Elecciones en tiempos de Covid: Perú y el "camino marxista al socialismo"

Como la mayoría de los países sudamericanos, Perú atraviesa una profunda crisis económica y política que lo está llevando al borde del colapso. Los sucesivos gobiernos corruptos se han doblegado ante el poder de los narcotraficantes. Por lo demás, la economía se basa en la exportación de materias primas (principalmente el cobre) en manos de una oligarquía empresarial arrogante y despótica que explota al máximo a la clase trabajadora. Masacra a la población indígena por medio de destruir su medio ambiente, devastar y empobrecer los bosques para dar paso a actividades agrícolas nuevas y lucrativas. A todo esto, hay que sumar el daño que ha hecho la crisis del Covid, que lo ha complicado todo, tanto en términos económicos como políticos. El Instituto Nacional de Estadística e Informática del Perú nos dice que el PIB cayó un 30,2% en 2020 respecto al año anterior. Los datos para 2021 aún no se han recopilado, pero solo podemos suponer que ha empeorado. Además, la disparidad en la distribución de la riqueza se ha agravado. Según World Inequality Database (WID), Perú tiene uno de los índices más bajos de toda América Latina. Ocupa un puesto después de México, Chile y Brasil en el ranking. El 53% de la riqueza producida está en manos del 10% de la población. El salario promedio es de 930 soles al mes, lo que equivale a solo $240. Perú ha sufrido el mayor daño económico que ha producido la pandemia en cualquier lugar, según estimaciones del Banco Mundial. La crisis provocó una caída del 57% en las inversiones fijas, la demanda interna se contrajo un 27,7% y las exportaciones cayeron un 40,3% (materias primas y productos agrícolas). El desempleo ha alcanzado el 40% de la población activa con pérdidas de empleo de 6,7 millones solo en 2020. En otras palabras, había una disminución del 20% en el empleo y una reducción del 30% en los salarios. En los primeros seis meses del año pasado, el gobierno anterior de Martín Vizcarra lanzó una serie de medidas de apoyo a la economía que implicó un gasto estatal de 128 mil millones de soles (equivalente a 36 mil millones de dólares). Algunos de estos préstamos deberían haberse destinado a respaldar el gasto público, financiar recortes de impuestos y respaldar la liquidez del sistema bancario. En realidad, la mayor parte de los fondos se destinó a los bancos, las empresas más importantes y aquellas empresas que coludieron con los narcotraficantes o estaban bajo investigación por corrupción y lavado de dinero. Solo las migajas se han ido a subvencionar a los trabajadores que pierden su empleo, o a los desposeídos de las chabolas de Lima, y ​​en ocasiones, ni siquiera las migajas. Mientras tanto, se expande el negocio colosal del narcotráfico. La explotación ilegal de los principales recursos naturales, respaldada por los políticos establecidos tanto de derecha como de izquierda, está creciendo masivamente, ya que garantizan una riqueza y un bienestar sustanciales a la burguesía nacional. La destrucción de la selva amazónica crece exponencialmente, gracias al lucrativo comercio de maderas preciosas (teca, palo de rosa) y no solo porque las plantaciones de coca asfixian paulatinamente el pulmón verde del Perú. Destaca un ejemplo: solo en la zona de Ucavali, en el centro de ese trozo de selva amazónica bajo jurisdicción peruana, los narcotraficantes, ahora columna vertebral de la economía nacional, han construido 46 vías "clandestinas", más toda la infraestructura necesaria. para el almacenamiento y transporte del preciado material, en detrimento de los pueblos indígenas que se vieron obligados a huir o sufrir genocidio. Las bandas de narcotraficantes tienen a su disposición ejércitos privados que dictan la ley a las plantaciones y a los campesinos que trabajan allí como esclavos. Manejan el territorio, masacran a los indígenas que se les oponen y sobornan a políticos que, oficialmente, dicen estar luchando contra el narcotráfico, pero en realidad lo toleran y reciben dinero para financiar a sus respectivos partidos o personal donde el político responsable influye en departamentos estratégicos. Las elecciones para el nuevo gobierno (el cuarto en dos años) se llevaron a cabo en abril pasado, en medio de esta situación devastadora para la economía y la sociedad tradicionales, con su alto desempleo y corrupción flagrante. Todo esto va acompañado de protestas masivas de los trabajadores y una violenta represión por parte del gobierno. Desde abril no se han dado a conocer los resultados electorales ya que ambos candidatos se han declarado ganadores, acusándose mutuamente de fraude electoral. Parece que en este caos el candidato de la izquierda, Pedro Castillo, adelanta levemente a su oponente de derecha, Keiko Fujimori, hija del expresidente-dictador de Perú, que ahora cumple una condena de 35 años por corrupción, colusión con narcotraficantes y otros asuntos legales. Si gana el “marxista” Pedro Castillo (en la actualidad lidera entre un 51% y un 49%), su programa político quedó claro a lo largo de toda su campaña electoral.

Empezando con el lema "No más pobres en un país rico", promete solucionar todos los problemas del Perú construyendo un nuevo estado en el que desaparecerán las desigualdades, se erradicará la plaga del narcotráfico, la economía empezará a moverse de nuevo y todos estarán felices y contentos. Para Pedro Castillo, el Estado en cuestión debe ser intervencionista en la economía, planificador, innovador y emprendedor, además de redistribuidor de la riqueza. Sea cual sea el resultado electoral, incluso si las predicciones son para una victoria de la "izquierda", Castillo solo entrará en el "Salón de la Fama" de impostores socialistas, como Lula en Brasil, Morales en Bolivia, o Chávez, y su ungido sucesor, Maduro, en Venezuela. El programa de este "marxista" se trata de la creación de un estado nuevo e intervencionista. Pero ¿de qué tipo de estado está hablando? ¿Un estado proletario creado por una revolución obrera, basado en el poder de los soviets, que antepone el proceso de socialización de los medios de producción, o un estado burgués, cuya estructura de apoyo se basa todavía en categorías económicas capitalistas? Simplemente agregando los adjetivos de empresario y planificador a este segundo estado, solo sigue el guion habitual del capitalismo de estado. La única "novedad" aquí es la afirmación de que la transferencia de la propiedad de los medios de producción de los individuos privados al estado, sin perjuicio de ninguna de las categorías económicas del capitalismo, especialmente la relación capital-trabajo asalariado, es el socialismo. Presentar un Estado redistribuidor de la riqueza social como constructor del enésimo camino al socialismo, es solo una copia de la desastrosa revolución bolivariana de Chávez. Si la relación entre capital y fuerza de trabajo, que constituye la base del proceso de valorización del primero en detrimento de la segunda, no se rompe de manera revolucionaria, la distribución de la riqueza producida no puede sino seguir las leyes de hierro del capital. Si luego sumamos las dos funciones fundamentales del "nuevo" Estado, a saber, la de empresario y distribuidor, sólo podemos concluir que nuestro "marxista" Castillo no es más que un charlatán al que la clase obrera peruana debería ver como el peor de los enemigos por afirmar que el capitalismo de Estado es socialismo. Esto se debe a que mientras continúe el capitalismo de estado, continuará la explotación de la fuerza laboral. La nacionalización de la economía capitalista es legal y políticamente útil cuando las relaciones capitalistas de producción son cuestionadas por las irremediables contradicciones que las caracterizan, y especialmente por las crisis que producen. El capitalismo de Estado, además de no ser socialismo, ni siquiera es una etapa en el camino hacia el socialismo, sino que es exactamente lo contrario. Es una especie de salvavidas para cualquier estado burgués en tiempos de necesidad. Mejor aún si se trata de un autodenominado marxista que, en el fondo de la crisis, convence a las masas proletarias de seguir un programa cuyas expectativas no coinciden con la realidad. Al pedir lo imposible, confirma que lo único posible es ... lo que ya existía antes.

FD

10 de junio 2021

Saturday, July 3, 2021