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Home ›Primero de Mayo de 2024: Abajo el nacionalismo y la guerra - ¡Los obreros no tienen patria!
Declaración del Primero de Mayo de la Tendencia Comunista Internacionalista
Otro primero de mayo en medio de bombas y masacres. Otro primero de mayo en el que la amenaza de una nueva carnicería mundial se hace cada vez más real. Una carnicería que eclipsa incluso la más oscura pesadilla distópica y amenaza la sobrevivencia sobre la Tierra. De Ucrania al Medio Oriente y el Mar Rojo, del Congo a Sudán..: En todas partes aumentan los conflictos armados y con ellos el sufrimiento de la población. Esta escalada de violencia no se debe en absoluto simplemente a la mala voluntad de políticos o Estados individuales, como afirman los pacifistas de todos los bandos; es la consecuencia lógica de un sistema capitalista en crisis que obliga a ‘nuestros’ dirigentes a pasar al modo de ataque militarista.
La crisis alimenta el nacionalismo y la guerra
El capitalismo mundial puede estar sumido en una profunda crisis, pero no morirá de muerte natural. La tendencia a la crisis se manifiesta en el hecho de que le resulta cada vez más difícil utilizar el capital para inversiones productivas debido a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. La primera y más fácil salida parecía ser poner en marcha la imprenta y huir hacia la especulación financiera. En última instancia, sin embargo, esto sólo empeoró los problemas originales. El estallido de las burbujas financieras provocó un mayor debilitamiento de la base productiva. Esta profundización de la crisis se ha reflejado en una escalada progresiva de los conflictos intraimperialistas.
En este contexto, el capital intenta aumentar la explotación reduciendo al máximo el coste de la fuerza de trabajo, el salario directo. Al mismo tiempo, se recortan las prestaciones sociales y se imponen recortes drásticos en educación, atención médica y pensiones. El objetivo absoluto y esencial es hacer pagar a los asalariados las crisis del capital frenando o reduciendo los salarios diferidos e indirectos.
Además, la clase trabajadora en todo el mundo se enfrenta a una competencia despiadada, ya que el capital y la producción se deslocalizan a lugares donde los costes laborales son significativamente más bajos y donde los sistemas fiscales más favorables y, por último pero no menos importante, las leyes antihuelga especialmente duras resultan atractivas para la inversión de capital.
Si estas medidas no son suficientes, y no lo son, la continuación de la crisis, ahora sistémica en todas las latitudes, conduce al recurso devastador y violento de la guerra. En un primer momento, se trata de una guerra por delegación, en la que las potencias imperialistas mueven los hilos entre bastidores. Se ponen a disposición recursos financieros y armas y se hacen elevadas promesas de ayuda futura que, si es que se cumplen, tienen un precio inmenso para quienes las reciben. El resultado es una dinámica en la que el imperialismo alimenta o enciende guerras continuamente. Una dinámica difícil de controlar y casi imposible de contener, que conlleva el peligro permanente de un enfrentamiento militar directo entre las grandes potencias. Cada vez parece más probable un escenario en el que actores imperialistas como Irán, China, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea se enfrenten abiertamente en una guerra generalizada.
La guerra en el capitalismo conduce a una crueldad terrible que no perdona a casi nadie. Pero para el eventual ‘vencedor’ existe la perspectiva de eliminar a los competidores del mercado y apropiarse de sus territorios, útiles para las necesidades de producción de una economía moderna en crisis estructural. Significa más petróleo y gas, mientras apenas se pone en marcha una transformación ecológica urgentemente necesaria. Significa una batalla por el litio y las ‘tierras raras’. Significa un intento de incrementar la tasa de ganancia y, por último, significa la destrucción de los bienes de capital y del valor, permitiendo que el ciclo de acumulación comience de nuevo. Que esto tenga lugar con o sin bombas nucleares dependerá de las actuales situaciones de guerra en Ucrania y Gaza, donde la terrible matanza desatada por la masacre del 7 de octubre de Hamás y la crisis en el Mar Rojo, amenazan ya con la posible expansión de la guerra al resto del Medio Oriente y más allá. La nueva carrera por África y las maniobras chinas y estadounidenses en el Pacífico no se limitarán para siempre a movimientos militares de sus subsidiarios. El futuro que nos prepara el imperialismo es un futuro lleno de destrucción, muerte y barbarie cruel nunca visto. ¿Quién pagará el precio?
La clase obrera y la guerra
La respuesta es obvia: los que tienen que ir a la guerra bajo la bandera de su propia burguesía o de sus aliados imperialistas. La población civil que es literalmente diezmada por los bombardeos inhumanos que lo destruyen todo y no perdonan nada. Los que tratan desesperadamente de escapar de la pobreza y huyen de las consecuencias del cambio climático y de la devastación de las guerras por delegación imperialistas.
Sólo una fuerza puede oponerse al peligro de una guerra aún más destructiva que todas las anteriores. Esta fuerza es la de los explotados, el proletariado internacional, las enormes masas de desposeídos creadas por la crisis del capitalismo. Son estos esclavos asalariados que producen con su fuerza de trabajo la riqueza social de todos los países, de los que sólo reciben a duras penas unas migajas. Son los que, desempleados o ‘subempleados’, intentan sobrevivir de algún modo al margen de una sociedad determinada hasta la última esfera por los dictados del afán de lucro capitalista.
Esta fuerza, explotada en tiempos de paz y utilizada como carne de cañón en tiempos de guerra, puede ser el antídoto más potente contra la guerra imperialista, siempre que actúe como una clase que lucha contra el capitalismo, sus crisis y su militarismo en su propio terreno. Pero para ello, primero debe liberarse del dominio de la ideología de la clase dominante. Las guerras son provocadas por las crisis del capital. Las libra la burguesía para defender sus intereses políticos y económicos. Pero los que luchan en las guerras son los proletarios sometidos a las ideologías de la clase dominante. Ideologías que van desde la defensa o exportación de la ‘democracia’, la defensa de los ‘intereses nacionales’ hasta los principios religiosos ‘universales’ que deben imponerse por la fuerza. Por no hablar de todas las viejas y nuevas ideologías racistas y homófobas que idealizan la guerra como instrumento para ‘purificar a la nación’.
El arsenal ideológico de la burguesía, con el que pretende que el proletariado se identifique con sus intereses, está muy bien aprovisionado, sobre todo cuando se trata de la guerra. Por estas razones, es esencial que la clase produzca una organización política internacional con su propia táctica y estrategia. La naturaleza del imperialismo y sus acciones mortíferas son internacionales. Por eso necesitamos un partido internacional, una nueva Internacional, que una todas nuestras fuerzas para un único objetivo: la lucha contra el capitalismo en todas sus manifestaciones económicas y sociales.
No es tarea fácil y, como cualquier perspectiva de importancia histórica, se enfrenta a numerosos obstáculos. El camino está sembrado de escollos y no todos ellos son producto directo de la reacción burguesa.
¡No hay ‘lado correcto’ en la guerra imperialista!
En primer lugar, es obvio que bastantes fuerzas de ‘izquierda’, especialmente las que se proclaman ‘revolucionarias’ e ‘internacionalistas’, están ellas mismas atrapadas en la ideología burguesa que el capitalismo reproduce a diario. A la vista de las guerras en curso en Ucrania, Palestina, el Mar Rojo, etc., realmente se tambalean cuando intentan elegir ‘el bando correcto’ o incluso apoyar un supuesto ‘mal menor’. Por ejemplo, a menudo se hace referencia al excesivo poder militar de Rusia para apoyar los intereses de la ‘defensa de la patria’ de Ucrania. Otros se refieren al poder militar de la OTAN para pedir la ‘defensa de Rusia’. Del mismo modo, la superioridad militar de Arabia Saudita sobre los hutíes o de Israel sobre Hamás se utiliza como argumento para apoyar más o menos ‘críticamente’ a estos últimos. De dónde se saca, por ejemplo, la idea de querer defender a un producto del nacionalismo yihadista y fascista como Hamás? Todas estas posiciones se basan en una lógica tan simple como reaccionaria: En los conflictos imperialistas, hay que defender ‘al menor’, al ‘país semicolonial’ o ‘al Estado nación atacado’, según el gusto terminológico, para estar ‘en lo cierto’ según las ideas de la moral burguesa. Tales posiciones pisotean el sufrimiento de las víctimas de la guerra y son el veneno más puro para la lucha proletaria por la libertad.
La política imperialista "no es obra de uno o de unos pocos Estados, es el producto de un cierto grado de madurez en el desarrollo ulterior del capital, un fenómeno inherentemente internacional, un todo indivisible que sólo puede reconocerse en todas sus interrelaciones y del que ningún Estado individual es capaz de escapar" (Rosa Luxemburgo). Además, en los conflictos imperialistas, los Estados que están completamente al mismo nivel en cuanto a su desarrollo económico y militar rara vez se enfrentan entre sí, lo que en algunos aspectos también es causa de guerra. El criterio decisivo es determinar qué clase está librando la guerra. El trágico rasgo común de toda guerra imperialista es el sangriento enfrentamiento de los explotados de ambos bandos. En ambos bandos se muere por ‘su propia burguesía’, ¡por intereses que no son los propios!
¡Contra cualquier ideología nacionalista!
En este contexto, cualquier discurso sobre el ‘derecho de los pueblos a la autodeterminación’, las ‘guerras de liberación nacional’ o la ‘independencia de las naciones’ es una abstracción reaccionaria en la que encajan las ideas actualmente ‘despiertas’ de Hamás como supuesto ‘movimiento anticolonial’ o de los hutíes como ‘fuerza antiimperialista’. No se pueden defender los intereses del proletariado dejando el destino de los asalariados en manos de la burguesía, sean yihadistas o fuerzas laicas. No se puede contribuir al resurgimiento del internacionalismo revolucionario tomando partido en las guerras imperialistas. No se puede luchar contra la guerra tomando parte en ella, sea cual sea el pretexto o la justificación. Por el contrario, la primera tarea de las organizaciones políticas internacionalistas es liberar a la clase obrera de los mil tentáculos de las burguesías nacionales y del imperialismo internacional. Esto exige el rechazo de todas las formas de nacionalismo y de todas las guerras, y la defensa de una alternativa revolucionaria al capitalismo. Todo lo demás equivale a una política contrarrevolucionaria y al mantenimiento del ‘statu quo’.
¡Ninguna guerra salvo la guerra de clases!
Por esta razón, nosotros, como la TCI, hemos lanzado la iniciativa Ninguna guerra salvo la guerra de clases para defender los principios internacionalistas fundamentales dentro de nuestra clase. Principios que han sido olvidados o, peor aún, tergiversados por los herederos políticos de la degenerada Tercera Internacional y amplios sectores del anarquismo. La gravedad de la situación -el peligro de una guerra generalizada- obliga a los internacionalistas a esta forma de cooperación. Debemos actuar en una clase que se ha visto empujada a la defensiva por un siglo de contrarrevolución estalinista, décadas de agitación y ataques político-sociales de la burguesía internacional. A pesar del deterioro sistemático de sus condiciones de trabajo y de vida, nuestra clase no ha reaccionado hasta ahora, o lo ha hecho de forma insuficiente, a los ataques de la burguesía. Sólo el despertar de este ‘gigante dormido’ puede garantizar que el mensaje político de los internacionalistas no se quede en un grito solitario en el desierto. Sólo la reanudación de la lucha de clases generalizada permitirá la maduración política y el fortalecimiento de las fuerzas internacionalistas, conduciendo a la formación del instrumento político indispensable para la superación revolucionaria del sistema capitalista: el partido internacional de la revolución proletaria.
Tendencia Comunista InternacionalistaPrimero de Mayo de 2024
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