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Thatcher está muerta pero el capitalismo sigue vivo.
Hace un par de semanas otro estudio sociológico más concluyó que la vieja división entre la clase obrera y las clases medias / superiores era demasiado simplista para nuestro mundo moderno. Las respuestas a la muerte de Margaret Thatcher lo parecen haber contradicho. Su respuesta de usted al mismo nombre de Thatcher, en las horas y días inmediatamente después de su muerte, parecen definir cuál es su situación en términos de clase. Si usted era rico y se hizo más rico después de la desregulación entonces Thatcher era una heroína. Para las comunidades arruinadas de Escocia, Gales y el Norte de Inglaterra, no hay más que amargura. De las fiestas de celebración en Brixton y Bristol, a los columnas largas escritas como elogio por sus defensores capitalistas más reaccionarios de los medios de comunicación, la lucha de clases continúa – una generación entera después de la dimisión de ella.
La clase obrera en Gran Bretaña ha visto un descenso real de su poder adquisitivo desde 1973 (y eso es de acuerdo con el Financial Times). Thatcher es un icono por todo lo que ha tenido que sufrir por más de una generación. Por otro lado, para los ricos. Thatcher era "el gran transformador". Para ellos, salvó al capitalismo británico. En realidad, el panorama es más complicado que eso. Por casualidad, el Thatcherismo ha servido para personificar una etapa particular en que había llegado la crisis económica mundial y para comprenderla hay que saber un poco de la historia de Gran Bretaña desde 1945. Porque cualquier persona menor de 40 años no será demasiado versada en ella, vamos a disfrutar de un poco de historia.
Gran Bretaña de la Austeridad (Primera Versión)
El Thatcherismo como ideología se forjó de la curiosa creencia de su generación (ella nació en 1925) de que Gran Bretaña había ganado la Segunda Guerra Mundial (¡una creencia absorbida por la mayoría de la población a través de películas de guerra de John Mills / Alec Guinness etc de la década de 1950!). El Imperio Británico y la Commonwealth sobre los que Churchill habló de "una duración de 1000 años", acabó, de hecho, en bancarrota en 1945, tres cuartas partes de su marina mercante destruidas y sus mercados y inversiones en el extranjero asumidos por su aliado norteamericano como recompensa por su ayuda financiera durante la guerra. El mismo aliado, al final de la guerra, se negó a renegociar los términos de la deuda de Gran Bretaña, con gran indignación de su negociadorprincipal, un tal John Maynard Keynes.
Además, la clase obrera británica después de sufrir dos guerras mundiales y una depresión no estaba de humor para ser engañada de nuevo con palabrería de "hogares aptos para héroes". Querían sustancia real del sistema. El Plan Beveridge de 1943 prometió una nueva sociedad en la que seríamos atendidos "desde la cuna hasta la tumba". Beveridge era un liberal y desde luego no era radical, pero con el brote de huelgas al terminar la guerra y el alza de banderas rojas en los cuarteles había un temor real de "Bolshies" entre los militares desmovilizados. Para salvar el día para el capital británico, el Partido Laborista adoptó las propuestas de Beveridge del Estado de bienestar y derrotó al héroe de Thatcher, Churchill, en julio de 1945, incluso antes de la derrota de Japón.
Pero, como ya se ha dicho, Gran Bretaña estaba en bancarrota. La mayoría de sus industrias fue agotada y muchos de los propietarios, aunque protestaban, estaban más que dispuestos a venderlas a un Estado que estaba desesperado por mantenerlos en operación a cualquier precio. Gran Bretaña también estaba en el proceso de perder su imperio (Palestina e Israel se habían ido por 1948) y la única solución para el Ministro de Hacienda, Sir Stafford Cripps era la "austeridad" (sí, incluso ésa fue la invención del Partido Laborista). El racionamiento (incluido el pan) continuó en un contexto de movimientos de ocupación (cientas de miles de personas se quedaron sin hogar después de la guerra), ocupaciones de fábricas y huelgas. El Partido Laborista utilizó tropas para romper huelgas e incluso hizo el primer retiro del Estado de bienestar de Beveridge, introduciendo cargas de prescripción. Los trabajadores no votaban por el Partido Laborista en 1951 y los conservadores regresaron al momento en que el auge de la posguerra realmente comenzó. Ellos también se quedaron con las industrias nacionalizadas y hubo un "consenso keynesiano" entre todos los partidos en cuanto al funcionamiento de la economía. En 1959, mientras que los salarios reales aumentaron, el primer ministro conservador, Macmillan, podía decir a los votantes con confianza que "nunca lo habían pasado tan bien".
Pero mientras comenzó la década de los "Swinging Sixties", la economía británica ya estaba en serios problemas. El gran problema entonces era "la balanza de pagos". Gran Bretaña estaba importando más de lo que exportó (y en realidad sólo se mantuvo cerca de la solvencia gracias a los ingresos financieros sobre inversiones imperialistas antiguas (conocidos como "ingresos invisibles")). Los conservadores fueron retratados por el líder laborista Harold Wilson como aristócratas caducados (lo cual era muy cierto) que no tenían ni idea cómo ejecutar el capitalismo moderno. Insistió en que el laborismo moderniziera Gran Bretaña en el "calor blanco de la tecnología". Cerró un montón de acerías y minas (un hecho a menudo olvidado), pero su única solución a corto plazo era controles de cambio y una devaluación de la libra. La creencia estándar que dominaba entre nuestros gobernantes es que no debería haber ningún retorno al desempleo masivo de la década de 1930 y la política monetaria keynesiana fue acreditada en gran parte con la creación del boom de la posguerra. Se trataba de financiamiento del déficit o la impresión de dinero por el que las mercancías todavía no se habían producido. La consecuencia de esto fue la inflación. Al principio esto no era grave como un poco de inflación alentó a los capitalistas a invertir (Keynes dijo que así lo harían), pero en la medida en que las tasas de inflación se elevaron también lo hicieron las tasas de interés y este endeudamiento desalentó nuevas inversiones. Deberían haber leído Paul Mattick sr. Afirmó repetidamente en sus ensayos en ese momento que el boom de la posguerra no era más que la consecuencia de la devaluación masiva de capital provocada por la guerra y que la crisis cíclica de la acumulación de capital no se había ido. Volvería porque la ley de la tendencia de la tasa de ganancia a caer ejerció una vez más su mano de hierro. Y sí volvió, pero no antes de que los conservadores estuvieran en el poder otra vez, dirigidos por el niño de la “grammar school” (los toffs (encopetados) fueron dejados a un lado ahora), Edward Heath.
El fin del boom de la posguerra
El gobierno de Heath entró con una intención declarada. Sus ministros iban a atacar a los sindicatos (con lo que realmente querían decir demandas de la clase obrera que el aumento de sus ingresos deba coincidir con la inflación). Iban a cerrar sectores enteros de la industria británica y privatizar la industria del acero. Pero la introducción del IVA regresivo (para permitir que el Reino Unido entre en Europa) y el aumento continuo de la tasa de inflación condujo a la guerra de clases más o menos abierta. Desde 1970-4 hubo huelgas masivas de mineros, estibadores, trabajadores de energía, transportistas, trabajadores de los astilleros (fue el momento de la ocupación UCS) y casi todos los sectores de la clase obrera. Los apagones se hicieron tan frecuentes que solíamos guardar velas y estufas para acampar.
Se introdujeron leyes contra las huelgas y esto condujo a la detención de cinco estibadores por desacato (por seguir su piquete en contra de la nueva ley sobre relaciones de trabajo). En este momento el dominio capitalista en sí vino fugazmente en tela de juicio. Cientos de miles de trabajadores hicieron huelga espontáneamente mientras que 30.000 de nosotros nos congregamos fuera de la prisión de Pentonville. El TUC, asusutado, convocó un "paro nacional" para la semana siguiente (como siempre detrás de la clase - muy por detrás - las huelgas ya estaban en aumento). El Estado parecía muy amenazado y sólo el descubrimiento de un "abogado oficial" (hasta ahora desconocido y nunca volvió a verse) que dio libertad a los estibadores detenidos permitió que el Gobierno Heath se retirara. El ala derecha del Partido Tory estaba indignada pero habría aun más humillación cuando la crisis económica mundial se estalló en su totalidad en 1973. Hacia el oeste llegó como la crisis del petróleo árabe, cuando la OPEP se formó y empezó a exigir un precio justo para el petróleo frente a los dólares que ahora se depreciaban. Semanas de tres días, más apagones, el aumento de la inflación y un enfrentamiento con los mineros llevó a Heath a convocar elecciones en 1974 sobre el tema "¿quién dirige el país?". Se dio cuenta de que no era él. De hecho, un año más tarde, ni siquiera lideraba el Partido Conservador porque el ala derecha del Partido Tory nunca olvidó ni perdonó su humillación. Orquestada por Sir Keith Joseph, Secretario de Educación bajo Heath, una estudiante de una escuela estatal que ya había ganado fama como "la ladrona de leche " (para el abandono de la leche escolar gratuita para los niños de entre 8 y 11 – El Partido Laborista ya la había abolido para alumnos de secundaria) se convirtió en el nuevo líder conservador.
La clase dominante británica esperaba que los laboristas (que se habían quedado fuera de la lucha de los mineros con los conservadores) fueran capaces de estabilizar la situación mediante el uso de los sindicatos para domar a la clase obrera. Sin embargo, la economía estaba en una situación tan desesperada que la inflación estaba rugiendo. Los dirigentes sindicales fueron, por supuesto, dispuestos a llegar a un acuerdo, pero sus miembros no veían ninguna razón por la que deberían pagar por una crisis capitalista. Wilson se dimitió mientras que el estado parecía estar en el borde de la quiebra (¡Ojalá él pudiera ver las deudas de hoy!). El FMI llegó para dar al Reino Unido un préstamo. Sus condiciones se consideraban draconianas en el momento y los recortes en el Servicio Nacional de Salud causaron un resentimiento particularmente amargo. Fue el Primer Ministro Jim Callaghan quien fue el primero en abandonar el "consenso keynesiano" anunciando que "no se puede salir de una recesión por medio del gasto". Al mismo tiempo, trató de lograr que los líderes sindicales controlaran a sus miembros con charlas de "cerveza y sandwiches" en n ° 10 pero los dirigentes sindicales no podían cumplir. Ellos trataron de cooperar en una congelación de los salarios, pero los recortes llevaron a una triplicación del desempleo a 1,5 millones. Este fue el trasfondo del "invierno del descontento" llevado a cabo en gran parte por los trabajadores municipales con bajos salarios que ya estaban en una peor situación. Callaghan convocó a elecciones para junio de 1979 y los conservadores hicieron campaña con la consigna de "El Partido Laborista no está funcionando". Thatcher apenas ganó el puesto de primera ministra, pero había pocos indicios todavía de que estábamos al borde de un cambio global en las relaciones de clase.
Los primeros años de Thatcher
Thatcher llegó citando erróneamente a San Francisco de Asís para pedir la paz social y en realidad no tenía un gran plan en 1979 que no fuera la reactivación de la agenda del gobierno Conservador de 1970-4. Se adhirió rígidamente a la medicina FMI del Partido Laborista (que ya era monetarista) y el los recortes aumentaron. Pero también la inflación (que pasó del 15% cuando ella entró, al 22% dentro de dos años), y el desempleo, que oficialmente se duplicó de nuevo a 3 millones. Aun estas cifras fueron manipuladas dado que el cálculo del desempleo fue alterado varias veces (una innovación era una nueva línea en el engaño político conocido como "spin" - Blair la llevó a nuevas alturas después) ya que la cifra real era mucho mayor.
En el frente de la lucha de clases tuvo un éxito con la derrota de los trabajadores siderúrgicos después de una huelga de trece semanas a principios de 1980. La ayudó el liderazgo de ISTC bajo el liderazgo de Bill Sirs (nunca vamos a olvidar la escena de los trabajadores siderúrgicos que destruyeron o quemaron sus tarjetas de afiliación después de la traición de los huelguistas en las negociaciones). Sirs, quien más tarde sería un amigo personal de Thatcher, recibió ayuda de los mineros en los piquetes (una ayuda que Sirs se negó a reciprocar en 1984), pero le pareció inoportuno. Por encima de todo, sin embargo, el éxito de Thatcher en la huelga del acero se redujo a una cosa. Esta no fue una huelga para seguir el ritmo de la inflación. Fue una huelga para defender el empleo. Y cuando los capitalistas han renunciado a una industria, no les importa el daño que hace. Y esto fue lo que ahora era diferente. Hasta ese momento había sido un elemento central de todas las economías industrializadas que era necesario defender las "palancas fundamentales de la economía nacional". No importaba si eran nacionales o de propiedad privada, había que mantenerlas a toda costa, ya que eran esenciales si estalló una nueva guerra. En 1982 no sólo el hecho de que se había terminado la Segunda Guerra Mundial hace mucho tiempo, sino también la invasión de Afganistán por la URSS de Brezhnev en 1979 (la primera aventura de este tipo fuera de su bloque desde WW2) indicó que la URSS estaba en una situación desesperada. Industrias básicas de Gran Bretaña sufrían una falta de capital, y, en todo caso, bajo la protección de los EE.UU. no eran tan esenciales. Si la clase obrera no estaba de acuerdo con la reestructuración de las industrias podrían ser abandonadas. Sin embargo, esta política no fue completamente decidida todavía. En 1981, Thatcher anunció el cierre de minas en el sur de Gales, pero dio marcha atrás frente a nada más que rumores de una huelga. Los conservadores aún temían a los mineros y con cifras muy pobres en las encuestas, se retiraron para reagruparse.
A principios de 1982 hasta The Times (todavía no era propiedad de Murdoch) estaba escribiendo que Thatcher era el primer ministro más impopular de la historia.
La crisis económica mundial, sin embargo, no se limitaba al Reino Unido. En Argentina, después de años de una dictadura militar asesina la clase obrera estaba saliendo a las calles y estallaban huelgas por todas partes. En ese momento los británicos y los argentinos se encontraban en negociaciones sobre el futuro de algunas pequeñas islas en el Atlántico Sur. En realidad los británicos no se interesaban por ellas y debido a la diplomacia inepta (Lord Carrington el secretario de Relaciones Exteriores dimitió más tarde) dieron la impresión de que iban a permitir que Argentina las tomara. Cuando el dictador argentino Galtieri se enteró de esto, vio la opción de una" guerra corta victoriosa" como una manera de desviar la atención de la crisis de su gobierno en Argentina. Irónicamente si hubiera sido capaz de esperar 6 meses más, podría haber tenido más éxito porque la armada británica estaba a punto de ser reducida drásticamente como parte de los recortes de Thatcher. Pero en marzo 1982 esos recortes aún no se habían llevado a cabo. Thatcher se gloriaba en la oportunidad de jugar el papel de Winston Churchill (aunque estaba consternada por las ofertas de mediación con Galtieri por parte de los EE.UU. que ella vio como una forma de traición). Lo que siguió fue una previsible victoria del Reino Unido contra conscriptos argentinos mal equipados. Galtieri perdió el juego tan pronto como los británicos decidieron luchar. Buenas noticias para la clase trabajadora de Argentina que finalmente pudo librarse de sus opresores sangrientos. Malas noticias para la clase obrera británica como la prensa jingoista (encabezada por los medios de comunicación del imperio de Murdoch) transformó el primer ministro más impopular de todos los tiempos en una ganadora victoriosa aplastante de las elecciones al año siguiente en una ola de nacionalismo que no se veía desde los primeros días de la Primera Guerra Mundial.
La guerra de clases de la década de 1980
El segundo mandato de Thatcher fue el verdadero punto de inflexión para la clase obrera. La transferencia de Ian Macgregor de la industria del acero a la jefatura de British Coal fue la señal de que el próximo objetivo era los mineros. Sin embargo, no era Thatcher sino Nicholas Ridley quien identificó la estrategia y la táctica. En el así llamado Ridley Plan los cierres de las minas iban a ser anunciados, pero sólo después de que la mayor parte del transporte de carbón había sido transferida de los ferrocarriles a los transportistas privados, las operaciones policiales se habían centralizado, más centrales eléctricas alimentadas con gas, los trabajadores en el sector de la energía y la policía recibieron alzas masivas en su pago, se permitió que el carbón gradualmente se acumulara en minas y centrales eléctricas, y se iniciaron las negociaciones con los líderes mineros de Nottinghamshire para impedir su participación en la huelga (con la falsa promesa de que sus minas se salvarían). La dirección del NUM vio lo que estaba pasando, pero su huelga de celo no hizo mella en las reservas y el anuncio final del programa de cierre de minas se retrasó hasta febrero de 1984 (es decir, el invierno estaba llegando a su fin). La respuesta de los mineros fue una huelga espontánea en Cortonwood, South Yorkshire seguido por otras minas en otros lugares. Thatcher estaba horrorizada de que la huelga pudiera durar más de un año. Había pensado que al lograr que la gente compre su propia vivienda las entidades financieras de crédito hipotecario ejecutarían las hipotecas de los mineros en huelga pero le dijeron que en las comunidades mineras las entidades financieras de crédito hipotecario no se atrevían a hacer eso o no tendrían clientes. Si los mineros no hubieran sido aislados (y " Carbón No Paro" no era una consigna para ayudar a superar eso), entonces cuando los estibadores hicieron huelga en agosto de 1984, la situación podría haber cambiado. Pero los dirigentes sindicales y la TUC mantenían separadas las huelgas y los mineros, como en 1926, siguieron adelante solos. Fueron derrotados por la misma razón que los trabajadores del acero. No se puede hacer huelga para defender los empleos cuando los capitalistas ya han decidido abandonar esa industria. Si se hubiera transformado en una discusión sobre lo que el capitalismo ya no puede alcanzar, podría haber unido los trabajadores. Sin embargo, los mineros simplemente pensaban que podían ganar solos como lo habían hecho en la década de 1970. Aun así derrotar a los mineros le costó al gobierno de Thatcher una fortuna y sin los ingresos de petróleo del Mar del Norte, no habría podido lograrlo. El hecho de que Noruega desarrolló un fondo de 700 mil millones de dólares de riqueza soberana de sus ingresos de petróleo, mientras que Thatcher los usó para pagar deudas inmediatas hoy en día no se parece a la sabiduría capitalista.
Sin embargo, como escribimos en ese entonces, la derrota de los mineros significó la derrota de la clase trabajadora entera (y no sólo en Gran Bretaña). La derrota de los impresores en Wapping al año siguiente sólo subrayó nuestro mensaje. Y las nuevas tecnologías informáticas estaban entrando en funcionamiento, que no sólo hizo redundantes a los impresores pero socavaría la necesidad de grandes congregaciones de trabajadores de cualquier sector. El hecho de que el tiempo de Thatcher en el poder coincidió con la revolución de los microprocesadores era para ella totalmente fortuita. La reestructuración era ahora un fenómeno global.
La segunda gran declaración de la era de Thatcher fue que ella había "retrotraído las fronteras del Estado". Es cierto que muchas industrias y empresas de servicios públicos fueron privatizadas, sin embargo un análisis exhaustivo de lo que realmente pasó con el estado no está muy acorde con la leyenda. En primer lugar, la privatización no comenzó como una cruzada ideológica, sino como una respuesta a una necesidad pragmática. La red telefónica era tan anticuada como la mayoría de las otras industrias británicas, y necesitaba una inversión masiva para actualizarla frente a la nueva tecnología. El Estado no podía alcanzarlo así que la solución era una invitación a cotizar y ofrecer acciones a cualquier persona que pudiera comprarlas. Naturalmente cada activo era infravalorado masivamente y vendido a un precio muy bajo (al igual que todas las privatizaciones posteriores). El ex primer ministro conservador Macmillan se quejó de que Thatcher estaba "vendiendo la plata de la familia" barata, pero ahora la cruzada ideológica estaba en pleno apogeo. En lugar del monopolio estatal que Thatcher odiaba tanto, íbamos a ver crecer la competencia pero de hecho el monopolio se ha permanecido (como BT en la actualidad) o las diferentes empresas que fueron creadas que se monitorean tan estrechamente que equivale a una situación de cártel (por ejemplo, las compañías de gas). En todos los casos, los que tienen riqueza consiguieron más riqueza, mientras que los trabajadores perdieron sus puestos de trabajo para hacer más rentable el "resultado final". Incluso aquí, sin embargo, Thatcher ofendió a los puristas monetarios. Con el fin de bajar la tasa de desempleo se expandió el subsidio de invalidez que no incluyeron en las cifras del paro. Nadie centralizó el poder del Estado más porque socavó los gobiernos locales en todas partes (y manipuló el sistema central de subvención para beneficiar a los condados conservadores más ricos en detrimento de las ciudades desindustrializadas). No es casualidad que ya no hay más parlamentarios conservadores en Escocia y pocos en el norte de Inglaterra y Gales. El Thatcherismo es la voz de la "pequeña Inglaterra". En lugar de hacer retroceder las fronteras del estado, el gasto del gobierno como porcentaje del PIB estaba a alrededor del 40% cuando ella dejó su puesto, es decir, lo mismo que siempre.
De hecho el Thatcherismo, "Reaganomics" y todas las otras ideas neo-liberales no han logrado hacer retroceder las fronteras del Estado tanto como ellos dicen a pesar de toda la desregulación. Lo único que ha ocurrido es que el estado ha cambiado su papel en el contexto de la crisis capitalista. Lo que ha significado es una transferencia masiva de la regulación sobre la clase obrera, y a la vez, la eliminación de la protección del Estado que había disfrutado anteriormente en muchas áreas. La legislación contra el paro significa que hacer casi cualquier cosa para defenderse es ilegal. Cuando el Big Bang (la desregulación de los mercados financieros) se produjo en 1987 un financista lo comparó con el "descenso del Espíritu Santo". Desde luego, pensó que había llegado en el cielo. La codicia era buena y ahora se había tomado el primer paso en el camino a la burbuja financiera especulativa, que el Partido Laborista Nuevo siguió hasta que estalló en 2007. En última instancia, todavía era el Estado el que rescató al sistema financiero como "prestamista de último recurso". Thatcher infamemente afirmó que "no hay tal cosa como la sociedad". Se resume la concepción capitalista del sistema económico como un conjunto de individuos libres que hacen contratos libres e iguales entre sí, que era la panacea del neoliberalismo. La crisis de 2007 demostró lo ridículo que era la idea bajo condiciones capitalistas modernas. Los bancos y el sistema financiero pronto se revelaron como esenciales para la "sociedad" y el Estado se movilizó para salvar a los bancos con el fin de salvar a la "sociedad". El bienestar para los banqueros ha sustituido el bienestar para los trabajadores.
Después de la arrogancia viene Némesis. Y finalmente Thatcher se excedió con el impuesto comunitario (poll tax). Después de haber abolido el impuesto del 40% sobre los ingresos más altos, ahora se le ocurrió la súper idea de hacer millonarios y mendigos sujetos al mismo impuesto del consejo local. El error que hizo aquí fue atacar a la clase obrera en su totalidad y la respuesta fue los disturbios de Poll Tax. La popularidad de los Tories se cayó y frente a una posible derrota en la elección general de 1992 los conservadores comenzaron a conspirar y, finalmente, expulsaron a una Thatcher incrédula.
Thatcher dejó algunos legados venenosos, incluso para sus amigos. Firmó el Acta Único Europeo y estaba tan obsesionada con tratar de detener la reunificación alemana ("le ganamos a los alemanes dos veces y ahora están de vuelta!") que no vio que Mitterand estaba convenciendo a los alemanes de aceptar la introducción del euro como el precio por respaldar a Helmut Kohl. El Partido Conservador sigue dividido por su ambigüedad sobre Europa hasta la fecha.
Para muchos de sus admiradores Thatcher logró darse la vuelta a la economía británica, pero en verdad la crisis que tanto ella como sus predecesores del Partido Laborista y Conservador heredaron todavía continúa. El Thatcherismo y el neoliberalismo, "capitalismo anglosajón" o cualquier nombre que los periodistas le den no ha alterado ese hecho. La re-estructuración capitalista en el contexto de la revolución de los microprocesadores ha tenido lugar en todo el planeta. Esto ha significado la reducción de empleos manufactureros en los estados capitalistas avanzados y la globalización de la producción (es decir, transferencia a zonas de salarios bajos). Esto no era la obra de Thatcher, sino el resultado de la forma en que el sistema respondió a la crisis. La burbuja especulativa que puso en marcha la desregulación en el Reino Unido y los EE.UU. se prolongó durante más tiempo de lo que podríamos haber esperado, pero se estalló como sabíamos que lo haría y el estancamiento actual es la consecuencia. En realidad, la única manera en que el sistema puede escapar de su crisis económica es a través de una devaluación masiva de capitales. Esto significará una guerra global de alguna forma. El capitalismo global está todavía en crisis y con o sin Thatcher el resultado aún habría sido el mismo. Thatcher sencillamente agregó la retórica de clase.
Decir esto molestará a muchos trabajadores que creen que ella sóla es responsable de la destrucción de sus comunidades. Thatcher era una persona completamente odiosa, profundamente racista (su apoyo al apartheid fue más que entusiasta), un partidario del carnicero sanguinario Pinochet en Chile, su noción de la libertad era una noción capitalista. La libertad para los explotadores para hacer lo que les guste. Según ella la resistencia colectiva era traición, y ella era absolutamente ciega al sufrimiento que trajo a millones de personas. Pero ella no es el problema y en verdad nunca lo era. El problema es el capitalismo. Cuando ella dijo que "no hay alternativa" a los recortes y despidos, sólo estaba diciendo lo que la clase capitalista global ya sabía. No había ninguna alternativa para ellos. Para la clase obrera se ha demostrado que es un error dar apoyo a las personas que piensan que hay una manera más suave para ejecutar un sistema que sólo puede existir en la explotación más brutal. Thatcher revivió los apetitos bestiales de los especuladores sin la reactivación de la economía capitalista. Los de la izquierda, que demonizan a Thatcher hoy tienen su propia agenda para reformar el sistema que dio lugar a Thatcher. Esos días han terminado. El culpable verdadero es el sistema del que ella era un sirviente leal - el capitalismo. Es hora de centrar nuestra atención en la lucha con el fin de proveer a nuestra clase con futuro. Hay una alternativa, pero es uno más allá de los límites del capitalismo, es en la visión comunista original de Marx tan gravemente deformada por los estalinistas, maoístas, guevaristas, castristas, e incluso trotskistas que han creado monstruosidades de capitalismo de Estado, dondequiera que hayan alcanzado el poder. La visión de Marx es una sociedad sin dinero, sin fronteras nacionales, sin estado, ni clases. Esa es la base de nuestro programa por el futuro de la humanidad.
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- 2013: Black Lives Matter Movement
- 2014: Military Intervention Against ISIS
- 2015: Refugee Crisis
- 2018: Haft Tappeh Struggle
- 2018: Climate Movement
Personas
- Amadeo Bordiga
- Anton Pannekoek
- Antonio Gramsci
- Arrigo Cervetto
- Bruno Fortichiari
- Bruno Maffi
- Celso Beltrami
- Davide Casartelli
- Errico Malatesta
- Fabio Damen
- Fausto Atti
- Franco Migliaccio
- Franz Mehring
- Friedrich Engels
- Giorgio Paolucci
- Guido Torricelli
- Heinz Langerhans
- Helmut Wagner
- Henryk Grossmann
- Karl Korsch
- Karl Liebknecht
- Karl Marx
- Leon Trotsky
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- Michail Bakunin
- Onorato Damen
- Ottorino Perrone (Vercesi)
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Política
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