¡Los sindicatos no te ponen bolas!

Un punto vital y necesario en torno al cual se ha librado la lucha de clases a lo largo de la historia del capitalismo es la reducción de la jornada laboral. El propio Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, se estableció como parte de la lucha del movimiento obrero por una jornada laboral de 8 horas. Esta reivindicación no ha disminuido en absoluto con el paso del tiempo. En 2022, los trabajadores ferroviarios en EEUU estuvieron a punto de declararse en huelga por el estado de guardia de 24 horas al día, 7 días a la semana. Este año, los trabajadores de atención domiciliaria en Nueva York iniciaron una huelga de hambre para protestar contra las jornadas laborales de 24 horas, a menudo turnos consecutivos en una misma semana. Alrededor del 40% de los trabajadores del sector están afiliados al sindicato 1199 SEIU, rama del segundo mayor sindicato en EEUU. ¿La respuesta del sindicato al turno de 24 horas? ¡Todo funciona según lo previsto!

Los trabajadores de atención domiciliaria de Nueva York, la mayoría inmigrantes contratados a través de agencias, se ven obligadas a hacer turnos de 24 horas, de las que sólo se pagan 13, ya que el resto se reserva supuestamente para dormir y comer. Sin embargo, esto significa poco cuando los pacientes de los trabajadores de atención domiciliaria suelen exigir atención y controles constantes. ¿El resultado obvio? Un insomnio galopante y una degradación física atroz.

Tanto sus jefes como su sindicato dicen a los trabajadores de asistencia domiciliaria, sobrecargados de trabajo y mal pagados, que el turno de 24 horas debe continuar. El sindicato, SEIU, ha testificado en contra de las trabajadoras en una audiencia oficial, alegando que todo el sector se vendría abajo si no se les hiciera trabajar hasta la extenuación. ¡En lugar de ello, el sindicato ha reclamado una gran victoria al ganar unos minutos de paga de las 11 horas no pagadas del turno! Esta postura no es más que otro ejemplo de cómo los sindicatos se han convertido en herramientas del Estado, ligados legal e institucionalmente a la opresión de la clase trabajadora.

A pesar de que los sindicatos afirman tener en cuenta los intereses de los trabajadores, su verdadera función es negociar la venta de la fuerza de trabajo para el beneficio de los capitalistas. Cualquier promesa hecha a los trabajadores de mejorar sus condiciones laborales es casi siempre una farsa. El capitalismo se encuentra en un periodo de crisis profunda, y el papel de los sindicatos, si quieren seguir estando legalmente reconocidos, es imponer las pérdidas del capital a los trabajadores. Las negociaciones ocupan el lugar de las huelgas, ya que una huelga impediría el funcionamiento del lugar de trabajo o de la industria. Las propias huelgas se han convertido en una herramienta de negociación en lugar de un medio de lucha. Se espera que los trabajadores estén agradecidos por cualquier subida salarial miserable o mejora de las condiciones de trabajo, a pesar de que estas ‘victorias’ suelen ser en realidad una pérdida en comparación con la inflación. Esto no sólo sabotea las verdaderas reivindicaciones defensivas de nuestra clase, sino que al mismo tiempo le arrebata la lucha de las manos y la divide sectorialmente.

La situación de los trabajadores de atención domiciliaria es sólo un ejemplo de un ataque internacional más amplio contra los trabajadores desatado por la crisis capitalista. La jornada laboral se ha extendido a través de medios como el trabajo gig, el propio trabajo se ha acelerado, el alquiler y los desahucios se han disparado, y los precios inflados han minado los salarios reales. Frente a un grave descenso de la rentabilidad, los capitalistas están haciendo pagar a la clase trabajadora por un sistema económico atado por enormes contradicciones. Los organismos permanentes y legalmente reconocidos para negociar los salarios (alias sindicatos) se ven obligados a imponer a los trabajadores estas condiciones cada vez peores. Hay que hacer algo más que ‘sindicarse y rezar’.

La clase obrera no puede confiar ni en los reformistas populares de la política electoral ni en los negociadores pragmáticos de la esfera sindical para alcanzar sus objetivos. La lucha debe tomarse en manos de los propios trabajadores a través de su autoorganización real por fuera del sindicato. Ya sea en forma de comités de huelga independientes o de asambleas de masas, una lucha autoorganizada nos permitiría luchar como una sola clase, sin ataduras legales ni industriales. Si se ataca a los trabajadores como clase, es necesario que ésta contraataque como una sola.

La lucha por la reducción de la jornada laboral o por salarios más altos debe estar vinculada a la lucha política general contra el propio sistema salarial. Esta lucha exige un partido de clase revolucionario que luche por conectar la lucha inmediata con el objetivo último de abolir el capitalismo. A través de la toma del poder por fuerza por parte de la clase obrera a los capitalistas, puede surgir un nuevo sistema de producción basado en las necesidades humanas (¡y con mucho tiempo libre!) en lugar de la acumulación y el beneficio.

Grupo Obrero Internacionalista
Friday, May 3, 2024