La "Ecología de Guerra" no salvará el planeta

No es ningún secreto; sin duda, la situación ecológica es catastrófica para la mayoría de la población. Igualmente cierto es que, en manos de la burguesía, se reutiliza como cortina de humo ideológica. Hoy, en la fecha de las marchas por el clima, es vital que reconozcamos a los falsos amigos que hay entre nosotros.

¿Cuál es el verdadero culpable de la crisis climática? La respuesta es el capitalismo y su Estado, cuyos continuos preparativos de guerra se camuflan como legislación en interés del medio ambiente. El Estado, que defiende la producción con ánimo de lucro, no puede resolver una catástrofe ecológica provocada por la producción con ánimo de lucro. Como actor en la competición entre capitales nacionales, el Estado no puede existir más que como participante en el sistema que siempre ha vivido a expensas del medio ambiente: el capitalismo.

El sistema, sin embargo, se viste de verde. El 16 de agosto de 2022, el Congreso aprobó la Ley de Reducción de la Inflación, que pretende luchar contra la crisis climática mediante la inversión en la producción de energías renovables. Patrocina la construcción de nuevas centrales nucleares y la fabricación de baterías para vehículos eléctricos (VE) en Estados Unidos. Francia ha seguido su ejemplo, nacionalizando la mayor empresa energética del mundo y ampliando su parque de centrales nucleares. En Alemania, donde las renovables han crecido hasta representar el 52,3% del consumo eléctrico en el primer semestre de 2023, el canciller Scholz afirma que "la guerra de Putin" es un "acelerador del cambio necesario" que incluye la transición verde (o, como algunos exigen en EE.UU., un "Green New Deal").

Sujeta al funcionamiento del mercado, la transición a las energías renovables no resolverá la crisis climática aunque superen a las fuentes tradicionales en la producción de electricidad y sectores adyacentes. Tampoco lo harán las plantas de baterías para vehículos eléctricos, cuya construcción se lleva a cabo al mismo tiempo que la expansión de la fabricación de semiconductores (vinculada a una actividad económica que representa aproximadamente ⅓ de las emisiones mundiales...) en Estados Unidos, Europa y Vietnam en virtud de la Ley CHIPS. En realidad, la transición verde es una fachada verde para lo que puede resumirse como "ecología de guerra". Mientras que los arquitectos del New Deal en la década de 1930 trataron de asegurar la sumisión de los trabajadores al rearme bajo los auspicios de la legislación social, hoy en día, tanto los partidos institucionales de derechas como de izquierdas tratan de asegurar la sumisión al rearme bajo los auspicios no sólo de la legislación social, sino también de la medioambiental.

¿Por qué? Vemos que las relaciones con los participantes en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) están por los suelos; y los recortes de producción acordados en la reunión de la OPEP+ de junio siguen impidiendo que EEUU reponga su Reserva Estratégica de Petróleo, que ha caído a los niveles más bajos desde los años ochenta. Esto perjudica la preparación bélica de EEUU. Y ahí reside la fuerza motriz de la transición verde: la preparación bélica.

Los Estados de la OTAN preparan una "transición verde" junto a la consolidación de los bloques imperialistas desde la invasión de Ucrania. Lo hacen para a) aislarse de la guerra económica de los Estados adversarios que se dedican a la producción de petróleo, y b) facilitar la reconfiguración de las líneas de producción que es fundamental para el rearme. Entre ellos, Francia, asolada por los disturbios desde el 24 de febrero de 2022, apuntó al sector energético para llevar a cabo reformas destinadas a atajar las tensiones sociales, entre cuyos catalizadores recientes figura una red energética decrépita. Ahora, según The Economist, "pregunten a funcionarios y gente del sector, y el éxito de la energía nuclear estadounidense no sólo es crucial para atajar el cambio climático, sino también para la seguridad nacional". El programa ecológico de la actual administración -profundamente entrelazado con la "deslocalización" destinada a ampliar la base industrial nacional en previsión de un futuro conflicto con el capitalismo chino- es el de la ecología de guerra, para fortalecer la posición de EEUU dentro del orden jerárquico imperialista. Para los reformistas medioambientales, la crisis climática se reduce al nivel de una estratagema de relaciones públicas, para recabar apoyos a una legislación "medioambiental" que en realidad está preparando a sectores estratégicos de la economía para la guerra con China.

La crisis climática no puede resolverse dentro del capitalismo, y desde luego no mediante la ecología de guerra. Las protestas ecologistas que no reconocen esto no se oponen al colapso de los ecosistemas, a la subida del nivel del mar o a la desaparición de especies. Lo que la situación exige es una lucha renovada de la clase obrera (la única fuerza cuyos intereses objetivos coinciden con las necesidades humanas universales...), en la que todas las facciones capitalistas sean identificadas como el enemigo, y se desenmascare la mascarada ecológica del capitalismo de Estado. Necesitamos conectar nuestras luchas transitorias con la lucha por una nueva sociedad, no basada en la producción para el beneficio, sino en la producción para las necesidades humanas. Sólo entonces empezaremos a oponernos realmente a la destrucción del planeta, que acompañará al estallido de la guerra entre los diferentes bloques imperialistas a un nivel aún más terrible que el actual. Si no queremos ser ovejas al matadero, no hay otra salida que…

Comunismo o extinción; ¡Ninguna guerra salvo la guerra de clases!

Grupo de Obreros Internacionalistas
Afiliado de la Tendencia Comunista Internacionalista en EE.UU.

Notas:

Imagen: Intothewoods7 (CC BY-SA 4.0), commons.wikimedia.org

Thursday, November 16, 2023