El racismo antinegro: un veneno pérfido contra la lucha de clases

Como obstáculo central para la unidad de los trabajadores en EEUU, el racismo no es un invento nuevo del capitalismo. Es tan antiguo como la esclavitud y, por tanto, anterior incluso a la actual configuración de la explotación del trabajo por el capital en Norteamérica.

El tipo de racismo al que están acostumbrados los estadounidenses tiene sus raíces en los inicios del cultivo del tabaco en Virginia y en la primera época de las colonias británico-estadounidenses. ¿Qué ocurría entonces en las colonias? La lucha de clases. Batallas periódicas entre los trabajadores blancos y negros, por un lado, y los precursores de la burguesía, por otro, fueron en aumento en los siglos XVI y XVII. En consecuencia, el racismo à l'anglais se inscribió en la ley.

En 1676, los sirvientes bajo contrato blancos y los esclavos africanos se rebelaron juntos contra la administración británica en Virginia. Para evitar futuros incidentes y dividir a los trabajadores blancos de los esclavos, se creó el siguiente código racial: piel negra = mano de obra “marcada”, piel blanca = mano de obra “libre”.

En el siglo XIX, los intereses de las élites del Sur — cuyas fortunas se basaban en la explotación de los esclavos — chocaron con los intereses de una burguesía adolescente del Norte, cuyas fortunas se basaban en la explotación de una nueva clase de trabajadores asalariados: el proletariado. Ante un sistema social en cambio sometido a las leyes económicas capitalistas y el desenlace de la Guerra Civil, la posición social y política de la élite sureña se volvió precaria. El capitalismo en el Sur ya dependía de la vinculación de la propiedad a la supremacía blanca y de la desposesión de los propietarios no blancos.

Tras la Guerra Civil, esta distinción entre blancos y negros se acentuó aún más. Para defender su lugar en el sistema social tras la Guerra Civil, los plutócratas del Sur atacaron y reprimieron a los esclavos emancipados. Los más de diez mil linchamientos entre 1865 y 1877, la privación de hecho del derecho de voto a los negros, el reino del terror del Ku Klux Klan, etc., culminaron en las despreciables leyes Jim Crow.

Adelantándose al año 1919, Estados Unidos se convirtió en un hervidero de lucha de clases a medida que la Revolución Rusa inspiraba a los trabajadores de todo el mundo. El recién creado Partido Comunista de América desempeñó un papel destacado en algunas luchas, como la Gran Huelga del Acero de 1919. Debido a una combinación de factores, la huelga fue derrotada en enero de 1920, pero uno de los venenos más potentes de la burguesía, que las empresas siderúrgicas dispensaban generosamente a los trabajadores, eran las actitudes racistas y chovinistas. Para romper la huelga, la patronal ordenó a sus espías entre los obreros que "fomentaran toda la mala onda posible" enfrentando a los obreros blancos con los 30.000-40.000 obreros negros y mexicanos (excluidos de los principales sindicatos como la AFL) empleados como rompehuelgas.

Los obreros blancos fueron embaucados por sus jefes en una histeria racista antinegra, y participaron en disturbios y linchamientos antinegros. La derrota de los trabajadores se pavimentó con los cadáveres de proletarios negros, asesinados de la forma más exasperante imaginable, a manos de sus hermanos de clase blancos que no fueron utilizados más que como peones de los patrones para asestar un golpe devastador en las tripas a la fuerza del proletariado en un periodo histórico crítico para nuestra clase.

Los ejemplos de hoy en día de cómo la burguesía emplea directamente las divisiones racistas para fragmentar nuestra clase son abundantes. Tomemos 2020, por ejemplo. La clase obrera sufre el doble golpe de una pandemia mortal, de la que los trabajadores fueron las primeras víctimas de primera línea ("¡tenemos que seguir trabajando para salvar la economía!"), y de una crisis económica implicando una tasa de 14% de desempleo oficial y amenazando con dejar a millones (si no más) sin hogar. Las huelgas son prohibidas por el Estado bajo el pretexto de una situación de emergencia. George Floyd es asfixiado por un puerco mientras otros tres observan. El vídeo circula por las noticias y las redes sociales. La situación se convierte en un polvorín, ya que los trabajadores desempleados que han estado confinados en casa durante meses, se enfrentan a la policía en las calles durante dos semanas en arranques de colera por una injusticia recurrente e histórica cometida contra los proletarios negros.

Aquí tenemos dos respuestas de la burguesía. Por un lado, el complejo de ONGs del Partido Demócrata llega para usurpar las manifestaciones callejeras, transformándolas en un apéndice de la campaña electoral de Biden y amplificando los llamamientos a extirpar a los "agitadores externos" blancos (escindiendo cualquier unidad potencial entre trabajadores blancos y negros contra las fuerzas del orden del Estado). Una congregación multirracial del Partido Demócrata en el Congreso se pone la tela kente de Ghana en junio de 2020 para demostrar lo sinceros que son. Ahora se trata de "amplificar las voces negras", es decir, aquellas voces negras con el capital para ser escuchadas, y borrar lentamente la respuesta inicial y elemental contra el enemigo físico del proletariado, la policía. Por otro lado, el GOP se aprovecha de la más pútrida política de identidad blanca, apelando a estereotipos capitalistas largamente probados de los negros como criminales, para completar la división racialista entre trabajadores blancos y negros. ¿El resultado final? Desmembramiento de los trabajadores por líneas raciales.

Vemos entonces que la función de la separación racial de blancos y negros, ya sea que se haga cumplir a través de la ley (Jim Crow), la violencia abierta (linchamientos, asesinatos policiales), o la violencia ‘encubierta’ (la pobreza enormemente desproporcionada entre los trabajadores negros) ha sido, y sigue siendo, dividir a la clase de los trabajadores para que no se unan contra la clase capitalista propietaria. La división de los trabajadores blancos de sus hermanos de clase negros ha sido un instrumento fiable en el cinturón de herramientas de la guerra de clases de la burguesía, tanto en el Norte como en el Sur, en el pasado y en el presente.

Por el contrario, la respuesta de la clase obrera contra el racismo requiere llevar su lucha contra el racismo a su propio terreno. La lucha contra la brutalidad policial, el complejo industrial carcelario, la segregación en la vivienda, la discriminación en el lugar de trabajo, el robo de salarios y todos los demás aspectos del racismo debe llevarse a cabo a través de los organismos de la clase obrera, con el objetivo final de la abolición del sistema capitalista.

Esta abolición del capitalismo y de la sociedad de clases sólo puede ser efectuada por la clase obrera mediante su toma revolucionaria del poder. Por su propia fuerza, la clase obrera debe autoorganizarse para erradicar las raíces de la opresión racial. Esto implica la creación y presencia del partido revolucionario centralizado con sólidas raíces en la clase obrera, necesario para guiar a nuestra clase global hacia su deber histórico. El papel del partido es destacar los vínculos entre estas luchas y el programa comunista, hacer concreto y relevante para los que luchan contra el racismo que el comunismo es la única alternativa viable.

Este artículo forma parte de la edición más reciente de Cuadernos Internacionalistas (#7 invierno 2024), boletín del Grupo Obrero Internacionalista.

Thursday, March 7, 2024