometidos a sus propias facultades y creaciones como un poder material exterior erigido sobre y a expensas de ellos. Por consiguiente, afincamos la superación de este estado no en las puras voliciones de la conciencia autónoma, sino en el decurso mismo de las colisiones preparadas por el mismo desarrollo capitalista y la alteración de la praxis. Tal cosa nos remite directamente al otro aspecto sobre el que deseamos enfatizar. Éste versa alrededor del carácter dinámico de la consciencia de clase. Si en la condición material y espiritual del proletariado mediara siempre un vínculo fijo e inextricable con los procesos de reificación y alineación, sometiendo siempre sus vivencias en todos los ámbitos de la actividad y del pensamiento a la división-parcelación del trabajo y al poder de la hipóstasis fetichista de las relaciones de la economía de cambio, podríamos admitir que la masa trabajadora jamás estaría en situación de acceder por sí misma a la consciencia comunista (distinta de la "consciencia de clase psicológica" de la que hemos hablado arriba). Admitimos que en condiciones normales la actividad, los intereses y la conciencia de la clase se ligan a la evolución del capitalismo. Pero tan pronto irrumpen abruptamente las contradicciones de la acumulación, se propician rupturas más o menos profundas en estos tres niveles. No hay ningún carácter connatural a su condición de clase que impida al proletariado el acceso a la conciencia comunista. Solo la ausencia de los factores dinamizadores y subversores presentes en la praxis revolucionaria pueden explicar la falta de esta consciencia. Pero dicha ausencia, considerada en sí misma, es tan sólo momentánea. En manera alguna es extrapolable a todo el proceso histórico porque depende de condiciones existenciales absolutamente mudables - y que, de hecho, mudan incesantemente - en el seno del capitalismo. Dada la estructura social materialmente contradictoria y la lucha de estas clases registrada a lo largo de la evolución social, la consciencia no es algo ya dado de una vez y para siempre, no es algo siempre sometido uniformemente a la hegemonía ideológica de la clase económicamente dominante, sino, igualmente, un factor cambiante del proceso histórico, en el que juega el papel tanto de objeto condicionado (por la evolución económico-material de la sociedad) cuanto de fuerza material operante (en la media que expresa el ser social de una clase potencialmente revolucionaria).

Precisamente porque la mente de los proletarios ha sido moldeada por la experiencia del capitalismo, la posibilidad histórica del nacimiento de la consciencia comunista está unida al curso del conflicto que hace caer los velos ideológicos en congruencia con las fuertes rupturas y conmociones sociales inherentes a la dinámica contradictoria de la acumulación capitalista y a la consiguiente colisión material de las clases. Por las razones que hemos señalado en otro lugar, la consciencia del proletariado no es completa y directamente la de su condición estructural: sino que presenta diferentes grados de desarrollo de conformidad al avance, el estancamiento o el retroceso de la lucha de clases. En gran parte, el trabajo de esclarecimiento consciente de las clases es obra del mismo capitalismo y, en cualquier caso, guarda un nexo genético con las conflagraciones sociales derivadas de la estructura material contradictoria inherente a dicho modo de producción. No se puede olvidar que, justamente debido a encarnar toda la negatividad de la sociedad capitalista, en el proletario se encuentra in nuce la posibilidad de la máxima conciencia crítica y el mayor poder eversivo contra esa sociedad. Ya el simple dato sociológico de ocupar una posición objetivamente distinta en la estructura de producción, impone a los miembros individuales de las clases la necesidad de diferenciar de modo espontáneo sus intereses materiales. El choque de estos intereses da lugar a la organización y a la lucha de los diversos individuos como una clase. Tales organizaciones y luchas revisten diversos niveles de amplitud e intensidad según que el capitalismo se encuentre o no en capacidad de absorberlas en su propio desarrollo. De ello depende, además, la dirección que tome su movimiento. Esto significa, dicho de otro modo, que la corrección de los estados de inadecuación de la conciencia social puede efectuarse sólo en aquellos momentos especiales de la historia en que se encuentran reunidas todas las condiciones tanto objetivas como subjetivas para la plena constitución del proletariado en clase. En este acto, el sujeto revolucionario retoma conscientemente su destino y asume como tarea fundamental el control del proceso social en su conjunto.

La profunda capacidad hermenéutica que suele reconocérsele a la crítica marxiana de la economía política no hubiese sido posible sin la emergencia del proletariado moderno y fuera de su praxis. Gracias al desarrollo de la actividad revolucionaria del proletariado - al cual se liga el nacimiento y avance de la conciencia y de la teoría críticas - se pudo identificar el carácter histórico, mudable, de las formaciones sociales y, sólo entonces, fue posible penetrar y captar el núcleo interno de la estructura de la realidad capitalista. Metafóricamente hablando, el derrumbamiento teórico del capitalismo (la ciencia crítica que Marx nos ha legado en El Capital) puede y debe ocurrir antes del derrumbamiento práctico, como parte de la preparación revolucionaria y del potenciamiento de la conciencia de clase que anteceden al derrocamiento de la burguesía y el Estado en la acción insurreccional. Hablando en términos históricos, no hay otro camino para superar el estado de retraso subjetivo de la humanidad y acceder, a la sazón, a una conciencia cabal y coherente del mundo, que el que sigue la destrucción de la pseudo-concreción - o falsa totalidad - en que cristaliza el sistema de relaciones fetichistas de mercado. Solamente con el fin del sometimiento del hombre al sistema que cosifica las relaciones humanas - presentándolas como relaciones entre los valores y precios de las mercancías cambiadas - y convierte al propio hombre en objeto de dominio y explotación del otro hombre, puede despojar a las formaciones sociales de su carácter natural e independiente y permitir un nexo transparente y directo entre la conciencia de los hombres y el mundo que los rodea. (32)

En consecuencia, la consciencia no es un simple dato pasivo ligado a la evolución de la estructura material de la sociedad, sino un elemento vivo y real que, unido a lo que los hombres producen y experimentan en un proceso del que son protagonistas, es capaz de traducirse en praxis (materializándose) y, por lo tanto, desempeña, en un sentido progresivo o regresivo, un papel activo, aunque condicionado, en la conformación de los movimientos sociales y sus cristalizaciones. En este sentido, la conducta y la consciencia de la clase tiene como contenido no sólo las determinaciones económicamente dadas, sino, además, su praxis histórica, es decir, el conjunto de acciones y experiencias que la clase ha llevado a cabo en el curso de los procesos en que está involucrada. Tal acumulado histórico - como lo denominaremos - ocupa en la formación de su conciencia un papel tan importante como el que suele asignársele en el discurso usual al movimiento propio de la infraestructura. Así, por ejemplo, el hecho de que el juicio sobre la objetiva situación actual y la vía indicada para la acción que de él deriva sea correcta no significa que las grandes masas del proletariado puedan comprenderlo súbitamente y reaccionen en la dirección indicada. Nunca debe olvidarse que la educación y la organización de la clase a lo largo de decenios se ha hecho en el terreno del oportunismo. Por décadas el oportunismo dominante ha habituado a los trabajadores a no observar los acontecimientos desde el punto de vista de los intereses generales del proletariado, sino a preocuparse in stricto sensu y ante todo de sus intereses personales o corporativos (referidos al oficio, a la fábrica o al limitado círculo profesional o partidario en torno al cual gravita cada esfera especial de la división del trabajo). Al hacerlo, ha logrado obscurecer la conciencia del proletariado, encausar a la clase obrera en una dirección oportunista y pequeñoburguesa y educarla en ese sentido. Encontramos aquí el motivo por el cual, no obstante el denso registro de notables luchas sociales y políticas revolucionarias del siglo XX, la ideología y la mentalidad desarrolladas en el periodo no revolucionario siguieron cumpliendo su rol reaccionario al evolucionar el cuadro general de la sociedad hacia una fase crítica de abierta confrontación entre las clases, frenando el surgimiento de las concepciones y la organización revolucionarias apropiadas a ella.

Procediendo conforme a una lógica contraria al GPM, pensamos, por tanto, que cuando se arriba a periodos o coyunturas históricas de ascenso de la lucha de clases, en los que no median términos de conciliación que sirvan para "remediar" o diferir transitoriamente los conflictos de clase, los velos de la mediatización ideológica pierden su efectividad. Las diferentes ideologías jurídicas, religiosas, políticas o filosóficas que presentaban hasta entonces a la sociedad y a los hombres de nuestra época como cristalizaciones o realizaciones de principios generales y abstractos extensibles a "toda la humanidad" (la igualdad, la libertad, la naturaleza humana, la especie, el ciudadano, etc.) entran en crisis al descorrerse los velos ideológicos por obra de la lucha de clases. Transparentadas las verdaderas relaciones que median entre los hombres, se evidencian también los intereses y los móviles concretos de su acción (normalmente encubiertos o disfrazados por las diferentes racionalizaciones ideológicas). Bajo tales circunstancias, los caracteres de la diferenciación social, presentes hasta ese momento de manera todavía vaga y difusa en lo que hemos llamado, siguiendo a Lukács, la 'conciencia de clase psicológica' - en cuanto aparecen mezclados con impurezas ideológicas - se afirman y refuerzan: a la sazón, el tránsito de la llamada clase en sí en clase para sí deviene posible.

He aquí por qué estimamos que el GPM, pese a reiterar insistente y correctamente la tesis de la hegemonía de la ideología burguesa sobre la conciencia de los hombres en las sociedades contemporáneas, ha olvidado advertir no sólo la posibilidad de que el carácter y el significado que tiene ese estado tienden a variar en dependencia de la condición de clase y de las circunstancias históricas de que se trate. Parece una perogrullada decirlo, pero son justamente estos aspectos elementales los que con más frecuencia se omiten. Nil sapientiae odiosius acumine nimio, solía decir el poeta latino Horacio. Todas las clases están, sin duda, bajo esa hegemonía, pero su condición existencial en el capitalismo crea en el proletariado - no de modo individual, sino colectivamente - las propensiones objetivas y subjetivas al choque con la sociedad, choque del que, además, no están exentos los mismos burgueses, pero ya no colectivamente, como clase, sino sólo como individuos. (33)

A propósito, el carácter ideológico del pensamiento burgués estriba, precisamente, en que se ha detenido en su propia praxis, en que no rebasa el horizonte de sus propias relaciones sociales, excluyendo la historia. Curiosamente, el GPM le impone el mismo límite a la conciencia del proletariado al fijarla rígidamente en su nivel tradeunionista. Con arreglo a la lógica de su raciocinio, el pensamiento y las actitudes proletarias, como perfecta adaptación al capitalismo, se desenvolverían al interior de praxis y visiones enteramente afirmativas, sin entrar jamás en contradicción antagónica con las formas sociales burguesas. (34)

Dicho enfoque es incluso inferior al de la propia dialéctica objetiva de la acumulación capitalista, la cual lleva consigo implícitamente praxis y formas de acción burguesas coherentes con la resolución crítica del ciclo. ¿Qué hace suponer al GPM que el proletariado permanecerá indefectiblemente atado al punto de visto inmediatamente precedente del tradeunionismo?

En su experiencia real, el proletariado no puede, en cambio, detenerse ni circunscribir su praxis en las formas establecidas para garantizar el intercambio social al interior del capitalismo. Conviene llamar la atención alrededor del hecho de que, desde los albores del capitalismo, el proletariado, en contraste con la burguesía, vive su sumisión a la ideología dentro del estado de escisión máxima que el trabajo alienado impone entre el pensamiento (y los deseos y los sueños) y la vida de esclavo asalariado que lleva (esto se hace especialmente patente en relación con la religión y los otros mitos colectivos, incluyendo los mitos seculares propiamente burgueses como "la libertad", "la justicia", "la igualdad", "los derechos humanos", aunque con un significado completamente diferente para cada una de las clases). Cabe señalar que, aun cuando el mundo mental del proletario sea igualmente artificial al de la burguesía, su representación ideológica es menos concretizable que la de los burgueses, precisamente por el hecho de verse reducido a una vida de trabajo y de sufrimiento a menudo vecina a la naturalidad de la vida animal. Recordemos que la burguesía tiene su otro cuerpo en el proletario: mientras aquélla desarrolla un nexo positivo con la alienación, el nexo del proletario es negativo. O dicho de otro modo: la ideología burguesa halla su negación inmediata en la existencia material del segundo. Los llamados “principios” de la burguesía - la libertad, la igualdad, etc. de los individuos - y sus formas político-jurídicas cristalizadas - el derecho, la democracia, etc. - pierden en el proletariado sus pretendidos atributos de “universalidad” y “necesidad”. Al igual que para Marx, para nosotros la alienación intelectual y cultural que padece el proletariado se halla unida a su condición estructural, la cual configura, en suma, el cuadro de la "enajenación" que fundamenta y explica la separación radical que media entre el mundo de la ideología y la realidad vivida por el proletariado. (35)

Precisamente porque la superestructura que los condiciona no ha devenido para ellos como para los burgueses en la existencia misma y porque, como se sabe, el impulso material es siempre más fuerte que toda creencia, cuando se despiertan a la lucha de clase, los proletarios aceleran la comprensión de los procesos reales. Tal lucha, cuya fuerza motora esencial reside en la tensión existente entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales capitalistas, es la encargada de introducir el factor dinámico. En la medida que distingue, reúne y centraliza a los elementos individuales del proletariado como una clase frente a la burguesía e imprime en éstos la consciencia de ser tales, es históricamente un resultado de la lucha y, por la misma causa, depende de la dimensión, las características, los niveles y las formas tomadas por ella.

El GPM no parece reparar en la circunstancia de que las mismas razones que lo llevan a pensar que el proletariado no pude acceder por sí mismo a la conciencia de clase comunista, valdrían igualmente para negar de modo radical todo ulterior movimiento de la historia; también, sin duda, servirían para justificar la intervención de un deus ex machina político que eventualmente insuflaría la conciencia de clase desde el exterior, alterando de manera más o menos calculada y putchista el curso de los sucesos... Nosotros, en cambio, presumimos la existencia de una especie de "consciencia de clase psicológica" que permite a los miembros de las clases subalternas advertir el abismo infranqueable que media entre sus respectivas posiciones e intereses en la sociedad, sin que ello implique necesariamente una comprensión profunda y razonada de los procesos y fenómenos sociales ni una conducta subversiva. Tal nivel de consciencia puede ser más o menos alto según que las luchas de clase tiendan, en función de cada estadio dado de la evolución capitalista, a intensificarse o relajarse y según el grado en que las distintas influencias ideológicas y praxis interfirieran o alienten estos procesos. En general, asumimos que en condiciones de evolución normal de la sociedad burguesa, los individuos de la clase tienden a conformarse a los ritmos de vida establecidos, arreglando sus actos e intereses a las pautas sociales de un universo cosificado; en tanto que en los periodos de crisis surgen y tienden a prevalecer conductas y formas de conciencia en ruptura con estructuras y superestructuras en colapso e incapaces de integrar los intereses y necesidades elementales de las clases subalternas en el ámbito del capitalismo, con el consiguiente resquebrajamiento de los mecanismos de cosificación de la conciencia de clase. Aunque el proceso de develamiento y crítica, asociado inicialmente a minorías comunistas de vanguardia, va aquí acompañado y reforzado por el paso a la actividad revolucionaria - hasta hacerse eventualmente generalizado - el aspecto determinante, aunque no el único, es, sin embargo, el ciclo de desarrollo capitalista y sus repercusiones sobre la existencia y la conciencia de las clases. Su influjo subyacente es siempre operante y determinante.

Sólo un tipo de conciencia que comprenda la totalidad de ese desarrollo y sus necesarias consecuencias históricas puede, por tanto, ser el punto de partida para la formación de una conciencia de clase racional y científica de los intereses históricos del proletariado. En este sentido, hay que distinguir claramente entre la conciencia de los simples individuos contingentes, la “conciencia psicológica” de clase y la consciencia racionalmente adjudicable a la misma. En el primer caso, hablamos de individuos replegados en su particularidad, dispersos, aislados e impotentes, sumidos, por obra de la descomposición abstracto-formal del trabajo, en sus actividades disgregantes y compartimentadoras y, en cuanto tales, altamente imbuidos por la ideología burguesa. Mientras permanece extraño a todo conflicto y no se ve impulsado por las condiciones objetivas de su existencia a unirse por sus propios intereses, resistiendo el ataque de sus enemigos de clase, el proletariado se disuelve en una masa abigarrada, cuya identidad social es trasladada casi involuntariamente a las formas sociales generales y abstractas creadas por la praxis fetichizadora y alienante del capitalismo. (36)

En el segundo caso, aludimos a la concordancia de la conciencia con las leyes capitalistas de la economía, en la medida que se manifiestan a lo sumo como conciencia espontánea de masas, evidenciando una estructura análoga a la del determinismo económico. Ahora bien, como expresión subjetiva de la total determinación por las leyes económicas, la conciencia psicológica puede moverse tanto en sentido afirmativo (en periodos de auge) cuanto de oposición (durante la fase declinante del ciclo capitalista). Aquí, los cambios y saltos evolutivos de la acumulación capitalista determinan en la colectividad proletaria cambios y saltos de conciencia más o menos reflejos. Y, en tercer lugar, hablamos de la consciencia racionalmente adjudicable a una clase en virtud de su condición estructural. En 'La Sagrada Familia' Marx ha abordado una problemática semejante al subrayar que cuando se habla de consciencia de clase no se hace referencia a lo que cada proletario o incluso un grupo de proletarios pretenda que es, “sino a lo que debe hacer con arreglo a su ser social”. La “conciencia de clase adjudicable” representa, por tanto, el rebasamiento de la inmediatez de la conciencia psicológica. Dicho rebasamiento no puede consistir sino en la capacidad de comprender la formación capitalista y el desarrollo de la lucha de clases desde su génesis hasta su completa extinción histórica. (37)

La consciencia de clase se puede definir como totalizante en la medida que es la de un sujeto-objeto que abarca el conjunto de las relaciones sociales y cuyo desarrollo en tanto que clase en sí refleja objetivamente el desarrollo y el carácter esencial de la totalidad social. En la Sagrada Familia, la Ideología Alemana, el Manifiesto y en las secciones finales de la Miseria de la Filosofía, Marx ha dado una clara explicación de la génesis de la consciencia de clase, de sus niveles y de su recorrido ligándola a las diferentes fases históricas que cubre la lucha de clase del proletariado contra la burguesía, cuyo curso de desarrollo no es lineal ni continuo, sino que depende, a nivel objetivo, de la evolución de su condición estructural en el seno del mismo capitalismo y, a nivel subjetivo, del esfuerzo volitivo y crítico del proletariado, en choque con lo que haga la propia burguesía para impedir el avance de su movimiento. Respecto al impacto real de las ideologías con efecto retroactivo - representativas generalmente de la tradición - o del poder paralizante de la vis inertiae del capitalismo sobre la conciencia del proletariado, habría que examinar en cada caso concreto cómo operan estas diversas influencias sobre las distintas direcciones de desarrollo posible de la conciencia del proletariado en el recorrido histórico.

El rol jugado por el oportunismo y la inercia del capitalismo pone de relieve la función que le asigna el Manifiesto Comunista a la vanguardia teórica y política revolucionaria: la de representar y salvaguardar la consciencia de la unión entre el presente y el futuro del movimiento proletario. La posición de vanguardia del partido comunista en el movimiento proletario significa, por tanto, el dominio metódico de las tendencias de desarrollo del capitalismo hacia la crisis, el cual ofrece al marxismo la posibilidad de fijar un momento de orientación del proceso histórico hacia el comunismo, en cuanto solución definitiva a las contradicciones estructurales de la sociedad capitalista y salida de la etapa prehistórica en que la humanidad estaba escindida en clases y, por consiguiente, condenada a la mera lucha canibalesca por la supervivencia.

A causa del desigual desarrollo de la conciencia del proletariado y de la imposibilidad de que éste entienda uniformemente las tareas históricas necesarias para superar el capitalismo, la separación organizativa entre el partido comunista y el proletariado es necesaria e inevitable. El hecho de que no medie una concordancia directa entre las exigencias del desarrollo histórico y la conciencia, de que, por el contrario, tiendan a prevalecer nexos mecánico-deterministas, relacionados con la lógica económico-fetichista del capitalismo, y, por lo tanto, sea imposible el acceso homogéneo del proletariado a la conciencia comunista, reclaman que el partido mantenga su posición de vanguardia organizativamente separada del resto de la clase. La función mediadora del partido comunista - la cual no es posible más que al interior de la lucha y en y mediante la lucha - ha sido hasta nuestros días una conditio sine qua non tanto para la constitución del proletariado en sujeto político de la revolución y la elevación de su conciencia hasta un plano general de clase, cuanto para la intervención revolucionaria exitosa del proletariado. En ese sentido, el partido es tanto más un resultado y una necesidad de la lucha que una premisa de ella. Su rol esencial es combatir y superar los factores de retraso de la conciencia de clase y de disgregación social del proletariado que impiden que su emancipación llegue a su término y cumplimiento. (38)

En la medida que supera el estado de la mera consciencia psicológica de masa - en cuanto puro reflejo condicionado por las leyes económicas ciegas del desarrollo capitalista - y abarca en su horizonte el cuadro total del proceso histórico - manteniendo también el dominio metódico del conjunto de la situación presente - el partido mismo es el instrumento llamado a la revolucionarización del proletariado, la cual surge más allá de las leyes económicas y la estructura determinista del capitalismo, cuando el proletariado no obra conforme al automatismo de las leyes, siguiendo maquinalmente la crisis objetiva misma, sino como sujeto capaz de una acción autónoma encaminada a destruirlas. Ya Engels, en su “Ludwig Feuerbach y el fin de Filosofía Clásica Alemana”, había enfatizado el giro de la dialéctica histórica y su paso a manos del proletariado.

La continuación de aquél giro metódico de su camino, el giro que empezó a apuntar, metodológicamente al menos, más allá de sus propias limitaciones, o sea, el método dialéctico en cuanto método de la historia, ha quedado reservada a la clase que era capaz de descubrir en sí misma y arrancando de su propia base vital el sujeto-objeto idéntico, el sujeto de la acción productiva, el ‘nosotros’ de la génesis, a saber: el proletariado. (39)

(31) La alternativa a la desintegración intelectual del mundo empirista de la división del trabajo y a los inevitables límites históricos y sociales del punto de vista burgués - y, particularmente, a su ineptitud constitutiva para reconocer la transitoriedad de las formaciones sociales y penetrar en los síntomas de su descomposición, en sus tendencias autodestructivas y sus contradicciones - es la firme adopción de un punto de vista de clase que encare el análisis y explicación de la realidad como totalidad. El punto de vista de clase del proletariado representa epistemológicamente el nivel de conocimiento científico superior de la realidad social en la actual época histórica. La clase colocada objetivamente en situación revolucionaria, cuyos intereses colectivos e individuales coinciden con las tendencias del desarrollo de la sociedad, escapan a la acción de los frenos psíquicos que intervienen en la aprehensión cognoscitiva de la realidad social; al contrario, sus intereses permiten una percepción más aguda de los procesos de desarrollo, de los síntomas de descomposición del viejo orden y de los signos precursores del nuevo orden, cuyo advenimiento esperan. A diferencia de la óptica burguesa, clase con intereses particulares contrapuestos con los del resto de la sociedad, el proletariado es una clase universal cuyos intereses coinciden con los de la gran mayoría y cuya emancipación implica poner fin a toda dominación y división de clases. Mientras la burguesías está interesada en realizar una apología que mistifique sus contradicciones, el proletariado no está obligado a ocultar el contenido histórico de su lucha (recordemos, a modo de ejemplo, que en tanto que la burguesía revolucionaria hablaba en nombre de la realización de los llamados “derechos del hombre”-1789-, el proletariado declara abiertamente su lucha por la realización de sus intereses de clase -1917). Solamente bajo una óptica de clase se puede presentar la exigencia de restablecer la unidad de la totalidad social en sus mediaciones y concatenaciones orgánicas como una condición del conocimiento objetivo de la realidad. Por tanto, la introducción, por Marx, del principio dialéctico-revolucionario en la ciencia social, representa el esfuerzo metodológico supremo dirigido a superar las visiones limitadas y restrictoras de las distintas disciplinas parciales (economía, sociología, psicología, derecho, etc.) que abordan el estudio de la realidad como un conjunto predeterminado de hechos y “estructuras” separados y cualitativamente acabados, dotados de suficiencia respecto de los continuos procesos de creación y destrucción de la realidad social. El marxismo dialéctico aborda el estudio de los fenómenos sociales - tanto en el campo de la estructura como en el de la superestructura - a través de la praxis histórica transformadora y del conocimiento de la sociedad como totalidad histórico-concreta en continuo movimiento. La recuperación de la perspectiva de la objetividad científica del conocimiento social no es posible más que a partir de la inequívoca y consecuente toma de posición a favor del proletariado, la clase que en la lucha librada al interior de la sociedad moderna representa los intereses de la emancipación humana. En efecto, en el terreno de las ciencias sociales, tanto las interrogantes desde las cuales se cuestiona a la sociedad, cuanto la elección de los objetos y problemas sobre los que recae el interés de la investigación, dependen enteramente del punto de vista de clase adoptado para inquirir en ellos. La “verdad”, la exigencia irrenunciable de un conocimiento teórico completo y coherente y sus consecuencias, se convierte en un valor ontológicamente ligado al proletariado y a sus intereses históricos racionales en el mismo sentido que el conocimiento constituye un factor fundamental del cambio o de la conservación social. El rechazo y la denuncia radical de toda pretensión de arrancar de/o de establecer una presunta objetividad neutra e imparcial, por encima de las divisiones y conflictos de la sociedad, como precondición para acceder al conocimiento cabal y “puro” de la "verdadera" y aséptica realidad social, constituye la parte más importante de la lucha contra la mistificación ideológica del conocimiento social por la burguesía que aspira a negar el carácter esencialmente contradictorio y perecedero de una sociedad estructuralmente fundada en la división y el dominio-explotación de una clase sobre otra; de este modo, el conocimiento verdadero de la sociedad aparece estrechamente unido a su transformación. Lukács ha dejado clara esta función al exhibir el nexo ontológico entre conciencia de clase, totalidad social y proceso histórico:

El autoconocimiento del proletariado - la clase que es la disolución fáctica del orden burgués - es, al mismo tiempo, conocimiento objetivo de la esencia de la sociedad. La persecución de los objetivos de clase del proletariado significa al mismo tiempo la realización consciente de los fines evolutivos objetivos de la sociedad, los cuales, empero, no podrían pasar de ser, sin la acción consciente del proletariado, meras posibilidades abstractas y limitaciones objetivas.

Ibídem, capítulo “La Cosificación y la Conciencia del Proletariado”.

Tal es, precisamente, la razón por la cual, en su denuncia de la conexión entre la falsa conciencia ideológica y las formas de objetividad fetichista del capitalismo, Marx propuso la destrucción del universo falso de la pseudo-concreción como premisa de un conocimiento teórico correcto. He aquí también por qué las directrices metodológicas y el contenido medular de la "crítica marxiana de la economía política" tiene como hilo conductor la lucha de clases y desemboca en la praxis revolucionaria.

(32) Como desenlace necesario del prolongado proceso revolucionario iniciado por el proletariado, la mediación del mercado desaparecería y el ambiente social en que se desenvuelven los individuos dejaría de ser un universo económico preexistente y operante con abstracción de las acciones de los hombres y de su voluntad, para pasar, finalmente, a la configuración voluntaria de nuevas relaciones sociales transparentes y libres, en cuyo seno éstos podrían ejercer un control plenamente racional sobre sus vidas y su entorno.

(33)

La realidad objetiva del ser social es, en su inmediatez, la misma para el proletariado que para la burguesía. Pero eso no impide que sean completamente distintas, y por necesidad, las específicas categorías mediadoras por las cuales ambas clases llevan a conciencia esa inmediatez, por las cuales la realidad meramente inmediata se hace para ambas realidad propiamente objetiva. La diversidad se debe a la diversa situación de ambas clases en el mismo proceso económico.

G. Luk-acs, Ibídem, capítulo: La Cosificación y la Conciencia de clase

(34) Hacemos esta observación sin perjuicio tanto de la autonomía relativa de que gozan las ideologías que influyen en la conciencia y la conducta del proletariado y de su efecto deformante en la elaboración de las percepciones y experiencias de esta clase, cuanto de la mayor eficacia y capacidad de concretización social demostrada por las formas ideológicas burguesas, cosa que obviamente responde al hecho de que se trata de formas funcionales a esa praxis.

(35) Así, pues, no deseamos revivir el mito rousseauniano del "buen salvaje", del hombre que por estar más cerca de la sencilla vida natural es más sano o está menos atrapado en las redes de los convencionalismos y artificios de la "civilización burguesa" y, por lo tanto, es más apto para la "libertad". A propósito, desde el prisma marxista no se puede ser libre ni obtener una cabal comprensión de sí mismo y del mundo sin vencer la necesidad, sin haber alcanzado un alto grado de dominio consciente y racional tanto sobre la naturaleza como sobre las condiciones de nuestro propio vivir y de nuestra realización existencial. En este sentido, la libertad es imposible sin la apropiación consciente por parte de toda la comunidad humana de las cualidades y atributos más altos generados por el desarrollo histórico de las fuerzas productivas y de la cultura. En el proletario, en efecto, la alienación ha sido llevada a su punto más extremo porque en él el hombre es reducido, sin opciones ni alternativas, a mera funcionalidad social, despojándosele de todas estas fuerzas y, por tanto, destinándosele a la mera lucha por la supervivencia.

(36) Tal cosa sucede indefectiblemente en la esfera del consumo - el público, las masas - en la de la cultura - la grey, los “fans” - cuanto en los niveles relativamente autónomos conferidos a las diversas instancias de la sociedad civil y política - el ciudadano, la comunidad, la corporación, el gremio, etc.

(37)

Pero esto presupone ya aquí - subraya Lukács - que las formas de mediación en las cuales y por las cuales se rebasa la inmediatez de la existencia de los objetos dados se muestren como principios constructivos estructurales y como tendencias reales del movimiento de los objetos mismos. Esto es: le génesis mental y la histórica coinciden en cuanto al principio.

G. Lukács op. cit. - cap. La cosificación y la conciencia del proletariado

(38) Grosso modo tales factores expresan el aburguesamiento del proletariado. Organizativamente cobra forma en los partidos socialdemócratas, en el estalinismo viejo y nuevo y en el sindicalismo.

(39) G. Lukács, Ibídem. Capítulo “La Cosificación y la Conciencia del proletariado”.