El movimiento de los piquetes en Argentina

Un poco de historia

La actual crisis de poder en la Argentina proviene no sólo de la debacle capitalista, sino de la aptitud de los sectores más golpeados del proletariado de traducir la experiencia de los últimos veinte años - en que el régimen capitalista, ya sea bajo la bota militar o bajo la democracia, ha sumido en la miseria y la superexplotación a la clase obrera - en organizaciones autónomas que recuperan para las masas el poder de decidir su propio destino. Una de las características de los periodos revolucionarios es la organización de los sectores del proletariado que hasta el momento no disponían de organización y a los que se creía destinados a ocupar un rol pasivo en el lúgubre ejército de reserva industrial. Los orígenes del movimiento piquetero se remontan a seis años atrás cuando los primeros núcleos respondieron a las iniciativas de los experimentados activistas obreros despedidos a consecuencia de la persecución burguesa. Nacidos en medio de una atmósfera de crisis y de violencia patronal, en que la situación reinante impedía objetivamente la tramitación de las reivindicaciones obreras a través de los organismos fundados en la mediación y la concertación, los piquetes cristalizaron organizativamente la acción colectiva y directa del proletariado contra el poder organizado de la burguesía. Ante el fracaso de todas las organizaciones obreras basadas en una burocracia de funcionarios y en la práctica sindical y parlamentaria, el piquete asumió un papel que nadie más estaba en posición de desempeñar. A diferencia de las viejas organizaciones integradas, él no tiene otro sujeto que las víctimas mismas de la explotación hoy transformadas en agentes de la lucha: su terreno no es el del ciudadano, sino el del proletariado; no es la democracia, sino la lucha de clases; no es el de la mediación y la concertación, sino el de la fuerza.

En el piquete se congregan los elementos proletarios que el capitalismo ha marginado y en él levantan directamente sus reivindicaciones, elaboran su estrategia y preparan las acciones sin confiar su suerte a las decisiones de las instituciones de mediación y arbitraje del Estado y los patronos. Por su propia naturaleza - la acción directa obediente a la asamblea obrera - el piquete es incapaz de sostener un aparato; su fuerza reposa en la asamblea y la capacidad efectiva de movilización y no en una casta de funcionarios en la cual se delega la gestión de sus reivindicaciones. Aunque en sus comienzos parecían prevalecer las características de toda organización de reclamo de asistencia social, con el tiempo el movimiento piquetero ha pasado a plantear los problemas generales de la sociedad y de la organización económica desde la óptica de las reivindicaciones generales de los trabajadores. Muy pronto los piquetes desvirtuaron la impresión de que se estaba ante asociaciones de consumidores u organismos corporativos limitados a las reivindicaciones gremiales, perfilándose inequívocamente como organizaciones abiertas a todos los proletarios en lucha, en las que se ha borrado toda distinción corporativa para afirmar la unidad de los trabajadores en su combate común contra la explotación. Quizá esta es la razón por la cual tales organizaciones han sido compelidas desde su origen a una confrontación incesante con el Estado, la policía y los sindicatos. Su cuestionamiento de la sociedad actual no se limita a los efectos del orden y la política económica del gobierno de turno, sino que considera globalmente los problemas de la organización económica desde el punto de vista de la construcción del poder de los trabajadores a partir de los núcleos básicos de la granja, la mina, la fábrica y el taller; su cuestionamiento del Estado apunta a una reorganización del sistema de gobierno con base en el ejercicio de la democracia directa a partir del barrio, del municipio y la totalidad del territorio. Se trata claramente de instancias de clase virtualmente aptas para realizar la unidad del proletariado en términos revolucionarios.

Hoy en día los piquetes pretenden generalizar la experiencia del control obrero de la industria a todas las unidades fabriles o empresariales paralizadas o cerradas y proponen la elaboración y ejecución de un plan nacional de los trabajadores para expropiar todas las empresas privatizadas (que son las más importantes del país) y ocupar toda la industria hoy monopolizada para ponerla bajo el control directo de los trabajadores, quienes las administrarán según un plan que proporcione empleo con todas las condiciones de protección social y técnica del trabajador y retribuya a éste con un ingreso capaz de cubrir cuando menos sus necesidades primarias. En el plano político proponen la destrucción de todo el andamiaje del sistema político actual y su sustitución por lo que ellos denominan “un gobierno de los trabajadores”. No obstante el carácter todavía tosco y rudo de su conciencia, el movimiento de los piquetes tiende instintivamente hacia el comunismo. Cuando juzga que la aptitud de cada trabajador para intercambiar socialmente no debe obedecer al mercado ni a los ciclos económicos del capital, sino a las necesidades humanas, cuando proclama que el poder político debe ser conferido a las asambleas obreras, cuando pone por encima de la jerarquía capitalista en la industria los intereses del cuerpo de trabajadores y cuestiona, por tanto, efectivamente la división social del trabajo, cuando se levanta contra la distribución inequitativa del tiempo laboral entre los diferentes individuos en nombre de los derechos de toda la clase trabajadora, cuando dice que la repartición del producto social del trabajo debe responder a las necesidades sociales y no a los criterios de la ganancia burguesa, demuestra su espíritu proletario y comunista.

La catástrofe capitalista de los últimos años ha acentuado las tendencias revolucionarias y confirmado la validez y pertinencia de los métodos de democracia y acción directas para resolver los problemas. Hoy, la mera supervivencia de los trabajadores supone la abolición del sistema de producción y distribución anticuado que inhibe la conquista de nuevas fuerzas productivas para ese fin. He aquí las grandes cuestiones históricas alrededor de las cuales gravita el movimiento del proletariado argentino, el movimiento de los piqueteros.

La asamblea piquetera del 16 de febrero

La última asamblea celebrada el 16 de febrero ha realizado la idea de reunir un Congreso de los organismos de lucha de los trabajadores en fábricas, empresas y barrios, para imponer un programa que una las filas obreras y ponga en pie una estrategia independiente de clase, y que avance en un plan de lucha hacia la huelga general política para derribar al gobierno y al régimen de partidos. En este sentido, la asamblea de febrero reafirma la tendencia hacia la ruptura revolucionaria.

Consabido es que, a fin de restarle fuerza al desarrollo político de la oposición de masas, la burguesía despliega diversas maniobras de debilitamiento y división. Debido a su posición histórica de debilidad financiera y militar, hoy la burguesía argentina está privilegiando las alternativas políticas. Al igual que bajo la República de Weimar en los años 20, la burguesía argentina intenta cooptar los organismos obreros e integrarlos en el andamiaje institucional. Ha convocado la constitución de los llamados "consejos de crisis" o "consejos consultivos" a través de los cuales “el gobierno pretende canalizar los planes sociales”. Según la última resolución de la Asamblea piquetera de febrero 16 del 2002, los consejos consultivos...

son una organización enderezada a convertir la ayuda social en fuente de negocios capitalistas y regimentar o debilitar las organizaciones genuinas de desocupados.

Con tales organismos el gobierno pretende generar una dinámica desmovilizadora que le permita encausar las inquietudes obreras hacia soluciones inmediatas recuperables en el plano capitalista que les hagan perder la perspectiva de poder que hoy las anima. En primer lugar, pretende utilizar los planes de empleo:

para habilitar mano de obra barata a 50 dólares para las empresas en quiebra.

La Asamblea Nacional piquetera ha llamado...

a no integrar estos "comités" de "emergencia" o "crisis" y exigir, apoyados por la movilización, la totalidad de nuestros reclamos y su control por las organizaciones de desocupados. (1)

Antes que doblegarse, la Asamblea ha señalado en el punto 4 de la citada resolución que:

asistimos a un torrente de luchas y de organización a través de las Asambleas Populares... y las Asambleas Piqueteras y de la clase obrera...

Si con los llamados a la concertación se busca integrar a los dirigentes y desarticular a las organizaciones, con vistas a frustrar la unificación de estas últimas alrededor de un solo plan de lucha, con propuestas como la implementación de planes de obras públicas con la incorporación masiva de FT con bajos salarios y la táctica de contraponer a los trabajadores de las industrias de exportación (que viven aislados de la crisis) con el resto de la clase obrera, la burguesía busca aprovechar en su favor las ansias de trabajo. Por ejemplo, antes de la celebración de la gran asamblea nacional Piquetera, el gobierno realizó varias tentativas de neutralización política. En una de ellas, el presidente Duhalde se comprometió a firmar un decreto que permite a las organizaciones de desocupados integrar los consejos consultivos en las provincias para la administración de los planes sociales. Pese a los intentos de soborno y las presiones ejercidas por el gobierno en el sentido de subordinar tal compromiso a un pacto de paz social, no encontró ningún eco en las organizaciones de desocupados que asistieron a la asamblea.

Uno de los signos esenciales de la tendencia de ruptura revolucionaria reside en la tentativa de coordinación nacional e internacional de la resistencia obrera (por ahora circunscrita a los países limítrofes). El segundo, reside en su denuncia del fracaso de la política colaboracionista de la CCC y la FTV-CTA, y su llamado a los miembros de estas organizaciones a rectificarse y sumarse al movimiento que reivindica el programa y la continuidad de las dos Asambleas Piqueteras precedentes (en éste, como en otros debates, la Asamblea reveló una gran homogeneidad política, sustentada en cuatro fuerzas: el MIJD, el Polo Obrero, el MTL y el bloque encabezado por el MTR (2. El tercer signo de esta tendencia lo revela la conducta de un significativo sector de las masas que se está planteando claramente el problema del poder. Para ello, propone la necesidad de la estrategia, la táctica y el programa revolucionario (el partido mismo) y el desarrollo de la fuerza militar del movimiento. Mientras algunos sectores, al parecer insignificantes, pretenden constreñirlo a la atención de las urgencias de los trabajadores - buscando simplemente una salida inmediata al hambre y al desempleo - los segmentos más importantes señalan que el movimiento debe formular un plan de acción inmediato que implemente, paso a paso, una estrategia de crecimiento del poder obrero y su fuerza político-militar.

No pensamos con el deseo cuando advertimos la preponderancia de un sano instinto revolucionario en el movimiento piquetero. La actitud que mejor lo refleja se cristalizó en el rechazo y la denuncia casi unánime de los asistentes a las tentativas de las Pymes (3) - algunas de cuyas asociaciones participaron de la Asamblea - de transformar el movimiento piquetero en un mecanismo subordinado a sus reivindicaciones gremiales. Cuando se presentó una propuesta puntual de apoyar a las Pymes de la ciudad de Salta en la realización de un proyecto relativo a las carreteras, la hostilidad de los delegados y de la masa de los concurrentes fue general; los primeros subrayaron que las Pymes son las organizaciones de los pequeños patronos y deben expresarse por su cuenta y riesgo, mientras que los piquetes son la organización independiente de los trabajadores que lucha por una solución global al problema de la explotación y la miseria y postula la erección de su propio poder. El odio a las Pymes no nace, naturalmente, de un criterio teórico, sino de la experiencia práctica de los trabajadores desde el año 99-2000, en el que las Pymes empezaron a recibir subsidios del gobierno y se transformaron en las más encarnizadas explotadoras de los trabajadores. Las empresas operadoras del área no otorgan trabajo efectivo. Cuando ocupan FT, operan como intermediarias de las grandes empresas. El planteamiento de las Coordinadoras de Desocupados incorporadas a los piquetes estriba en exigir la creación de trabajo genuino a las empresas y el cumplimiento de los convenios colectivos, un salario mínimo, condiciones de seguridad industrial, mantener en vigencia los 2,50 pesos por hora indexados por la devaluación que se produjo en Argentina. Son ellas, en efecto, las que han implementado el trabajo en negro, el desconocimiento de los más elementales derechos de los trabajadores, la carencia absoluta de recursos y métodos de seguridad industrial, el retorno a las formas atávicas de explotación humana (en las Pymes ha renacido, de un lado, el patriarcalismo en las relaciones obrero-patronales y, del otro, los obreros sufren un estado de dispersión y aislamiento social, sin ninguna posibilidad de defensa y desprovistos incluso de las asociaciones gremiales que les permitían luchar por sus reivindicaciones dentro del capitalismo). Las organizaciones piqueteras se negaron a levantar las reivindicaciones de los pequeños patronos para seguir explotando brutalmente a los trabajadores: esto fue declarado como un contrasentido por la mayoría de los delegados. Por otra parte, se denunció a las Pymes como mecanismos subsidiarios de la grandes empresas capitalistas y partícipes de la política general burguesa de precarización del trabajo. En realidad, el efecto de las Pymes sobre el empleo, la distribución de la riqueza y la organización del trabajo ha sido nefasto: en primer lugar no han garantizado empleo estable, sino temporal, sirviendo, más bien, de mecanismo de subcontratación de las grandes empresas. Esto, como es obvio, las ha librado de los onerosos costos y compromisos sociales del trabajo tutelado; en segundo lugar, en vez de garantizar cuando menos un salario de subsistencia, las Pymes pagan salarios de hambre y han profundizado la distribución esclavista del tiempo de trabajo, aumentando el sobretrabajo - por una prolongación de la jornada de trabajo (plusvalía absoluta) - y haciendo descargar la mayor masa laboral sobre una población obrera cada vez menor (lo cual garantiza el desarrollo del ejército de reserva industrial y el paro, con la consiguiente intensificación de la competencia entre los mismos obreros); en tercer lugar, la ocupación de la FT es más intensa: en la medida que está destinada a ejecutar una multiplicidad de operaciones a ritmos veloces, el obrero es literalmente exprimido, su desgaste físico y nervioso es llevado hasta la extenuación, conduciendo a su prematuro envejecimiento y muerte (en la industria maderera, de la cual se ocupan en gran parte las Pymes, el promedio de vida de un obrero es de apenas ¡50 años!)

El principal aspecto del movimiento piquetero es hoy su llamado a la unidad de toda la clase y su planteamiento de una huelga general para derrocar a los actuales grupos dominantes. El planteamiento central de la última Asamblea nacional se resume en la formulación de una estrategia que permita conformar una organización capaz de llevar adelante una huelga general con piquetes, cortes de ruta y manifestaciones en todo el país. Esta instancia debe unir las organizaciones de los parados con los diferentes sectores de la clase obrera industrial y articularlos en un solo movimiento contra el régimen. Dicho propósito no tiene una base quimérica, se apoya en el ahondamiento de la conflictualidad obrero patronal en el aparato industrial debido a los continuos despidos, cierres y paralizaciones de empresas. En este sentido, el movimiento piquetero opera como una verdadera vanguardia social que, de un lado, propone estrategias de acción contra la burguesía y las fuerzas del orden, procurando mantener la iniciativa en la lucha política contra el poder y, del otro, fortalece el frente único social y político de los trabajadores ocupados y desocupados buscando su coordinación en una estrategia conjunta de todo el proletariado. Su papel en la formulación y despliegue de una estrategia a la vez destructiva y constructiva que pone al orden del día el desarrollo de la ofensiva obrera por la destrucción del régimen y la reorganización de la economía en función de las necesidades más apremiantes de los trabajadores, genera una inequívoca dinámica revolucionaria en el país austral. Ignoramos en qué medida las organizaciones participantes en el movimiento tienen la intención y la facultad de estructurar esta gran fuerza de los piqueteros y de los trabajadores para conformar una alternativa reivindicativa y política de la clase obrera, cuya fuerza y amplitud permitan desbrozar el camino de la toma del poder a través de la generalización y perfeccionamiento del sistema asambleario a todos los niveles de importancia (la fábrica, el barrio, el municipio, la provincia y el territorio).

Conclusión

No obstante lo anterior, el movimiento piquetero no es un todo homogéneo extraño a las divisiones clasistas de la sociedad burguesa y sus influencias. El desenlace del movimiento argentino depende hoy de la dirección política que se le imprima a sus organizaciones de masas. Pese a su tendencia esencial hacia el comunismo y su revolucionarismo instintivo, el movimiento piquetero, a medida que ha evidenciado su importancia y su dimensión nacional, se ha convertido en teatro de la más enconada disputa entre las diferentes corrientes que se disputan la dirección política de la clase obrera. (siempre subsiste el peligro de recuperación en virtud de las posibilidades de burocratización y de integración de la acción en el plano institucional). Ya la resolución de la Asamblea de febrero permite advertir suficientemente que el movimiento es todavía un híbrido que fluctúa entre la reforma o la revolución. Mientras en el punto quinto de su Resolución General insiste en que el programa piquetero no sólo exige planes de trabajo bajo el control de las organizaciones de desocupados, sino también el rechazo a la devaluación, el no pago de la deuda externa, la nacionalización de la banca y el salario y el subsidio al desocupado acorde al valor de la canasta familiar; en el punto sexto reclama el derrocamiento del régimen y la instauración de un gobierno de los trabajadores. Es decir, al lado de tesis reformistas coexisten directrices estratégicas de tipo revolucionario. Sin embargo, hay síntomas alentadores como el que se desprende de la declaración de los puntos tres y cuatro de su resolución:

Se impone tomar en nuestras manos la solución a los problemas más imperiosos de las masas: el trabajo, la salud, la educación, la vivienda, lo que plantea impulsar y extender estas organizaciones a lo largo y ancho de todo el país en función de una alternativa propia de los trabajadores. Definimos como estrategia de los piqueteros y sectores sindicales combativos agrupados en esta Asamblea nacional la incorporación a la actual lucha de piquetes del movimiento obrero industrial y de los grandes servicios públicos privatizados. Cualquier pretensión seria de derrotar al actual gobierno y al régimen imperante no puede prescindir del rol fundamental de los trabajadores que hoy hacen funcionar los principales centros de producción y servicios esenciales como luz, gas, teléfono y transporte.

El gran combate histórico entre el reformismo y la revolución se expresa en los siguientes tonos: o los organismos de democracia directa y de autoorganización de las masas trabajadoras de fortalecen, articulan y centralizan o se disuelven en la democracia burguesa. ¿Se trata de incorporar las organizaciones de masas en un "frente democrático" para pedir "elecciones" y "constituyente" o de constituirlas en embriones alternos de poder y, por lo tanto, en crear mediante su actividad las bases para superar la democracia burguesa? Lo que está planteado ante los trabajadores que ya han constituido estructuras de poder no es conquistar una mayoría electoral en una nueva constituyente o en un parlamento burgués, sino en ligar y coordinar estas células primarias en una sola estructura de poder operante en todos los niveles del territorio (el centro, las provincias y el municipio); tal estructura es la única que puede actuar y dirigir los asuntos de la sociedad en nombre de los trabajadores. El paso a la participación electoral, según lo proponen el PO y la mayor parte del trotskysmo argentino, tiene aquí un manifiesto carácter regresivo porque transferiría de nuevo a cuerpos políticos separados el ejercicio del poder, dándole a los órganos de las masas, en el mejor de los casos, el carácter de simples apéndices de un gobierno que opera por encima suyo y con arreglo a los intereses de las élites privilegiadas que lo componen. De nuevo emergería una oligarquía de partidos - únicos detentores efectivos de las riendas del gobierno - reconstituida por nuevos partidos, personalidades e instituciones de Estado. El gran desafío que encara hoy la subjetividad de la clase y la masa de los desheredados argentinos no es el de librarse de sus ilusiones democráticas, las cuales ya han sido agotadas en diez años de experiencia de lucha política, sino el de unificar sus organismos autónomos para dar paso a su propia dictadura. Ciertamente, las masas han derrocado un gobierno e impuesto la voluntad colectiva de sus organismos mediante la lucha callejera y la huelga, pero todavía no han destruido el Estado ni la organización patronal ni han unido las distintas luchas parciales - y los órganos de poder con los que, a varios niveles, han reemplazado los aparatos del gobierno - en una sola lucha general por la instauración de la dictadura del proletariado.

La lucha política que se libra hoy al interior del movimiento piquetero debe definir si, ante la descomposición del régimen capitalista y la crisis de poder, el movimiento se decanta hacia la solución revolucionaria, obrando como un factor independiente de la clase obrera y de las masas que se agrupan en las Asambleas Populares, o termina adjetivándose al cuadro institucional, mediante la cooptación de los dirigentes y la pérdida de la perspectiva de poder para la clase obrera. Si no se impone políticamente la estrategia revolucionaria en el dominio de la acción, el movimiento piquetero se limitará a exhibir al final hasta dónde puede llegar un movimiento espontáneo de masas dejado a su propia suerte. Dada la ausencia de un previo trabajo de organización revolucionaria y de propagación del programa comunista al interior de la clase (explicable, a su vez, por la considerable debilidad de las vanguardias de clase) no existen en absoluto garantías de una victoria final. El hecho de que la crisis haya puesto a los diferentes estratos y sectores de la clase trabajadora en un mismo terreno de lucha y empuje hacia formas de organización de clase, entraña un aporte inmenso de la actual coyuntura al desarrollo revolucionario, pero por sí sólo es insuficiente para asegurar su desenlace exitoso. No obstante impedir objetivamente cualquier protagonismo de las organizaciones de conciliación, mediación y concertación de clases, la cuestión relevante en el curso de la actual crisis consiste en saber hasta dónde llegarán las masas dejadas a su propia suerte y bajo el influjo de programas y estrategias que las distancian tanto de sus verdaderos intereses de clase, cuanto del camino del poder.

(1) Punto 3 de la resolución de la asamblea de piqueteros.

(2) MIJD: movimiento independiente de jóvenes desocupados, MTR: movimiento Teresa Rodríguez, MTL: movimiento de trabajadores por la liberación. En tales organismos participan todas las corrientes de la izquierda radical argentina.

(3) PYMES: pequeñas y medianas empresas.