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Los revolucionarios, los internacionalistas, ante las perspectivas de guerra y la condición del proletariado
Los recientes acontecimientos bélicos en los Balcanes, por el hecho mismo de haberse desenvuelto en Europa y dadas las modalidades revestidas durante y después de los bombardeos de la OTAN, han señalado un relevante paso adelante en el proceso que conduce a la guerra imperialista generalizada. Otro paso se está llevando a cabo en este instante con el conflicto de Daguestán y las guerras rastreras en otras repúblicas ex-soviéticas, en las que Rusia se enfrenta a los movimientos guerrilleros que obran en nombre de ideologías radicales maquilladas de nacionalismo y religión, pero, en realidad, fomentados por los imperialismos rivales.
La pasividad del proletariado, que perdura todavía frente a la escalada belicista del capital y de la cual puede considerarse condición, vuelve a plantear la apremiante urgencia del reforzamiento y radicación de la corriente revolucionaria e internacionalista en la clase.
Tal reforzamiento y radicación aportan las premisas para resistir a los dramáticos cambios en la vida civil y política que la guerra siempre y por doquier impone y para que el programa revolucionario llegue a constituir un sólido punto de referencia para el proletariado, el cual antes, en el curso de la guerra o tras sus inmediatas consecuencias, puede o debería empezar a reaccionar como clase.
La fase imperialista del capital ha explicitado la alternativa guerra o revolución. Tal cosa no significa que el inicial advenimiento de la guerra excluya de por sí la posibilidad de la revolución. El caso de la primera guerra mundial y de la Revolución de Octubre está allí para demostrarlo. Sin entrar en una estéril discusión sobre las probabilidades, los revolucionarios deben prepararse para todas las eventualidades, para sacar provecho de todas las posibilidades abiertas de insurgencia proletaria y considerar, ante todo, el riesgo mortal de encontrarse en condiciones de debilidad tales que sean silenciados, barridos por las tormentas de la guerra misma. Su papel central y esencial es, por tanto, proceder a la construcción del partido revolucionario partiendo de las condiciones actuales de dispersión de las vanguardias y de confusión entre éstas y las supervivencias del pasado. La guerra misma y el tipo de oposición que a ella es hecho son el terreno sobre el cual se está realizando ya la decantación y la selección de las fuerzas revolucionarias capaces de concurrir a la construcción del partido. Éstas permanecerán en el área delimitada por algunos puntos firmes que señalamos como base irrenunciable de cualquier iniciativa política dirigida al reforzamiento del frente revolucionario ante el capital y sus guerras.
El presente periodo
- La fase presente del capitalismo, el imperialismo, abierta en los inicios del siglo XX, con las características evidenciadas por Lenin en su obra "El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo", se caracteriza hoy por la dificultad cada vez mayor del capital para realizar tasas de ganancia suficientemente remunerativas.
- El imperialismo es, por consiguiente, el carácter esencial del modo de producción capitalista, que conserva y exaspera todas sus contradicciones fundamentales, entre las cuales: la anarquía de la producción, la producción en función del beneficio, la absoluta preponderancia de la búsqueda de ganancia sobre cualquier otro objeto o motivación (política, ética o humanitaria), la conformación de concentraciones mayores o menores de capitales (sobre una base societaria, nacional o multinacional) y la lucha incesante entre ellas (comprendiendo guerras), en la búsqueda del máximo beneficio y de la máxima explotación del proletariado.
- Las desiguales relaciones de fuerza económica entre los Estados, o bien entre las organizaciones estatales de las fracciones nacionales o regionales de la burguesía, coherentemente con los rasgos característicos de la actual fase, corresponden al diferente grado de acumulación alcanzado y, sobre todo y consiguientemente, al diverso grado de participación en el reparto de la renta mundial.
- El hecho de que la participación de las diversas burguesías de los países periféricos en el reparto de la renta mundial sea menor o incluso irrisoria, no niega en lo más mínimo el que sean parte integrante del imperialismo, adversario natural e irreductible de la perspectiva de emancipación de la clase obrera de las cadenas del trabajo asalariado.
- Por tanto, ha de considerarse - y esta ha sido una posición tomada desde hace mucho tiempo - como fundamentalmente reaccionaria la posibilidad de juzgar los encuentros entre las diversas fracciones de la burguesía como momentos de debilitamiento del imperialismo. Ello entrañaría mistificar la naturaleza misma del imperialismo y conduciría a atar al proletariado al carro de la burguesía más débil, recluyéndolo en un perenne círculo vicioso que aleja la perspectiva revolucionaria de clase y sitúa al proletariado en uno de los frentes de la guerra imperialista, impidiéndole toda perspectiva autónoma.
- La caída por implosión del frente soviético del imperialismo, es debida al dramático impacto que sobre él ha tenido la misma crisis del ciclo de acumulación que ha golpeado al capitalismo mundial desde el inicio de los años 70'.
- El derrumbe de la URSS ha abierto una nueva fase en la política y en las relaciones entre los Estados que tiende fundamentalmente a la recomposición de los frentes imperialistas que se deberán enfrentar en el conflicto resolutivo del ciclo.
- El cuadro de la crisis, que sacude enteras áreas geo-económicas, acelera y agudiza la confrontación de intereses entre los Estados, incluye, por esto mismo, la tendencia al reagrupamiento de los frentes imperialistas contrapuestos sobre el plano de la apropiación de la renta a escala mundial, del control de las materias primas, del petróleo y de los mercados de la fuerza de trabajo.
- En este cuadro se sitúan los episodios bélicos acaecidos tanto en la ex-Yugoslavia en Europa, como en la región del Cáucaso y, más generalmente, en el Asia. Si el motor de la II Guerra mundial ha sido la contienda por las fuentes de materias primas y por los mercados de inversión, correspondiente a la sazón a la fase de desarrollo del imperialismo, lo que ahora está en la base de las crecientes contiendas, junto, obviamente, a los elementos de siempre, son los mecanismos de apropiación de la renta (en primer lugar, el dominio del petróleo) y el control de los mercados del trabajo. Ambos constituyen el producto más conspicuo del proceso de mundialización desencadenado por la crisis y por las primeras respuestas capitalistas a ella.
- En principio excluimos y combatimos como extraño al punto de vista de clase y objetivamente contrarevolucionario cualquier apoyo o simpatía, casi siempre enmascarados o ideológicamente justificados, hacia uno u otro de los contendientes porque ello constituye ya un alineamiento a priori en uno de los frentes de la guerra imperialista.
- Igualmente rechazamos todas aquellas tesis que, volviendo a hacer eco de las viejas aberraciones del super-imperialismo, ven el enemigo no en el capital, cualquiera sea la fase alcanzada por éste, sino en éste o aquél Estado capitalista (los USA en primer lugar), contra el cual toda oposición (o guerra) sería bienvenida.
La guerra y la clase obrera
- En todos los casos e independiente de cuáles sean las futuras líneas de reagrupamiento de los frentes, los Estados de todo el mundo son tanto más libres de moverse y guerrear en cuanto la clase obrera de los respectivos países y a escala mundial permanece sustancialmente en la condición de objeto pasivo de las maniobras burguesas.
- De otra parte, una de las condiciones de la larga duración de la fase de crisis del ciclo ha sido la aquiescencia de la clase a los profundos procesos de reestructuración sobrevenidos, a los considerables ataques al trabajo con sustanciales depreciaciones del trabajo mismo y a la rapiña del salario indirecto a través de la poda de los llamados servicios sociales, tanto en los países metropolitanos como en los periféricos. Aquiescencia debida a un conjunto de factores entre los cuales se cuenta el derrumbe de la URSS, el rol nefasto de la neo-socialdemocracia y la falta de un punto de referencia político de clase. Gracias a estos factores las burguesías internacionales han podido trabajar con eficacia, atrapando al proletariado en una tenaza político-ideológica de la cual tarda en salir.
- El derrumbe de la URSS no podía significar el fin de la mistificación stalinista contrarevolucionaria según la cual el capitalismo monopolista de Estado era identificado con el socialismo. Antes bien, la mistificación sobrevive con el consiguiente rechazo en la consciencia de la presente generación proletaria del socialismo y de su premisa: la solidaridad de clase contra la burguesía y el capital.
- Tal es la condición subjetiva de clase que presenta como difícil una continuación de la actividad proletaria capaz de poner en peligro inmediato las dinámicas burguesas hacia la guerra; se registran, sin embargo, los primeros signos de un cambio generacional en el proletariado que, liberándolo de los mortíferos influjos de la memoria stalinista, pueden en perspectiva volver a llevar a la clase a importantes niveles de vitalidad y de confrontación, incluso si inicialmente son sólo de carácter defensivo. El poner el acento sobre el proletariado futuro no es solamente una cuestión generacional relacionada con la desaparición de las reminiscencias históricas del stalinismo, sino, ante todo, es algo que depende del escenario económico que las jóvenes generaciones de proletarios tendrán ante sí. La futura relación entre capital y trabajo, de la cual se ven ya las primeras señales devastadoras, estará caracterizada por la absoluta dependencia del trabajo con respecto al capital. Facilitaciones normativas, desgravamientos fiscales e incentivos por una parte, desocupación, semi-ocupación y salarios de hambre por la otra, sin Estado social y sin la concreta posibilidad de construirse una mínima carrera pensional.
- No es posible prever con seguridad si la continuación de la iniciativa proletaria de clase precederá el choque imperialista generalizado (independientemente de las formas que éste pueda asumir) o si será la consecuencia del mismo. En todo caso es sobre dicha base que se hace posible la actualización de la palabra de orden de siempre: el derrotismo revolucionario.
- La actividad derrotista de los revolucionarios se concretiza, por tanto, hoy en favorecer, de todos los modos posibles y compatibles con los objetivos estratégicos, la continuación de la iniciativa de clase, contra la burguesía nacional e internacional y sus lacayos políticos y sindicales. En ningún caso la acción proletaria deberá estar al remolque de un sector cualquiera de la burguesía sólo porque ataca o es más débil al interior del tablero de ajedrez imperialista. Ni deberá ser reabsorbida por uno de los frentes de la guerra en nombre de un falso anti-imperialismo. El único anti-imperialismo posible es el que pasa a través del combate al capitalismo, bajo cualquier latitud, contra toda ideología que lo justifique.
- La posible continuación de la lucha de clase sobrevendrá, si efectivamente sobreviene, por fuera y contra los sindicatos oficiales y todas las formas de sindicalismo más o menos radical que se propongan.
- Los notables procesos de reestructuración productiva y la consiguiente destrucción de la vieja composición de clase preludian una recomposición política de la clase sobre líneas y bases distintas que abren nuevas perspectivas al trabajo de los revolucionarios, pero también presentan un terreno favorable al retorno del sindicalismo, incluso bajo formas nuevas y aparentemente más radicales.
- Cualquier variedad de sindicalismo (en una época sinónimo de mercantilización reformista del precio y de las condiciones de venta de la fuerza de trabajo, ayer atento responsable de las compatibilidades del sistema, hoy alineado abiertamente en el campo de las necesidades de supervivencia del capital, administrador de todas las políticas de sacrificio, instrumento de conservación burguesa en el corazón de la clase), allí donde cristaliza en organizaciones de masa, lleva consigo el inevitable alineamiento en un ala de la burguesía y, por lo tanto, apoya uno de los frentes de la guerra imperialista. Como tal debe ser combatida tanto sobre el plano político, como sobre el plano organizativo. La próxima revolución deberá marchar sobre el cadáver del sindicalismo.
- El llamado y el esfuerzo organizativo encaminado a la continuación de la iniciativa proletaria desde abajo, a través de asambleas, comités de huelga y de lucha directamente responsables ante las asambleas de los trabajadores, son las líneas sobre las cuales la intervención de los revolucionarios puede tanto contribuir a la prosecución de la iniciativa proletaria misma, como conducir a un reforzamiento del partido revolucionario.
Cuáles vanguardias
A 23 años de distancia de la primera conferencia Internacional de la Izquierda Comunista, convocada por Battaglia Comunista para dar comienzo a un primer cotejo entre los grupos políticos que se reconstituían según las líneas generales clasistas e internacionalistas defendidas por la Izquierda Comunista a partir de la segunda mitad de los años 20, es posible - y, de alguna manera, obligatorio - efectuar un balance de aquella relación.
Han transcurrido, en efecto, más de dos decenios, en los cuales se ha desintegrado un frente del imperialismo y la larga fase de crisis capitalista, causada por las dificultades cada vez mayores de valorización del capital, se ha devanado a través de un profundo proceso de reestructuración productiva coincidente con una verdadera revolución tecnológica, con un ataque brutal y prolongado al mundo del trabajo, con el inflamiento a proporciones hasta ahora inimaginables de la esfera financiera y especulativa, con el recrudecimiento de la concurrencia sintomatizado por episodios de guerra y devastación.
Todo esto ha acelerado el proceso de decantación del "campo político proletario", excluyendo a todas aquellas organizaciones que, de una manera u otra, han caído en el terreno de la guerra, llevando a menos el irrenunciable principio del derrotismo revolucionario.
Otros componentes de aquella área, incluso guardándose de incurrir en el trágico error de alinearse en un frente de la guerra, en nombre de un falso anti-imperialismo o de presuntas visiones "progresistas", histórica y económicamente imposibles, se han hecho igualmente extraños al método y a las perspectivas de trabajo que conducirán a la aglutinación del futuro partido revolucionario. Víctimas irrecuperables de planteamientos idealistas o mecanicistas, incapaces de identificar en el moderno capitalismo las peculiaridades de la explosión de las más corrientes contradicciones del sistema económico e, influidos por una suerte de espera mesiánica de la revolución o de ciega invarianza, manifiestan más propensión a mirar hacia el pasado que a entender las especificidades de la situación actual, tanto en los términos de un análisis de la crisis y de las respuestas del capital a la misma, como en las modificaciones operadas en la relación entre el capital y la fuerza de trabajo.
Ningún componente de estas corrientes ha desarrollado un examen de la situación del capital y de sus relaciones con la clase obrera que salde cuentas con la dinámica capitalista real. Por ende, todos se presentan en gravísimo retardo - pero, peor aún, sin método ni instrumentos adecuados - frente a los eventos en curso y en perspectiva. El rezago del movimiento revolucionario en su conjunto se mide también en el retraso de una parte del mismo en separarse definitivamente del pantano en el cual continúa vanamente moviéndose, multiplicándose bajo la forma de réplicas diminutas, presa de un síndrome neurótico de super-micro-partidismo. Estamos seguros de que las fuerzas vivas del movimiento de clase no dejarán de manifestarse y de reagruparse en el terreno del método, del análisis y de las posiciones revolucionarias que el BIPR defiende en el campo abierto de las batallas contra el asfixiante dominio capitalista-burgués, contra su supervivencia y su marcha a la barbarie.
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