De las mistificaciones a las masacres: cuarenta años de la República Popular China

La República Popular China cumplió recientemente los 75 años, en un contexto de malestar ecónomico y preparaciones de la burguesía china para una guerra contra el imperialismo rival de EEUU para decidir el control del Mar de China Meridional y del mundo entero. Volvemos a publicar este artículo de 1989, traducido al español por los compañeros del Círculo Marx Lenin Luxemburgo.

El 1 de octubre de 1949, el Ejército Popular expulsó al Kuomintang de Chiang Kai Shek del territorio continental chino y creó la República Popular China. El 3 de junio de 1989, la misma república dirigida por el mismo Partido "comunista" ofreció, en la plaza de Tiananmen, una celebración apropiada de aquellos cuarenta años de mentiras y opresión. Cuando el "Gran Timonel", Mao Zedong, y el Partido Comunista Chino anunciaron que la revolución china era parte de la "revolución proletaria-socialista mundial", sólo estaban sirviendo el primer plato de una dieta de mistificación. El PCCh no era proletario ni socialista.

En realidad, el PCCh fue el resultado de una guerra de liberación nacional llevada a cabo por un bloque interclasista (el Bloque de las Cuatro Clases de Mao), que había nacido de la masacre del proletariado comunista revolucionario de Shanghai y Guangzhou (Cantón) en 1927. Mao alcanzó prominencia como líder de la facción campesina del PCCh. Su victoria dentro del Partido fue la prueba más fehaciente de que no habría nada de proletario en el Octubre chino de 1949.

Tampoco tenía nada de socialista. Cualquier sistema que se base en la relación de trabajo asalariado, no importa lo que proclame ser, es capitalista. Así era China después de 1949. Incluso los maoístas de la tendencia reconstructora reconocen la dificultad de explicar la diferencia entre la China de Mao y la de Deng. No hubo una revolución entre los dos gobiernos, de modo que la base económica fundamental del régimen no cambió. La principal diferencia estaba en la retórica, más que en las acciones. ¿Quién si no, después de haber anunciado repetidamente que "el imperialismo estadounidense es el enemigo más feroz de los pueblos del mundo", invitó a su presidente, Nixon, a Pekín en 1971?

Para entonces, el impulso del régimen capitalista de estado chino a acumular de forma autárquica se había detenido. Ni la centralización estatal masiva de las industrias básicas según el estalinista ni los hornos caseros en cada comuna popular produjeron un "Gran Salto Adelante". A la muerte de Mao, la producción per cápita de la cosecha china no era mejor que la de los mejores años del gobierno del Kuomintang de Chiang Kai Shek en la década de 1930. En resumen, a pesar de sus propios problemas específicos, China estaba descubriendo que compartía la misma crisis de acumulación que sus competidores más ricos de Occidente. La misma crisis que impuso a la URSS la glasnost y la perestroika de Gorbachov también llevó a la masacre de la Plaza de Tiananmen.

DENG: EL ADORADO DE LA DEMOCRACIA OCCIDENTAL

Cuando Deng Xiaoping salió victorioso de la lucha de poder que siguió a la muerte de Mao, fue inmediatamente adoptado como el hombre de Occidente. Él abriría China al comercio (lo que se llamó "democracia") después de la "locura" del maoísmo. Las "Cuatro Modernizaciones" lanzadas en 1979 eran, de hecho, otro programa para enmendar la crisis capitalista en China mediante la adopción de medidas de privatización y desregulación que pronto se convertirían en la ortodoxia en la Gran Bretaña de Thatcher, los Estados Unidos de Reagan y la Rusia de Gorbachov. La declaración de Deng de que "enriquecerse es glorioso" lo convirtió en el favorito de los gobiernos occidentales que se desvivieron por conseguir acuerdos con China.

Durante un tiempo, el PCCh pudo proclamar tasas de crecimiento masivas que alcanzaron entre el 11 y el 12 por ciento en 1988. Sin embargo, a pesar de esta aparente restauración de la rentabilidad del capitalismo chino, la crisis no desapareció. La inflación fue del 35% y la deuda externa china creció de manera preocupante. El proletariado chino, en particular, estaba empezando a rechazar una política que daba bienes de consumo baratos a la burguesía y la pequeña burguesía en ascenso, mientras que el desempleo rural y urbano y el costo de las necesidades básicas aumentaban drásticamente. En 1988 hubo más de 100 huelgas, según se informó, en un país donde el PCCh tiene una fuerte vigilancia sobre la clase obrera en las fábricas y zonas residenciales.

Fue esta señal de inestabilidad entre la clase obrera urbana, así como la agitación nacionalista en Tíbet, lo que llevó a la victoria del intransigente Li Peng sobre el liberal Zhao Ziyang en la lucha por el poder dentro del PCCh en mayo. Fue la política de Li de aumentar el precio de los bienes de consumo lo que llevó a los estudiantes a ocupar la plaza de Tiananmen. Al principio, los estudiantes tenían escasas demandas tangibles, y pocas que el régimen considerara demasiado "extremas". El tono de su movimiento era el de un grupo de presión pequeñoburgués que clamaba a su propio gobierno que se mantuviera firme en la política de promover privilegios y oportunidades de aumentar su riqueza. Solo la dureza e indecisión del PCCh, y la intervención de la prensa occidental, convirtieron la protesta estudiantil en un "movimiento democrático". Y todo el mundo en Occidente aguardaba que "su hombre" Deng aceptara algunas de las demandas y pusiera fin a la ocupación pacíficamente.

LA CLASE OBRERA Y LA MASACRE DE TIANANMEN

¿Por qué no terminó ahí? Los "expertos" instantáneos occidentales que recorrían Pekín frenéticamente en busca de chinos que hablaran inglés fueron los más sorprendidos por la masacre. No podían entender por qué no podía continuar el programa de liberalización hacia la democracia burguesa. Esto se debía parcialmente a que creían en su propia propaganda. Según los periodistas occidentales, la ocupación de la plaza de Tiananmen era un movimiento por la democracia que arrastró al proletariado chino con sus reivindicaciones. Aunque esto contiene un cierto grado de verdad, no explica todo. De hecho, al principio el proletariado chino vaciló y participó poco en el movimiento. Con el avance de la manifestación, comenzó a apoyarla uniéndose a los estudiantes y organizando huelgas. Al principio eran de duración limitada, pero gradualmente algunas comenzaron a adquirir un carácter más permanente. Todo esto podía ser tolerado por la dirección china. Pese a ello, cuando los trabajadores comenzaron a formar sus propias organizaciones de lucha de sus propias reivindicaciones (sobre las condiciones de vida), la cosa cambió.

Justo antes del 3 de junio nos encontramos ante un movimiento social típicamente interclasista, respuesta de las distintas capas de la población, por diferentes razones, a las crecientes carestías. Las capas pequeñoburguesas y burguesas, que al principio tenían esperanzas en sus perspectivas cuando se inició la reforma de 1979, pronto se sintieron decepcionadas y se encontraron en una situación aún más precaria en comparación con los muy ricos. Esto es lo que se escondía en la denuncia de los estudiantes del enriquecimiento "ilegal" basado en la corrupción y de su exigencia de una aceleración de las reformas, en particular de un mayor librecambio y de más democracia.

Por otra parte, el proletariado empobreció aún más a causa de estas reformas, ha sido obligado a enfrentarse a recortes salariales y al desempleo. Su creciente pobreza, en un momento en que la rica burguesía roja buscaba los lujos occidentales, lo echó a la calle.

Las capas de subproletarios (antiguos campesinos desempleados) que han emigrado a las ciudades, han aprovechado la oportunidad para demostrar su potencial de rebelión. No tienen intereses particulares que defender más allá de expresar su enfado y desesperación, lo que significa que podrían ser utilizados por cualquier clase que emerja victoriosa. Este marco era demasiado peligroso para el régimen, que por lo tanto se decantó por la masacre.

La clase obrera se convirtió en pieza de un movimiento ya existente que condujo a un fenómeno complicado, demasiado difícil de entender para quienes no tienen un conocimiento sólido del método marxista. De esta forma, incluso ciertos elementos de la vanguardia proletaria no podían ver más allá de lo que propagaba la burguesía. Todo movimiento de la sociedad que surge de causas materiales tiende a asumir connotaciones ideológicas y políticas que no siempre expresan las principales quejas materiales de los actores. Lo que hizo la clase obrera china fue asimilar las consignas y demandas del movimiento que expresaban la oposición inmediata al régimen que creó su miseria. Así, los trabajadores de la URSS siguieron a cada nacionalista burgués o a cada trabajador de Jordania que se rebelaba contra las malas condiciones de vida bajo la bandera del fundamentalismo islámico. En resumen, la ausencia de un punto de referencia de clase y revolucionario significa que las luchas de las masas, incluso las de la clase obrera, asumirán, al menos inicialmente, el ropaje político de lo disponible en ese momento, principalmente tendencias pequeñoburguesas (¡y no tan “pequeño”!) más o menos radicales.

Así pues, los marxistas no juzgan las causas reales de un movimiento por el barniz ideológico que adopta. Si lo hicieran, tendrían que abstenerse de toda intervención en ellos, ya que todos los grandes movimientos obreros de la historia han partido de un terreno más o menos burgués y se han enfrentado a las tácticas recuperativas de los grupos de "oposición" de la burguesía para desviarlos de sus propios objetivos. Los comunistas que piensan que la plaza de Tiananmen fue sólo un asunto interno de la propia burguesía deberían preguntarse por qué, en consecuencia, la respuesta fue tan salvaje. El PC chino y el Estado chino no temieron a unos cuantos miles de estudiantes. Solo cuando los trabajadores también empezaron a movilizarse, el Ejército Popular de "Liberación" tomó medidas enérgicas. No fueron los estudiantes, sino los trabajadores los primeros en ser juzgados (en Shanghai) y fusilados tras la masacre. No debemos permitir que la naturaleza burguesa del movimiento principal en China opaque el hecho de que también se dieron los inicios de una respuesta proletaria a la crisis capitalista. No comprender esto sólo conduce al abstraccionismo y al abstencionismo. No es ese el papel de la vanguardia comunista. Su tarea consiste en reconocer la situación material real y tratar de desarrollar la conciencia de la clase vinculando sus reivindicaciones inmediatas con su programa histórico: el programa comunista.

¡LA DEMOCRACIA COMO DICTADORES!

Hoy reina el orden en Pekín. Hoy, a pesar de las lágrimas hipócritas por el aniquilamiento de la "democracia" y de los pseudoembargos de los dirigentes democráticos de Occidente, las empresas occidentales que se retiraron en junio están volviendo lentamente a Guangzhou, Shanghai... Aunque Deng ha perdido su aureola dorada en Occidente, Occidente no tiene intención de renunciar a los beneficios que obtendrá de este comercio. Los gobiernos occidentales tampoco tienen intención de perder la oportunidad de insistir en las virtudes de la "democracia". No han perdido la oportunidad de señalarles a los esclavos asalariados de Occidente lo afortunados que son de vivir en el "mundo libre". La plaza de Tiananmen, el nuevo gobierno en Polonia, las luchas de las nacionalidades en la URSS, incluso la lucha contra el cártel de la droga de Medellín, son todas luchas por propagar "la idea de la democracia". Y la idea es todo lo que queda, ya que no tiene sustancia real. Si bien en el siglo pasado los trabajadores pensaban que luchando por la democracia crearían las condiciones para el derrocamiento del capital, hoy sabemos que la democracia solo se otorgó cuando la clase dominante tuvo el aparato institucional (los partidos socialdemócratas y laboristas que se oponían a la revolución, el control total de los medios de comunicación…) en funcionamiento para preservar su propia dictadura. No es casualidad que la democracia tenga sus cimientos más sólidos allí donde el dominio del capital es más fuerte.

El proletariado del mundo entero debe sacar una importante lección de los acontecimientos en China. No puede luchar bajo las banderas de la democracia burguesa, o utilizando los métodos de ruego pequeñoburgueses empleados por los estudiantes de la Plaza de Tiananmen. Solo una respuesta revolucionaria de clase puede derrotar las mistificaciones y la represión del orden capitalista mundial. Esta lucha no está en la agenda inmediata, pero cada derrota militar parcial sufrida en las luchas iniciales del proletariado puede conducir a un paso adelante hacia la perspectiva de una revolución victoriosa. Pero esto, a su vez, sólo se puede lograr si su vanguardia extrae las lecciones políticas necesarias para fortalecer su organización revolucionaria y darle raíces firmes en la clase obrera. Pero, por bien preparada que esté, ningún sector nacional de la clase obrera puede ganar por si mismo. Como lo demuestra el valiente fracaso de la clase obrera rusa, la revolución obrera tiene que ser internacional o no será. La tarea central de las organizaciones revolucionarias en todos los países es reagruparse en un partido internacional del proletariado. Sólo un partido global centralizado del proletariado puede dar dirección política a la revolución contra todas las ideologías democráticas y otras que aspiran a preservar el poder burgués, incluidos los llamados partidos comunistas y laboristas. Solo un partido así puede asegurar la victoria del programa revolucionario en el seno de la clase obrera. En esta perspectiva y para desarrollar este proceso existe el Buró Internacional del Partido Revolucionario. La burguesía, tanto de Oriente como de Occidente, ya ha celebrado demasiados aniversarios de su dominio.

BIPR
1989
Wednesday, November 20, 2024