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Home ›¿Es el Manifiesto Comunista pertinente hoy?
El Manifiesto Comunista se publicó en enero de 1848 en la víspera de las revoluciones burguesas que se extendieron rápidamente por toda Europa continental. La redacción del Manifiesto fue encargada a Marx y Engels por la Liga de los Comunistas, una organización fundada en Londres en junio de 1847 compuesta primariamente de obreros Alemanes en el exilio. A su segundo congreso en noviembre 1847, Marx y Engels persuadieron a la Liga acerca de la conveniencia de las posiciones del socialismo científico, las cuales estaban basadas en el entendimiento histórico y materialista de la sociedad antes que en sueños utópicos. Atribuido a los dos célebres revolucionarios alemanes, el Manifiesto fue redactado esencialmente por Marx, quien, sin embargo, tomó como referencia muchos de los textos previamente escritos por Federico Engels.
La concepción materialista de la historia
El Manifiesto Comunista constituye una obra significativa incluso desde una perspectiva puramente histórica, en la medida que llevó a cabo la primera exposición del método Marxista en forma de propaganda agitacional. Esto no significa que las ideas incluidas en el Manifiesto hayan sido conceptualizadas de la noche a la mañana; por el contrario, las mismas representaron en su momento una síntesis de las observaciones empíricas y de las elaboraciones teóricas realizadas por Marx y Engels en los años anteriores.
En común con la tendencia prevaleciente en la vida intelectual de Alemania entre los años 1830 a 1850, Marx inicialmente estaba preocupado por problemas de índole filosófica. En efecto, la filosofía de Hegel había predominado por mucho tiempo y en un comienzo el mismo Marx era uno de sus admiradores. Y no era extraño, pues en contraste con los sistemas filosóficos precedentes que intentaban descubrir verdades fijas y eternas, el Hegelianismo fue progresivo en cuanto admitió la posibilidad y la necesidad del cambio. Sin embargo, la filosofía de Hegel era todavía idealista en el sentido de que para ella el desarrollo humano ocurría como consecuencia de la evolución dialéctica de las ideas según se expresaba en la cultura y la religión. Para Hegel, por tanto, el resultado del conflicto de ideas determinaba el carácter de la sociedad. La ruptura radical de Marx con Hegel invirtió la dialéctica de Hegel y afirmó que las condiciones materiales de la humanidad determinaban el carácter de la sociedad humana y las ideas.
De conformidad con la formulación de Marx y Engels, el materialismo histórico conceptualiza el desarrollo dinámico de la sociedad humana. Pero, a diferencia de Hegel, su punto de partida es que las necesidades materiales son satisfechas por medio del desarrollo del proceso productivo, lo cual significa que la conciencia que los hombres tienen acerca de su existencia surge como un reflejo de los cambios en las circunstancias materiales.
A esta perspectiva teorética se llega por medio del análisis del desarrollo progresivo de la sociedad humana desde la antigüedad y de la observación empírica de la sociedad capitalista contemporánea. Ya en los tiempos en que era tan sólo un joven colaborador en el periódico radical burgués Rheiniche Zeitung, Marx había percibido en los procesos efectivos que se sucedían ante sus ojos las conexiones que median entre las relaciones de propiedad burguesas y la pobreza de los obreros. Artículos como The Poverty of the Moselle Wine Growers [La Pobreza de los Cultivadores de Vino en La Región del Mosela] evidencian con claridad su adelanto intelectual a este respecto. En 1845 Engels publicó la obra "La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra", un análisis de las condiciones y consecuencias de la implantación del capitalismo que revelaba el verdadero carácter de la producción en las fábricas. Como confirmación de la actualidad del concepto materialista, estas observaciones empíricas preparaban el terreno para la futura obra teorética y conducían a Marx y Engels a concluir que la lucha de clases constituía la clave determinante del avance de la historia humana.
El texto del Manifiesto
La primera sección, "Burgueses y Proletarios", comienza con una de las tesis fundamentales del método que se proponía exponer:
Toda la historia de la sociedad humana hasta la actualidad, es la historia de las luchas de clases.
Marx continúa ilustrando esta hipótesis con ejemplos extraídos de la historia: la lucha entre ciudadanos libres y esclavos, entre patricios y plebeyos en la sociedad antigua; entre barones y siervos, entre maestros de los gremios y siervos de la gleba en la época feudal, y en la era moderna entre burgueses y proletarios:
Hoy, toda la sociedad tiende a separarse cada vez más abiertamente en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.
Es la lucha de clases la que impele hacia adelante a la historia y la que conduce...
en cada etapa, a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.
Marx, entonces, presenta el ascenso del capitalismo fuera de la sociedad feudal como un resultado del gran avance del comercio mundial y del maquinismo que produce los fundamentos económicos y tecnológicos de la industria moderna. Él demuestra cómo los intereses de clase de la burguesía entran en conflicto con las restricciones del modo feudal de producción, subrayando el carácter revolucionario de la burguesía al asumir un papel destructor del antiguo régimen hasta acceder, finalmente, al poder estatal. En un comentario al margen, Marx revela la esencia de este último en su carácter de clase, el cual es denunciado en el contexto de una tesis que aún es válida en nuestros días:
Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.
A pesar de la explotación y la miseria causada por su avance, la era del capitalismo ha sido considerada en el Manifiesto como históricamente progresista al revolucionar a las sociedades en los terrenos económico y político, creando naciones burguesas fuera de los enclaves feudales y produciendo una economía global.
En el corto siglo que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas.
No obstante estas maravillas, el capitalismo es un sistema que ya desde su propio nacimiento viene plagado de contradicciones. Hay crisis periódicas de superproducción que solamente pueden ser superadas por la destrucción masiva de las fuerzas productivas. Aunque en sus tiempos el capitalismo estaba en su adolescencia, Marx observó que:
Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza engendrada por ellas.
Es importante recordar que el Manifiesto se escribió veinte años antes de la aparición del primer volumen de "El Capital", es decir, en una fase de la vida y del itinerario teórico de Marx en la que éste todavía no había desarrollado un análisis profundo del fenómeno de las crisis económicas y sus causas.Mientras que el advenimiento de las crisis revela el defecto económico fundamental del sistema capitalista, el capital crea también su antítesis material y social, una clase creciente de proletarios que puede producir el derrocamiento del sistema.
La clase revolucionaria
Es notable que una parte considerable del análisis de Marx en torno al carácter del proletariado siga vigente hoy. El Manifiesto representa un excelente antídoto contra los teóricos burgueses y algunos ideólogos que se hacen llamar "socialistas" que proclaman la desaparición de la clase obrera. Precisamente Marx ha empezado examinando el carácter económico del trabajo y ha señalado cómo éste es una mercancía que, del mismo modo que las otras, es comprada y vendida en el mercado. En efecto, los proletarios conforman una clase...
que sólo puede vivir a condición de encontrar trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida que éste sirve al incremento del capital.
La repartición del trabajo en la fábrica, junto con el desarrollo tecnológico, resulta en la pérdida de cualificación del trabajo y en la consiguiente reducción de su precio. La burguesía puede, entonces, reducir el coste de la mano de obra aún más gracias no sólo a la competencia de las máquinas, sino al empleo de mujeres y niños.Pero, además de la explotación económica, Marx describe cómo el proletariado no puede derivar satisfacción de su trabajo. El obrero es solamente un "apéndice de la máquina", destinado a cumplir las tareas más serviles y monótonas, por lo cual no puede desarrollar ningún interés por el producto de su trabajo. El carácter de la producción fabril refleja una jerarquía militar en la que el obrero desciende al grado de "soldado raso" del ejército industrial, esclavizado tanto por la máquina, como por los jefes y sus capataces. Marx demuestra cómo en la sociedad capitalista los trabajadores son engañados dos veces, en cuanto productores y consumidores:
Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Ahora bien, a la par que se desarrolla el capitalismo aumenta proporcionalmente el proletariado. El hecho de que los sectores inferiores de la clase media y la pequeña burguesía, con sus capitales permanentemente disminuidos, no tengan prácticamente ninguna esperanza frente a la competencia de la producción en gran escala, empuja a estratos cada vez más numerosos de la sociedad a hundirse en el proletariado. Y, lo que es aún más importante, se registra un proceso de "proletarización" que incluye a las capas profesionales:
La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.
Si esto era verdad en tiempos de Marx, lo es con mayor relieve en nuestros días y sirve como indicación de que la clase obrera no está constituida solamente de trabajadores fabriles y jornaleros. Mientras los profesionales probablemente prefieren considerarse como parte de la "clase media" (que es un término sociológico sin una definición económica de clase), en su gran mayoría son objetivamente proletarios.A lo largo de su proceso de formación, el proletariado se reúne en sindicatos para defenderse y avanzar en la lucha por sus propios intereses contra los designios de la clase capitalista. Marx consideró la importancia de los sindicatos por su función básica en la formación de la conciencia de clase. Por supuesto, ésta perspectiva no es válida hoy porque los sindicatos forman la barrera contra la conciencia de clase.Marx entonces afirma el carácter revolucionario del proletariado. A diferencia de la mayoría de las clases subalternas del pasado, que tomaron el poder únicamente para explotar a otras clases, debajo del proletariado no existen otras clases susceptibles de ser explotadas.
Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás.
Tal es el concepto crucial que distingue el socialismo científico del pensamiento socialista precedente. Pese a que la idea del comunismo había existido por siglos, mucho antes de que Marx y Engels hablasen al respecto, su rasgo esencial consistía casi siempre en estar basada en el principio utópico de un acto de la voluntad dejado a merced de las buenas intenciones de las personas. Fueron Marx y Engels quienes, por primera vez, dijeron que el comunismo es una posibilidad histórica objetiva debido al nacimiento del proletariado moderno, de la fuerza social que personifica el proceso real de negación del capital.
El programa comunista
La sección segunda del Manifiesto denominada "Proletarios y Comunistas" se propone defender los principios comunistas contra la crítica burguesa. La sección empieza con el resumen del papel de los comunistas en relación tanto con la clase en su conjunto como con los demás partidos de la clase obrera. Lo típico de los comunistas es que promueven el carácter internacional de la lucha de clase y representan los intereses del proletariado en su conjunto. Al mismo tiempo:
Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.
Sin embargo, esta última formulación, apropiada para una época en que el capitalismo desempeñaba una misión históricamente progresista, carece de validez hoy en día. En aquel tiempo, la coexistencia entre reformistas y revolucionarios fue viable en el movimiento obrero porque aún el capitalismo no había agotado todo lo que contenía en términos de fuerzas productivas y condiciones sociales y era, en consecuencia, justo fomentar demandas reformistas y democráticas alcanzables en el contexto de la sociedad y del Estado existentes, o, dicho de otro modo, porque el comunismo no estaba al orden del día. Como Marx dice: "la constitución del proletariado como clase" es un proceso histórico del que la fase reformista es un momento necesario. Esta situación se ha prolongado hasta 1914 cuando los partidos reformistas se pasaron abiertamente al bando de la burguesía al apoyar a sus respectivos gobiernos en el curso de la Primera Guerra Mundial. Desde aquel momento hasta hoy es imposible convivir con el reformismo en el seno de un auténtico movimiento del proletariado.
Sin embargo, hay otras formulaciones del Manifiesto alrededor del papel de los comunistas que mantienen viva actualidad. Marx indica que las ideas y principios del comunismo no son una elucubración de intelectuales, sino que derivan del proceso histórico de la lucha de clase. El Manifiesto hace hincapié en que el objetivo final de los comunistas es el comunismo - es decir, la abolición de las relaciones de la propiedad burguesa.
Marx pasa a defender los objetivos comunistas contra las críticas más comunes y triviales de la reacción. En defensa de la abolición revolucionaria de las relaciones burguesas de propiedad, Marx replica que la mayoría de la población ya no tiene propiedad y la propiedad de la burguesía pequeña y de los campesinos está en vías de ser destruida por el mismo desarrollo del capital. Marx distingue con claridad diáfana la propiedad burguesa, el capital usado con propósitos de explotación, de los productos destinados al consumo personal. El objetivo del comunismo es el de permitir a todos los productores compartir equitativamente el producto del trabajo social:
El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno.
Luego, el Manifiesto se ocupa del tema de la transformación de la cultura en la sociedad comunista y reprocha a los intelectuales el vicio idealista de percibir los valores culturales como categorías eternas e inmutables antes que como una manifestación del modo de producción:
Al discutir con nosotros y criticar la abolición de la propiedad burguesa partiendo de vuestras ideas burguesas de libertad, cultura, derecho, etc., no os dais cuenta de que esas mismas ideas son otros tantos productos del régimen burgués de propiedad y de producción, del mismo modo que vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase elevada a ley: una voluntad que tiene su contenido y encarnación en las condiciones materiales de vida de vuestra clase.
[Así, pues, Marx no da crédito a las objeciones religiosas y filosóficas levantadas contra el comunismo por el hecho de permanecer todas encerradas en una perspectiva social limitada a las condiciones y necesidades de existencia de la burguesía, que se rehusa a reconocer la historia y el carácter transitorio del modo de producción actual:
La historia de las ideas es una prueba palmaria de cómo cambia y se transforma la producción espiritual con la material. Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante.
(parte extrapolada subrayada y entre paréntesis)].
El Manifiesto ataca todos los fundamentos del orden establecido.
Los comunistas no se disculpan por el deseo de acabar con la familia burguesa:
¡Ah! nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos.
La clase obrera no está en situación de llevar una vida familiar significante y la familia burguesa está plagada de hipocresía, prostitución y adulterio escondido debajo del mito de la gloria de la vida hogareña patriarcal.
Marx defiende la abolición de la nación burguesa porque...
Los trabajadores no tienen patria.
En una economía global comunista no habría razón para la existencia del Estado-nación porque no habrían clases y la producción sería planeada de manera racional.
Por cuanto la revolución comunista entraña la ruptura más radical con las relaciones de propiedad tradicionales, no hay razón para sorprenderse por el hecho de que el desarrollo del movimiento comunista reclame la ruptura más radical con las ideas tradicionales.
Añadida al final de ésta sección del Manifiesto está la declaración de que el primer paso en la marcha hacia el comunismo es ganar la lucha por la democracia. A este respecto se formula un programa de diez puntos que incluye la nacionalización, el impuesto progresivo y graduado de ingresos, la abolición de la propiedad de la tierra y la educación gratuita. Dicho programa no se propuso para servir de modelo universal para todos los países y en todas épocas. En realidad fue especificado para la fase intermedia del siglo XIX, cuando las primeras tareas del movimiento de masas gravitaban en torno a la finalización de la revolución burguesa. Los izquierdistas que usan esta parte del Manifiesto para justificar el apoyo al reformismo y a la democracia, tanto en los países avanzados como en el llamado "tercer mundo", demuestran precisamente que no todos aquellos que citan a Marx son Marxistas. En oposición a los cristianos y, en general, a los dogmáticos, para quienes basta la citación de la Biblia para "probar" la "verdad" de sus planteamientos, para los verdaderos seguidores del método marxista una cita de Marx solamente prueba lo que Marx dijo y no la verdad de la cita, salvo que sea posible revalidar la tesis que envuelve en el contexto de las realidades y exigencias actuales.
Otros tipos de socialismo
Como se ha dicho atrás, la idea del socialismo existía antes de Marx. La tercera sección del Manifiesto titulada "Literatura Socialista y Comunista" examina los diferentes conceptos de socialismo que habían alcanzado popularidad en los tiempos de Marx. La primera categoría que Marx define es el "socialismo reaccionario", basado en el regreso a las seguridades paternalistas de la sociedad feudal. El socialismo reaccionario fue la manifestación de repulsa de la pequeña burguesía al avance del capital y era (y es) reaccionario en la medida que intentaba restablecer una suerte de orden que ya había sido históricamente superado. Entre los tipos de "socialismo" que Marx estudió hay uno que él llamó "socialismo burgués o conservador" cuya crítica adquiere hoy una gran pertinencia. Se trata del "socialismo" de los filántropos burgueses y reformistas que:
considerarían ideales las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y los peligros que encierran.
La gran paradoja en que está envuelta la prédica de los socialistas burgueses reside en que mientras sostienen que las reformas que promueven apuntan a alcanzar el bienestar de los obreros, en la actualidad las reformas benefician exclusivamente a la clase dirigente.
El tercer tipo de socialismo fue definido por Marx como el "socialismo o comunismo crítico-utópico", es decir, el "socialismo de Saint-Simon, Fourier y Owen". Este tipo de socialismo se deriva del amanecer de la época industrial, cuando la naciente clase obrera, sin fuerza ni organización propias, no tenía aún la capacidad de actuar como una clase independiente. El socialismo utópico declara proyectarse más allá de los antagonismos de clase y evita la actividad político-revolucionaria. Los socialistas de esta escuela creen ciegamente en el valor de la propaganda, prefieren contar con la perspectiva moralística de que la sociedad será por fin humana sólo cuando los elevados principios éticos del socialismo sean voluntariamente aceptados por todos. La irrelevancia de este tipo de socialismo se demuestra por el dato de que los seguidores de Owen en Inglaterra se opusieron al Cartismo, que fue probablemente el movimiento más popular de los obreros en la historia de Inglaterra.
La finalización de la revolución burguesa
La sección final del Manifiesto versa sobre la relación entre los comunistas y los partidos burgueses radicales. Esta sección debe ser observada en su contexto histórico como una medida táctica dirigida a acelerar la culminación de la revolución burguesa. Marx albergaba grandes esperanzas en la inminente revolución burguesa en Alemania bajo una situación en la que el modo de producción capitalista y el proletariado habían alcanzado ya un mayor grado de desarrollo en comparación con el que experimentaban al momento de estallar las precedentes revoluciones en Francia e Inglaterra. A su juicio era, por lo tanto, conveniente apoyar a los partidos burgueses en la medida que éstos lucharan contra la reacción feudal. Por otra parte, tal apoyo estaba sujeto a la condición de que los comunistas pudieran mantener su independencia de modo que el movimiento proletario estuviera en estado de lanzarse contra la burguesía en la eventualidad de encontrar una situación propicia. Puede decirse, en general, que las susodichas disposiciones tácticas se adoptaron en respuesta a las circunstancias específicas de aquel tiempo, lo cual ilustra también el método histórico del marxismo. Sin embargo, por las mismas razones de fondo, un comportamiento táctico semejante no sería hoy plausible: la revolución burguesa ha sido, en efecto, clausurada a escala mundial. No existe hoy en día ninguna justificación para celebrar alianzas "tácticas" de este género porque no hay secciones progresistas de la burguesía.
El Manifiesto como documento para hoy
En nuestros días, el Manifiesto Comunista sigue siendo una fundamental fuente de inspiración revolucionaria, al tiempo que un paradigma explicativo del método marxista. Uno de sus principales aportes reside en que muestra la posibilidad y necesidad históricas del comunismo, pero simultáneamente previene contra la creencia semi-mística en una teleología de la historia que lo presenta como un resultado ciego e inevitable de una ley mecánica. Las experiencias del siglo veinte de la guerra imperialista y la crisis económica prolongada han confirmado rigurosamente las limitaciones históricas del capitalismo, poniendo de presente que la transformación revolucionaría de la sociedad es más urgente y necesaria hoy que en tiempos de Marx. Las circunstancias contemporáneas requieren tácticas diferentes a muchas de las que Marx indicó en el Manifiesto, obra que en este respecto era claramente un producto de su tiempo. Marx y Engels reconocieron esta limitante en el Prólogo a la edición Alemana de 1872. Empero, declaraban que, pese a haber tenido lugar numerosos cambios en los veinticinco años transcurridos desde su redacción a esa fecha, los principios generales enunciados en el Manifiesto eran "substancialmente exactos". Y continuaban del siguiente modo:
Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas al final del capítulo II.
Al escribir en 1872, Marx y Engels recogen la sucesiva experiencia social revolucionaria reflexionando sobre los acontecimientos de la Comuna de París. El balance de los mismos probó que la clase obrera "no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines", como lo sugería el Manifiesto. En circunstancias nuevas Marx y Engels comprendieron la necesidad de que el proletariado procediera a la destrucción del Estado burgués. Otros avances históricos también habían tenido repercusiones importantes en la actividad de los revolucionarios. La esencia del método Marxista, según ha sido explicitada en el Manifiesto, consiste en comprender las implicaciones del cambio en los terrenos de la teoría y la práctica revolucionaria. Aunque nuestras perspectivas contemporáneas de lucha no pueden hallarse previstas en el Manifiesto, las líneas finales son tan relevantes y estremecedoras hoy como en la época de Marx y Engels:
Que tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
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