Los Acontecimientos en Port Said

Publicamos esta toma de posición sobre lo que está pasando en Port Said en Egipto aun cuando las noticias siguen limitadas (ignoradas al nivel internacional por los medios de comunicación oficiales) y no siempre coherentes. Pero todas las fuentes consultadas están de acuerdo para atestiguar la agitación política que existe en la ciudad egipcia.

Escasea la información todavía pero unos hechos hablan por sí. Después de las manifestaciones callejeras, la rabia explotó luego de las 21 condenas a muerte pronunciadas a causa de la masacre en Port Said. En una manifestación espontánea contra estas sentencias, la policía de Morsi hizo 40 víctimas adicionales. Después, la policía se vio obligada a abandonar la ciudad dejándola en manos de los manifestantes. En este mismo momento, el orden público, el tráfico y la producción vinculada con el Canal de Suez están en manos de los insurgentes. Port Said se ha vuelto una especie de zona libre donde el Estado ha tenido, de manera momentánea, que izar la bandera blanca. Si es cierto que las condenas a muerte de los 21 jóvenes y las 40 víctimas que siguieron, fueron el incentivo trágico de la rebelión, es también cierto que las consecuencias devastadoras de la crisis económica y la arrogancia reaccionaria del gobierno islámico de Morsi fueron un elemento decisivo de ésta.

Finalmente, luego de dos años de tensiones en las calles, de elecciones «arregladas», de fraude y traición de las esperanzas más básicas, algo se rompió. El hecho principal, si se confirma, es que los obreros de Port Saíd fueron los primeros en entablar la revuelta, en particular los trabajadores del puerto, los de transportes y obreros de otras fábricas. El tráfico marítimo se ha parado, fábricas han sido cerradas y la movilización de la ciudad parece ser general y determinada. El movimiento, además de protegerse de la inevitable reacción del gobierno, debe también arreglar varios problemas en su seno.

El primer peligro es el riesgo del aislamiento. Los obreros de Port Said deben buscar activamente la ayuda militante, práctica, de todos los trabajadores egipcios, de las fábricas del Cairo a las de Alejandría, de Ismailia y de Asiut. La única manera de evitar el aislamiento y de poder seguir con el combate, es ampliar la lucha y abrir perspectivas mayores. Cualquier gobierno burgués sabe esperar. Sabe esperar a que la rabia se consuma en tal o tal acto de protesta, aun fuerte y violento, para poder retomar en sus manos por la fuerza la situación que le escapaba anteriormente. La maniobra es simple y más eficaz si el alzamiento está aislado, si afecta a un solo sector de la producción o a una zona limitada del punto de vista geográfico. Romper con el aislamiento, buscar la solidaridad proletaria, no es solamente necesario de una perspectiva táctica, pero también son las condiciones para que la lucha siga; en caso contrario, la represión caerá de manera dramática sobre los manifestantes.

Cuánto más la lucha se desarrolla de manera frontal, lejos de las sirenas conservadoras que llaman al reformismo, sea laico o religioso, más puede servir de modelo para los proletarios de toda África del Norte en la esperanza de dar un sentido de clase inicial al fracaso de las «primaveras árabes». En este momento, los proletarios de la zona del Canal de Suez no deben caerse en la trampa reformista de creer que se pueden gestionar de manera diferente los asuntos públicos en el marco del capitalismo que los rodea. Las cosas no cambiarán de manera radical solamente por medio de exigir la caída del gobierno Morsi y el respecto de las libertades democráticas, o por actuar en el marco político de la desobediencia civil. El movimiento que tenía la fuerza de rebelarse contra el autoritarismo asesino del gobierno islámico, de liberarse de las cadenas de las fuerzas políticas tradicionales, que intenta presentarse como sujeto político autónomo, debe seguir en este camino sin caerse de nuevo en las opciones que ofrece el reformismo radical, o volverse en los relumbrones caducados del juego democrático.

El proletariado europeo que sufre también la misma explotación al otro lado del Mediterráneo, debe jugar su papel. La solidaridad de clase que se expresó hace poco, aquí y allá, durante unos episodios de lucha, debería agarrar la oportunidad para reafirmarse en la escena internacional. Es cierto que es totalmente razonable que las calles de las ciudades europeas se llenen y se agiten contra las políticas diferentes y los sacrificios pesados que se les exige. Si lo hacen, no debe estar en un solo sector o bajo la bandera de tal o tal política sindical, o de tal o tal fuerza política «reformista de izquierda»; sino debe basarse en la verdadera solidaridad de clase, más allá de las fronteras nacionales y de los particularismos. Aquí se presenta una buena oportunidad para empezar.

Un último punto. La espontaneidad, la determinación de una lucha que se opone de manera inmediata al gobierno, a su policía, está condenada al fracaso si no elabora una táctica, una estrategia y un programa que sobrepasan las trampas del capital, para crear una verdadera alternativa social que sea otra manera de producir y de distribuir esta riqueza cuyo único creador es el proletariado egipcio y la clase obrera internacional. Sin embargo, si nos quedamos al nivel de la desobediencia civil, si el movimiento no se fija como objetivo sino el mero derrumbamiento del gobierno Morsi al beneficio de una «verdadera democracia» sujeta a todas las presiones del capitalismo, tal como lo hizo el movimiento de la Plaza Tarir con Mubarak, el resultado será lo mismo si no peor.

FD, Tendencia Comunista Internacionalista.

6 de marzo 2013

Monday, March 18, 2013