Folleto distribuido en la manifestación de Florencia, 26-3-2022 por la TCI

La guerra de las guerras

La guerra en Ucrania es el comienzo de una nueva y más peligrosa fase del choque imperialista: las bandas burguesas, en ambos bandos, luchan por imponer sus intereses económicos, políticos, estratégicos; los derechos de los pueblos, la democracia, la lucha contra el nazismo no son más que propaganda macabra para enmascarar y justificar el altísimo coste descargado sobre millones de personas. El proletariado ucraniano, la población bajo las bombas, son víctimas. Pero también son víctimas los hijos conscriptos del proletariado ruso enviados por "su" burguesía a matar y ser matados. La clase obrera rusa paga y pagará los costes de la guerra, al igual que la ucraniana, la europea y vastas regiones del mundo, con un nuevo deterioro de las condiciones de vida y de trabajo.

La guerra contra el medio ambiente

La devastación del medio ambiente y el calentamiento global están provocando desastres en todos los rincones de la Tierra. El punto de no retorno se acerca rápidamente, con efectos incalculables en la vida de cientos de millones de personas y en el propio planeta.

La guerra contra nuestra clase

Desde hace décadas, la clase obrera está siendo atacada por la patronal y sus gobiernos: caída de los salarios, empobrecimiento de millones de personas, precariedad, deslocalizaciones, despidos, endurecimiento de la dictadura patronal en los centros de trabajo, ansiedad ante un futuro cada vez más incierto. La pandemia, hija de la manipulación capitalista del medio ambiente, que recayó sobre los sistemas de salud debilitados por los fuertes recortes del gasto público, ha empeorado dramáticamente el ya sombrío panorama.

Las tres guerras tienen una única raíz

La raíz es la crisis estructural del capital que se arrastra desde hace décadas por la caída de la tasa de ganancia. Esta crisis "endurece", para el gestor del capital -la burguesía- la administración de sus contradicciones cada vez más problemáticas: Brexit, soberanía fascista, guerras en distintas zonas del mundo y, ahora, la guerra en Europa, que plantea el riesgo de un conflicto nuclear. También es la crisis la que ha reducido drásticamente los márgenes para obtener mejores condiciones de trabajo. Para la patronal, ya no es el momento de "ceder", como en otras etapas económicas, si se les obliga y sin superar la compatibilidad. Ahora es el momento de que la patronal "coja" de los sacrificios y bolsillos de la clase trabajadora. También es la crisis que acelera la depredación de los recursos naturales para mantener los beneficios a cualquier precio.

Esto no significa que "no se pueda hacer nada". Al contrario.

Hay que luchar, necesariamente empezando por el lugar de trabajo. Pero no es el sindicalismo, confederal o no, conspirando con la burguesía o animado por sinceras ilusiones reformistas el que podría revertir la degradación de nuestras vidas. En la lucha, es necesario romper las correas del amo aceptadas por el sindicalismo, superar los límites asfixiantes de la empresa y la categoría, conectar con otros segmentos de la clase, adoptar herramientas que surjan desde abajo en el curso de la propia lucha (comités de huelga, asambleas, etc.), no vender nunca a parte de nuestros compañeros a cambio de un supuesto menos malo, quizás hecho pasar por una victoria.

Sin embargo, estos primeros y difíciles pasos estarían incompletos si los sectores más combativos de la clase no vincularan su lucha a la perspectiva de la superación del capitalismo.

Si las luchas proletarias, masivas y abiertas, son un elemento indispensable para prospectar el despojo del capital, igualmente fundamental es la presencia activa del partido revolucionario a escala mundial, que, en relación dialéctica con esas luchas, las orienta políticamente hacia un mundo mucho mejor que éste.

No más proletarios contra proletarios. No más luchas por la propia burguesía, tanto si ataca como si se defiende. Si tiene que haber guerra, que sea guerra de clases contra todas las burguesías, contra todos los capitalistas.